Cándida Álvarez: “Hago arte sin buscar reconocimiento, no quiero desperdiciar mi energía en otra cosa”
La reina de la abstracción a todo color presenta en el Museo del Barrio ‘Circle, point, hoop’ su primera retrospectiva a gran escala


Cándida Alvarez (Brooklyn, 70 años) nació dos años después de que sus padres emigraran de Puerto Rico a Estados Unidos. Como su familia no tenía muchos recursos, creció en una vivienda subvencionada por el Gobierno, pero eso no le impidió estudiar en la Universidad de Fordham —donde se graduaron entre otros Andrew Cuomo y Donald Trump—, graduarse en la escuela de arte de Yale y pasar dos años estudiando en Suiza.
Para Alvarez, “pintar es una lengua” y la vida “una mediación entre lo máximo y lo mínimo, entre el ying y el yang”. Su trayectoria como artista destaca por su versatilidad al experimentar con distintos estilos, pero es la abstracción y la mezcla de colores vibrantes lo que hace su obra tan característica. Sus hipnóticas obras invitan a un viaje introspectivo, poético y existencial donde el espectador dialoga consigo mismo y con el mundo.
Durante su medio siglo de trayectoria artística, Alvarez ha tenido 15 exposiciones individuales, y numerosas colectivas, exponiendo en algunos de los museos más importantes de Estados Unidos, desde el Whitney, el MoMA PS1 y el Museo de Arte Contemporáneo de Chicago entre otros.
Tras Here, una primera retrospectiva que tuvo lugar en el Centro Cultural de Chicago en el 2017, presenta Circle, point, hoop (Círculo, punto, aro), su segunda retrospectiva. La exhibición, que podrá verse del 24 de abril al 3 de agosto en el Museo del Barrio de Nueva York, y que recoge un total de cien piezas, incluye trabajos de principios de los años 70 que no han sido expuestos nunca, así como obras a gran escala y piezas nuevas, elaboradas durante los últimos ocho años. Pocos días después, la galería Richard Gray de Nueva York inaugura la exposición Real Monsters in Bold Colors, en la que nuevas obras de Alvarez dialogan con piezas del artista Bob Thompson.
Pregunta. Al principio de su carrera, en los años 70, trabajó como curadora en el Museo del Barrio, ¿qué siente al volver con una retrospectiva como artista?
Respuesta. Es algo que nunca habría concebido, pero la vida es un círculo completo. Hay algo natural en regresar y de esta forma. En febrero cumplí 70 años y siento que este es un momento de cierre, de plenitud. Esta exposición es un regalo y refleja todo ese camino que estaba trazado frente a mí y que seguí gracias a las muchas personas que me alentaron a creer. Estoy muy agradecida a mis amigos. Además, trabajar en el Museo del Barrio me ayudó a despegar en mi carrera. Me integró en la enorme comunidad de artistas que había en aquellos momentos en Nueva York. Había una sinergia con el CETA Artists Projects, un programa federal que permitió que en torno a 600 artistas visuales, literarios y escénicos trabajáramos en distintos proyectos comunitarios. Y allí fue donde conocí a mi ex, el fotógrafo Dawoud Bey, con el que me casé y tuve a mi único hijo. Me siento muy afortunada en muchos sentidos.

