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Qué debe tener una historia “muy ‘Poquita fe” para que les haga gracia a sus guionistas

Pepón Montero y Juan Maidagán presentan la segunda temporada de la serie tras convertirse en un fenómeno viral por una secuencia de los besos en las mejillas que estuvieron a punto de quitar

Eneko Ruiz Jiménez

Quizás todos tengamos una historia a lo Poquita fe en nuestra cotidianeidad. Pero seguramente ninguna sea tan interesante como para ser parte de la serie. Eso es con lo que llevan lidiando sus creadores desde que hace dos años estrenaron su serie. “La gente nos dice todo el rato: ‘Me ha pasado una historia de Poquita fe’. Pero te cuentan una cosa que… no tendríamos ni idea qué hacer con ella. Un director me contó que había ido al proctólogo y que me lo dejaba para la serie. Y yo pensando: ‘No voy a contar eso…”, recuerda, casi hablando como uno de sus personajes, el co-creador y director Pepón Montero antes del estreno de la segunda temporada, que llega a Movistar Plus+ este jueves: “Pero me gusta que vean la vida con esos ojos”.

¿Pero qué supone tener una historia que encaje en esta comedia? Ni Juan Maidagán, su compañero con quien lleva creando proyectos dos décadas, sabe definirlo: “No sé muy bien qué supone que te pase algo así. Al final es simplemente un retrato de lo que pasa en el absurdo del día a día”. Por eso, esta temporada tiene como motor uno de los temas que más afectan a los españoles de 2025 en esa rutina costumbrista: los problemas de vivienda. Pero ni siquiera ese mensaje de calado político nació de una anécdota o de lo que vieran en un informativo (aunque sí reconocen que disfrutan “tocando los huevos con la comedia”), sino de una necesidad mucho más ordinaria: la incomodidad en el rodaje, que no deja de ser para ellos su rutina.

Raúl Cimas y Esperanza Pedreño, en la segunda temporada de 'Poquita fe'.Vídeo: Movistar Plus+

“Vamos a contar la verdad. No nos introdujimos en el tema por hacer política o crítica social. Simplemente, no queríamos grabar en el piso de la primera temporada, porque fue superincómodo. Así que nuestra única idea es que los echaban de casa. A partir de esa premisa, nos dimos cuenta de que lo peor que te puede pasar ahora mismo es perder tu piso. Eso tenía muchas posibilidades”, explica Montero. Eso fue abriendo camino a que los problemas de no tener un techo fueran multiplicándose a través de la familia, vecinos y amigos. La trama central es que los protagonistas, José Ramón (Raúl Cimas) y Berta (Esperanza Pedreño), tienen que volver a casa de sus padres, con los dolores de cabeza que eso crea también para unos progenitores que a estas alturas quieren estar a lo suyo. Entre medias, se salpimentan otras miradas: el compañero de trabajo del protagonista está en la cincuentena, pero tiene dos compañeros de piso; los amigos de su mujer viven en un apartamento irrespirable; la cuñada se pega a la novia para no tener que pagar alquiler… Son solo algunas de las viñetas de los ocho episodios que vuelven a ser cortos en su duración, pero rebosante en personajes secundarios, chistes y subtramas.

Todo eso hace que de una serie pequeña, costumbrista, se erija en una enorme en cuanto a guion y medios. Un universo de personajes que aparecen en una secuencia puntual, en una historia secundaria, y que pueden volver capítulos después como un chiste. “Tenemos muchas historias secundarias acumuladas, y entonces vas pensando cómo incluirla, a qué personaje se la asignas, cómo de larga funciona mejor, y muta. Llegamos al capítulo seis, y todavía tenemos muchas historias buenas por meter. A veces incluso queda muy abigarrado, porque queremos meterlo todo, y tenemos que sacar o simplificar, darte cuenta de cuánto valen. Esta temporada hay una de una señora que come con la boca abierta, y da solo para eso, así que pasamos en seguida a otro chiste”, explican estos guionistas de Cámera Café o Los del túnel que ya se acaban las frases uno al otro. De hecho, en la primera temporada estuvieron a poco de eliminar una que a la postre les convertiría en un fenómeno de internet, en su seña de identidad: la de los besos en la mejilla.

“Antes salíamos, decíamos adiós y ya está, pero un día aquí la compañera… ‘venga un beso’ (...) Y ahora vamos a tener que darles besos cada vez”, comenzaba el fragmento tan español que a semanas del estreno de la serie se volvió viral incluso sin que los internautas supieran de dónde salía. Sus responsables, que la querían haber eliminado porque no sumaba a la trama principal, fueron los primeros sorprendidos: “De repente vimos que tuvo tres millones y pico de reproducciones en un TikTok en Latinoamérica, y la mayoría de gente diciendo en comentarios: ‘¿Eso de qué es?”, ríe Maidagán, si bien reconocen que tampoco esperaba el éxito de la serie: “Confiábamos en el formato y el chiste constante. Aunque un director de plataformas sí que me dijo que si ahora fuéramos con la serie, no la querrían”, reconoce. Cuando presentaron la segunda temporada este año en el FesTVal de Vitoria, el público aplaudió el regreso de la mujer que protagonizaba el sketch de los besos. Y solo había tenido un minuto y 11 segundos de historia.

Tampoco veía las posibilidades el exdirectivo de Movistar Domingo Corral, pero lo convencieron. Tanto es así que este formato con toques de reality show con gente hablando a cámara (para puntualizar el chiste) tendrá una adaptación en Alemania: “La querían porque les hace gracia lo mismo: la pareja, la familia, los suegros… Hemos visto un poco. Lo que pasa es que lo han rodado con menos tiempo y presupuesto. Y se dan cuenta de que es una serie difícil de rodar, aunque no lo parezca, con tantas reacciones, escenarios y actores… parece barata, pero no lo es”, reconocen. Porque esa estructura que es precisamente lo que la hace diferente. Así, de repente, en plena vida cotidiana, Poquita fe te presenta un fragmento sobre un grafitero nazi que no sabe dibujar una esvástica por mucho que la repita en la pared.

Esa es la perspectiva diferente y divertida. Lo otro son los temas de los que siempre han hablado las comedias adultas, pero que tan difíciles de encontrar hoy en un cine solo para comedias familiares. “Esta temporada es una especie de comedia romántica”, reconoce Maidagán. Una en la que, además, la familia, el elemento más clásico de la comedia, está siempre. Ambos guionistas, al fin y al cabo, son como familia y saben lo que es compartir piso. Maidagán, cuando trabaja en Madrid y no en su San Sebastián natal, vive en un espacio de la casa y con la familia de Montero. Llevan 20 años haciéndolo. Ellos aseguran que “los problemas de convivencia” ya los tienen “solventados”. Y, aunque seguro que tienen muchas historias a lo Poquita fe en el tintero, ahora quieren un poco “tranquilidad”. Y, por si alguien se atreve a contarles otra vívida anécdota que podría pasarnos a todos, un aviso: no han aprovechado ni una de las que les han contado.

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Eneko Ruiz Jiménez
Se ha pasado años capeando fuegos en el equipo de redes sociales de EL PAÍS y ahora se dedica a hablar de cine, series, cómics y lo que se le ponga por medio desde la sección de Cultura. No sabe montar en bicicleta.
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