Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No entiendo la nueva programación de RNE

Qué gana la pública pareciéndose a unas radios comerciales que, en algunos aspectos, ya arriesgan e innovan más que la pública. La audiencia es un tesoro por el que muchos venderían a sus padres

Las nuevas voces de Radio Nacional, este miércoles en la sede de RTVE en Torrespaña (Madrid).
Sergio del Molino

Me remango antes de escribir: he sido colaborador de RNE esta temporada en un programa que desaparece, Podría ser peor, y trabajo desde hace casi una década para Onda Cero. Además, en una esquinita de mi casa me observa un trofeo con forma de ojo, recuerdo del día en que gané el premio Ojo Crítico de RNE de narrativa, que fue muy importante en mi carrera. No soy un oyente neutral: juzguen ustedes si esto convierte mi opinión en sospechosa o en pertinente. Yo la escribo desde la segunda convicción, pero no podría hacerlo ocultándoles quién soy.

Me cuesta mucho comprender los cambios profundos que se han presentado para Radio Nacional: los fichajes de algunas figuras veteranas para los huecos principales de la parrilla, el arrumbamiento de marcas consolidadas de la radio cultural a los desvanes de Radio 5 o a la fresquera de la madrugada, o la cancelación de proyectos nacidos en la casa que experimentaban con lenguajes más jóvenes sin desvirtuar ese sentido antiguo de la dignidad locutada, marca de la casa.

No entiendo qué gana RNE pareciéndose a unas radios comerciales que, en algunos aspectos, ya arriesgan e innovan más que la pública. La audiencia es un tesoro por el que muchos venderían a sus padres, y debe de ser frustrante encadenar muchos EGM a la baja, pero el privilegio de una radio estatal sin publicidad es no vivir expuesta a esos ataques de ansiedad. El servicio público que justifica la existencia de un medio así se puede entender de muchas maneras, y quizá la peor de todas sea dejarse arrastrar por una carrera en la que nadie le ha pedido participar, y mucho menos, ganar.

Es paradójico que las cadenas comerciales mantengan unas parrillas más estables, coherentes y respaldadas por un proyecto largoplacista que RNE, tan volandera como su dirección. ¿No debería ser RNE una piedra de criterios robustos al servicio de la sociedad española? ¿No debería defender su proyecto con razones propias, así lo escuchen cien millones o cien oyentes?

Alguna vez he escrito que una radio pública debería ser el metro de platino de todas las radios: la medida de la excelencia, el estándar del que ningún radiofonista que aspire a esos intangibles del prestigio y el respeto debería alejarse demasiado. Es la mía una postura maximalista y quizá irrealizable, pero es una postura. Y eso es lo que echo de menos en la programación que viene: un criterio que no sea la caza desnortada de una audiencia improbable.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Sergio del Molino
Es autor de los ensayos La España vacía y Contra la España vacía. Ha ganado los premios Ojo Crítico y Tigre Juan por La hora violeta (2013) y el Espasa por Lugares fuera de sitio (2018). Entre sus novelas destacan Un tal González (2022), La piel (2020) o Lo que a nadie le importa (2014). Su último libro es Los alemanes (Premio Alfaguara 2024).
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_