P. En esta segunda retrospectiva se incluyen obras a gran escala
R. Me encanta la idea de amplificar la obra. He realizado obras gigantes, como un ascensor de dos pisos en Chicago o unas vidrieras para una escuela secundaria de Nueva York. Hay algo muy especial en integrar la obra de arte en un espacio, en conseguir que la pintura pueda vivir en colaboración con las ideas de un arquitecto. Las colaboraciones son poderosas. Permiten generar ideas que no necesariamente crearíamos por nuestra cuenta. No se trata solo de mis historias, sino de nuestras historias. Es una forma de ampliar la visión más allá de mi persona. Soy yo en colaboración con las ideas de otro. Me encanta tener conversaciones con otros artistas y con edificios.
P. También ha colaborado con marcas de moda. En 2017 colaboró con Comme des Garçons, como hizo Kusama con Louis Vuitton, ¿qué opina de esta fusión entre arte y moda?
R. Me hizo ilusión que me encontraran y me propusieran colaborar con la colección masculina. Al principio creí que el email era un spam, después pensé que era algo raro, pero al final me lo pasé muy bien, fue muy divertido. Y ver a Pharrell Williams llevando ropa diseñada con mis pinturas en la portada de Vogue me emocionó. La pintura adquirió otra vida, ya no era solo una pintura, era una colaboración. Salió de mi estudio y me liberó. ¿Por qué no?
P. ¿Cómo empezó su amor por el arte?
R. Me eduqué en una familia católica, de niña mis hermanos y yo llevábamos uniforme y teníamos que rezar mucho. Recuerdo que mi madre tenía una biblia con la virgen de la silla, de Rafael, en la portada. Fue la primera pintura que registré. Me intrigaba y me fascinaba. Me colaba en la habitación de mi madre para mirar las imágenes de aquella biblia que tenía ilustraciones de James Tissot. Esa biblia se volvió mi referente visual. Recuerdo también una iglesia del siglo XIX que había frente a una casa que mis padres se compraron en Vinegar Hill y a la que nos mudamos. Solía ir con frecuencia porque era preciosa y tenía unas vidrieras magníficas que me encantaban.
P. ¿Y cuándo decidió ser artista?
R. Me gustaban los kits de “pintar por números”, pero tardé mucho en darme cuenta que quería dedicarme al arte. Empecé con estudios liberales sin saber muy bien a qué quería dedicarme y cuando me gradué uno de mis profesores, el pintor Jack Whitten, plantó la semilla en mí y me dio la seguridad de que podía ser artista. Fue gracias a él que me fui a estudiar a Yale y ahí mi carrera dio un vuelco.
P. En alguna ocasión ha mostrado su contrariedad a las definiciones que suelen hacerse sobre el arte abstracto. ¿Qué es para usted?
R. Para mí la abstracción es una forma de conciencia a muchos niveles. Es lo que sentía cuando siendo una niña me asomaba a la ventana y disfrutaba de un paisaje espectacular. El cielo, los coches, la autopista… pero también esa otra sensación más grande, que tenía que ver con la atmósfera y el aire. La abstracción tiene que ver con estar presente y percibir algo que existe entre las cosas. Es una conversación, una conexión. Conseguir que la realidad se vuelva más misteriosa y adquiera mayor profundidad. Es una comprensión más lenta de algo que se conecta con distintas partes y fuentes.
P. ¿Cómo ha cambiado su proceso con la edad?
R. Soy profesora emérita desde 2021, me jubilé después de veinte años enseñando en el Art Institute of Chicago. Amaba mi trabajo, me mantenía viva, pero no echo de menos la parte institucional, porque tenía muchas reuniones que consumían buena parte de mi tiempo. Y a mí me gusta mi libertad. Ahora quiero viajar más. Pintar más. Me compré una casa preciosa en Baroda, Michigan, donde voy a pintar. Pero me invitaron a ocupar el Alex Katz Chair en Pintura en Cooper Union durante el semestre de primavera y me he regalado un año en Nueva York, a ver cómo me siento. Aquí me recargo, voy a muchas exposiciones, reconecto con gente que amo. Y es un buen momento para reflexionar sobre mi trayectoria ahora que tengo esta retrospectiva.

P. Hay artistas muy influyentes que sin embargo tuvieron un reconocimiento muy tardío, como Faith Ringgold que tuvo su primera retrospectiva poco antes de morir ¿Ha sido el mundo del arte justo con usted?
R. Esa siempre es la gran pregunta. Pero yo hago arte sin buscar reconocimiento, sin fijarme en lo que triunfa en el mercado. Lo que hago es algo que necesito hacer para mí, no quiero desperdiciar mi energía en otra cosa. Y es increíble poder ganarme la vida haciendo lo que me gusta, así que estoy agradecida con todas las comunidades con las que he interactuado y me alegra recibir oportunidades y que me respeten por todo el tiempo que llevo trabajando. Aunque lo hago por mí, me gusta poder compartirlo y tener visibilidad, porque cuando las piezas salen del armario, puedo recordarme o redescubrirme mediante nuevas conversaciones.
P. Vivimos momentos políticos difíciles, ¿cómo cree que va a afectar a las próximas generaciones de artistas?
R. Los artistas que hacen un trabajo más crítico siempre han sido retados por la sociedad. Nunca ha sido fácil, pero ahora es más complejo. Todos estamos perdiendo cosas a las que estábamos acostumbrados: los Smithsonian, instituciones culturales, universidades… Se está señalando a profesores, conferencistas. Ya nadie se puede oponer a nada institucional. Los impuestos, el costo de los materiales de arte, todo se está volviendo más caro, incluso lo más básico. No sabemos realmente hasta dónde va a llegar todo esto, pero tenemos que participar de la forma en que podamos, y estar presentes. Tenemos que alzar la voz y no fingir que no está pasando. Hay personas saliendo a la calle, haciendo cosas. Otras dan dinero. Hay muchas formas de negociar esta situación. Los artistas somos flexibles y creativos, y tenemos mucho poder. Creo que es importante mantenernos y avanzar en comunidad. No aislados. Personalmente trato de ser optimista y seguir trabajando. Pintando en mi estudio me siento tranquila.
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