Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Fútbol y vacaciones

Ya no hace falta irse al bar para ver un partido y conectar con la emoción de la parroquia, basta alguien con un móvil y buen pulso para sujetarlo

Aficionados de la selección española siguen desde las pantallas gigantes instaladas en el Parque Berlín, de Madrid, la final que las selecciones de España e Inglaterra.
Ángeles Caballero

Son las siete y media pasadas de la tarde y en la playa de Patos (Pontevedra) aún hay bastante gente. Imagino a algunos novatos como yo despistados con la hora, no siendo del todo conscientes de que en esta parte de la península aún quedan unas tres horas de sol. Veo a un padre y a un hijo jugando a las palas como si fuera la final de Roland Garros, neceseres de futbolista paseando por la orilla portados por sus respectivos dueños. Detrás de mí hay un grupo de preadolescentes que acaban de llegar a las toallas, arremolinados todos, obedeciendo a regañadientes a ese mandato materno que indica que toca ponerse camiseta o sudadera para no coger frío. Los escucho, pero no los veo. Hay murmullo, hay silencio. Hasta que se rompe.

“¡Joder, Salma!”, dice uno de ellos .Y es entonces cuando me doy la vuelta. El adulto que sujeta el móvil tiene al menos a una docena de muchachos pegados a su cuerpo, pendientes de la final de la Eurocopa entre Inglaterra y España. Empieza entonces una narración perfectamente milimetrada. Un toque, y dos, y una falta que tenía que haber sido, y una oportunidad de gol que no llega y que nos obligará, si no hay un poco más de suerte o de acierto, a la prórroga. Los preadolescentes animan y gritan y el adulto dice que ante todo mucha calma, que llegará el gol como llegó el de Iniesta, exactamente en el mismo minuto. “Si es que Inglaterra…”, comenta uno. “¡Que no, que las nuestras son muy buenas!”, responde otro. Pero ese gol no llega y cuando se oye el silbato recogemos los bártulos como si ellos y nosotros nos hubiéramos puesto de acuerdo.

En el coche, hay mala cobertura y se escucha con dificultad Radio Nacional de España. Esta familia locuaz no emite una sola palabra, pendientes de la prórroga. Narran hombres y mujeres y me pregunto por qué no pasa lo mismo cuando juegan ellos. Sigo sin entender lo que es un fuera de juego, me pone muy nerviosa cuando el sonido deja de ser nítido y al escuchar que habrá penaltis se intuye un “uff” en el ambiente familiar.

Ya no hace falta irse al bar para ver un partido y conectar con la emoción de la parroquia, basta alguien con un móvil y buen pulso para sujetarlo, basta con una buena cobertura que convierta esos minutos en agonía. Basta con que sean vacaciones.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ángeles Caballero
Nació en Madrid porque en Getafe, de donde se considera, no había hospital en 1976. Estudió Periodismo por vocación y ahí sigue, a pesar de todo. Ha pasado por ABC, Actualidad Económica, Qué!, El Economista, Onda Cero, Vanity Fair y El Confidencial. Fundó Ctxt. Ahora colabora en la SER, La Sexta y en EL PAÍS hace entrevistas, crónicas y columnas.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_