Los latinos luchan por la democracia contra el autoritarismo de Trump
No es sorpresa que la mayor resistencia a la agenda autoritaria de la Casa Blanca venga de Los Ángeles, hogar de la población latina más numerosa del país

Los latinos marcharon a la vanguardia en la protesta No Kings del sábado en Los Ángeles. La manifestación contó con la participación de angelinos de todos los orígenes raciales y étnicos y formó parte de un movimiento nacional de protesta contra el autoritarismo de Trump, quien viola no solo la Constitución, sino también el espíritu de la democracia liberal.
Los latinos del área de Los Ángeles están una vez más en la primera línea de defensa de la democracia, el debido proceso, y los derechos civiles y humanos de todos los estadounidenses ante las redadas migratorias de la Administración.
No es sorpresa que la mayor resistencia a la agenda autoritaria de Trump provenga del área metropolitana de Los Ángeles, la segunda más grande de Estados Unidos y hogar de la población latina más numerosa del país. En el condado de Los Ángeles viven 4,8 millones de latinos, y otros cinco millones en los condados de San Bernardino, Ventura y Orange, lo que hace del Gran Los Ángeles una región con al menos diez millones de latinos. Los mexicanos representan la gran mayoría de los residentes, manteniendo una conexión histórica con la región, que alguna vez fue parte de México. Muchas de las principales ciudades de esta región siguen llevando nombres como Los Ángeles, Santa Ana, San Diego, San Bernardino, entre otros, donde la mayoría de los residentes hablan español. Además de la comunidad mexicana, la región alberga un número significativo de salvadoreños, guatemaltecos, hondureños y sudamericanos.
El Gran Los Ángeles también se ha consolidado como epicentro del activismo latino. En la primavera de 2006, activistas de la región organizaron mega marchas, protestas masivas en respuesta a leyes antiinmigrantes y redadas migratorias durante la Administración de Geroge W. Bush. Millones de latinos salieron entonces a las calles en Los Ángeles y en todo el país. Más recientemente, Los Ángeles ha vuelto a encender un movimiento nacional de protesta contra los operativos realizados en el Gobierno de Trump, lo que reafirma su papel como bastión de los derechos de los latinos y de los inmigrantes.

Trump ha intentado desacreditar y desmovilizar a los activistas de la región que resisten sus políticas desde que asumió el cargo. Grupos como Unión del Barrio han organizado patrullas de autodefensa comunitarias y han utilizado tácticas no violentas para confrontar y grabar a los agentes migratorios durante las redadas. Recientemente, la Administración Trump ha intensificado las redadas en el sur de California enviando a miles de elementos de la Guardia Nacional y a 700 marines para intimidar a los activistas.
Las redes sociales están inundadas de videos que muestran a agentes migratorios realizando redadas en autolavados, restaurantes, mercados al aire libre, fábricas, campos agrícolas e incluso en escuelas e iglesias. Los agentes llevan a cabo un claro perfilamiento racial contra los latinos en las calles, generando traumas en una nueva generación que presencia la deportación de sus seres queridos y recordando las injusticias históricas de la Operación Wetback, que resultó en la deportación de casi un millón de mexicanos, incluidos muchos ciudadanos estadounidenses. Cabe destacar que las redadas están siendo difundidas y resistidas casi en tiempo real a través de redes sociales, desatando actos espontáneos de protesta y una profunda ola de miedo y ansiedad.
Las redadas son solo la punta del iceberg. Trump ha atacado el derecho a la ciudadanía por nacimiento, ha recortado la asistencia legal para niños inmigrantes, ha establecido un registro nacional para promover la autodeportación y ha contratado empresas de vigilancia tecnológica para rastrear y monitorear a los inmigrantes. Recientemente, ha exigido la autoexpulsión de cubanos y venezolanos recién llegados, y ha enviado a inmigrantes detenidos a prisiones infames en Guantánamo y El Salvador. También ha amenazado con arrestar al gobernador de California y ha atacado a la alcaldesa de Los Ángeles, tal como ha hecho con periodistas, universidades, medios de comunicación y oponentes políticos. El régimen busca intimidar a su oposición y aplastar la disidencia sin respeto por las libertades civiles ni los derechos humanos. Esta semana fue especialmente escandaloso el trato que dieron al senador por California, Alex Padilla, quien intentó hacer una pregunta durante una conferencia de prensa del Departamento de Seguridad Interior.
El deseo de Trump de imponer la ley marcial, aplastar la disidencia y criminalizar todas las formas de protesta social tiene sus raíces en las contradicciones del capitalismo angloamericano. La contradicción es que ha prometido traer de vuelta los “buenos viejos tiempos” del capitalismo racial estadounidense a una base reaccionaria y envejecida que depende del trabajo latino e inmigrante, en una economía mundial globalizada que Estados Unidos ha promovido. El intento de Trump de consolidar el estado policial estadounidense en torno a la inmigración es producto de esas mismas contradicciones. Trump, quien literalmente acumuló su riqueza gracias al trabajo inmigrante en sus hoteles y negocios inmobiliarios, es la personificación de esta contradicción.
Pero los “buenos viejos tiempos” no son posibles, ni por política ni por la fuerza. En el plano internacional, el liderazgo estadounidense ha perdido su brillo del siglo XX frente al giro de la hegemonía mundial y financiera hacia Oriente. A nivel nacional, simplemente no hay suficientes personas blancas en Estados Unidos, y su mercado laboral necesita trabajadores inmigrantes de distintas razas. Cuanto más busca crear estabilidad, más inestabilidad genera. Su retórica de “ley y orden” solo generará más desorden y caos. Trump gobierna dividiendo y conquistando a las clases trabajadoras de todas las razas y etnias al servicio de la clase económica dominante y la fracción del capital que representa.
En última instancia, ningún nivel de odio ni de deportaciones traerá de vuelta los “buenos viejos tiempos” que añoran Trump y su base reaccionaria. Y ningún nivel de represión podrá silenciar o sofocar el movimiento por los derechos de los inmigrantes latinos, cuyo alcance va mucho más allá de Los Ángeles. Este movimiento encabeza la defensa de los valores democráticos frente a un presidente que intenta actuar como un monarca. Los latinos del Gran Los Ángeles están valientemente posicionados en la primera línea de la lucha por preservar la democracia frente a estas amenazas.
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