‘El Centro’, los entresijos de una excelente serie con acceso a las tripas de CNI
Juan Diego Botto, Clara Segura e Israel Elejalde protagonizan la extraordinaria ficción de espías creada por David Moreno que han producido Pablo Isla y Movistar Plus +


Bond, James Bond, podía desayunar tranquilamente fresas con champagne con cargo al MI6, como servidor de su majestad británica; sin embargo, Vicente Alfaro, alias Michelin entre sus colegas por su afición a la cocina, suele atizarse por la mañana unos churros. Es un espía español. Pero un espía español de fiar. Uno de los nuestros. Lleva toda la vida en el Centro Nacional de Inteligencia (CNI) y está cansado. Tiene tantas contracciones visibles que dan una idea aproximada también de las que no se ven. Hasta el punto de que si por arte de magia pudieras recomendarle a través de la pantalla a tu fisio o tu osteópata, lo harías. En cualquier momento intuyes que se puede romper. Pero sabes también que seguirá arrastrando los huesos y lo que haga falta hasta que, como un Quijote asolado de pinzamientos, deshaga todos los entuertos.
A Alfaro lo interpreta Juan Diego Botto en la serie El Centro (Original de Movistar Plus + y producida por Fonte Films). Es jefe de contrainteligencia rusa. El actor le da un aire crepuscular. Un agotamiento sin verbalizar que transmite de manera magistral y con esa eficacísima austeridad que solo consiguen los grandes. Lo suyo es mucho más que cansancio, arrastra una callada desesperación a la que impide estallar su sentido del deber.
Botto encabeza un reparto coral en el que también destacan Israel Elejalde, Clara Segura, David Lorente, Nacho Sánchez, Elisabet Casanovas, Elsa Díaz o Tristán Ulloa… “Era importante componer un personaje en el que no dijeras nada más verlo: este tío va a ganar. A Alfaro le gusta cocinar, se lleva el tupper cada día, prepara cruasanes para sus compañeros, tiene motivaciones de andar por casa, problemas con su mujer por verse obligado a mantener una confidencialidad extrema que le produce problemas de estrés”, cuenta Juan Diego Botto.

David Moreno, creador de la serie, David Ulloa, su director, y Botto o el resto de los actores necesitaban conocer a fondo las formas de vida del colectivo. Cómo se relacionaban entre sí y sus hábitos o aficiones puertas adentro, en sus hogares. Tuvieron acceso a algún modelo real con quien pudieron conversar a fondo. Charlas abiertas, pero, lógicamente, con sus límites: “No podíamos tratar técnicas, logística, sí algunos métodos de trabajo”, cuenta Moreno. Una asesoría fundamental para construir el guion. “Nos abrieron las puertas del centro, nos dejaron entrar. Unas veces contestaban a nuestras preguntas, otras no”, asegura Botto. Pero lo que les aportaron fue suficiente para que entre todos lograran un resultado distinto.
Justo el que vio en los guiones Pablo Isla, dueño de Fonte Films, antiguo consejero delegado de Inditex y productor de El Centro. “Eran muy buenos, si a ellos le uníamos una buena dirección que creara esa atmósfera real y un reparto coral de altura como el que se ha logrado, no teníamos duda del resultado. En Fonte Films somos conscientes de la cantidad de historias que se producen en el presente, una auténtica avalancha. Por eso no queremos entrar más que en lo que nos convenza por su propia calidad”, afirma el productor.
Desde que se plantearon hacer la serie hasta su estreno —el próximo 9 de octubre— el tablero geopolítico se ha trasformado radicalmente. Pero hay algo que no ha cambiado ni cambiará a corto y medio plazo, como mínimo. La injerencia global rusa en los conflictos que cuentan. Para cualquier trama, siguen siendo décadas después los mejores malos que se le puedan ocurrir a cualquier guionista. “Para el espectador existe, además desde hace décadas, un marco mental asumido, muy creíble”, dice Botto. “No hacía falta inventar nada fantasioso, no hay más que leer las noticias para hacerse idea”, agrega Moreno.
En la trama existen topos, contraespionaje, amenazas en las altas esferas del poder y la empresa, infiltraciones sistemáticas, desinformación… Casi todo aquello que conforma y destruye el mundo de hoy, los elementos que mueven la solidez y las certidumbres de las democracias y los derechos fundamentales en un asedio sistemático de corrientes autoritarias con planes y estrategias perfilados. “Hoy contamos con malos para aburrir. Desde que comenzamos la serie hasta hoy, el nivel de barbaridad ha ido en aumento. Hemos entrado en un mundo sin normas, donde el presidente de Estados Unidos llega a la ONU con ganas de destrozar la institución y no lo oculta en su sede. Los consensos básicos han explotado por los aires”, afirma el intérprete.
¿Quién anda detrás? “Ojalá no lleguemos a descubrirlo nunca, pero es un plan perverso. Lo que está claro es que intentan imponer la ley del más fuerte. No se puede discutir el valor de los derechos humanos ante quienes no tienen un ápice de moral”.

Queda confiar en tipos como Michelin. Un héroe de retirada y agotado, consciente de su techo y de su capacidad de acción, pero completamente fiable. Atrapado en un mundo hermético, también. “No pueden contar a su gente más cercana ni a sus familias a qué se dedican hasta que tienen un grado de confianza muy alto con sus parejas, por ejemplo. Se relacionan entre sí, por eso la traición es lo peor que se puede dar entre ellos”, cuenta Juan Diego.
Todo queda reflejado en la serie extraordinaria, atravesada de penumbra y dotada de un realismo sistemático: “Queríamos hacer una intriga de espionaje, pero ir algo más allá. Evitar el tono peliculero para ser lo más rigurosos posible con una forma de vida”, comenta Moreno. Para ello les permitieron documentarse y acceder a las tripas, como comentaban, algo que también pone en valor Pablo Isla: “Dota a la historia de una verosimilitud que el espectador percibirá”, comenta el productor. “Aunque no entramos en procedimientos, si pudimos entender mecanismos, organigramas, ciertas lógicas laborales que trasladaran al espectador cómo funcionan los servicios de inteligencia en España”, añade el creador de El Centro.
Deseaban retratar la singularidad de los agentes españoles en sí mismos, no cómo se ha hecho de manera lateral en otras ficciones a menudo, sino colocarlos en mitad del vértice central de todo el desarrollo, explica David Moreno. “Para eso necesitábamos muy buen material humano porque a una serie como esta entras por el género, muy atractivo, el de los espías, pero te quedas a verla hasta el final si te convencen los personajes”.
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