El año en el que los premios Emmy redescubrieron que las series de siempre siguen funcionando
‘The Pitt’, ‘La diplomática’, ‘Paradise’ o ‘Nadie quiere esto’ son una muestra de que las plataformas vuelven a apostar por ficciones de la televisión tradicional


En 1999, Los Soprano se convirtió en un fenómeno cultural inesperado. Su creador, David Chase, había llegado hasta aquí dispuesto a luchar contra la televisión “de siempre” que tanto le había hecho sufrir como guionista. Vivía frustrado por no alcanzar su sueño cinematográfico, y las series de los canales en abierto jamás le habían dejado dar rienda suelta a su libertad. Allí no se podían construir personajes imperfectos, pero tampoco hablar de sexo o decir tacos. Todo tenía que acabar bien y reiniciarse cada semana. La HBO a la que llegó, acompañada por series rompedoras como Oz y Sexo en Nueva York, cambió esos parámetros. El mundo comenzaba a ver la televisión de otra manera, y daba inicio la edad de oro de lo que hasta entonces se conoció despectivamente como caja tonta.
En 2025, hemos pasado de pantalla, sin saber bien todavía si hemos avanzado o retrocedido. Lo que parece claro es que vivimos otra época televisiva, que aquella edad de oro ya pasó, y que la televisión ha superado esa era de antihéroes e ínfulas de prestigio. Todavía pervive en ella, sí, tiene su espacio e influencia, pero aquellas ganas de romper con todo ya no son el principal objetivo, porque la ruptura se convirtió también en un status quo industrial en sí mismo y, por lo tanto, cansó. Este camino de ida y vuelta ha hecho a las series aprender (porque nada es blanco ni negro) que aquella antigua televisión también tenía muchos aspectos positivos, tanto de negocio (las teles ya no dan aquellos beneficios) como narrativo, tanto laborales (crear 22 episodios al año creaba mucho trabajo en Hollywood) como culturales. Y eso se nota también este año en las nominaciones a los Emmy, donde, aunque haya producciones herederas de Los Soprano (o de la revolucionaria Perdidos, como es el caso de Separación, la más nominada con 27 menciones), también destacan series que apelan a este clasicismo, a la manera en la que se hacían las cosas antes.
Es el caso del drama médico The Pitt, una pequeña revelación que cuenta con 13 nominaciones, pero también de otras como el thriller político La diplomática, la comedia romántica Nadie quiere esto, la distopía Paradise o las comedias de lugar de trabajo The Studio, Hacks y Terapia sin filtro, todas mencionadas en numerosas categorías. Ninguna inventa la pólvora. Y tampoco buscan hacerlo. Al contrario, utilizan las armas de siempre para crear producciones que enganchan al espectador, y buscan que este se sienta identificado y arropado en el sofá. Series largas que no buscan ser películas serializadas con final cerrado, sino que improvisan según caminan. Aquí lo importante vuelve a ser el proceso, la experiencia semanal.
The Pitt, en particular, presenta un mundo de héroes frente al mundo distópico que vivimos en los informativos. Quizás es lo que necesitábamos: creer en alguien. Curiosamente, vuelve a ser HBO Max la que sabe lo que el mundo necesita, incluso si es lo opuesto a por lo que se hizo famosa. Esta serie de médicos encapsulada en un solo escenario y en tiempo real (cada hora del turno es un capítulo) es en realidad una reinvención no oficial de Urgencias, con la que comparte productor ejecutivo (John Wells) y protagonista (Noah Wyle) y que los propios herederos de Michael Crichton denunciaron por plagio. Es también un punto clave en la estrategia de HBO Max por intentar diferencias la marca de la cadena de cable HBO, donde reside el prestigio y los dramas para adultos, de Max, su servicio de streaming que quiere producir series con más episodios y que apelen a lo que siempre funcionó, empujada por el éxito en plataformas de Suits, Ley y Orden o Anatomía de Grey. Que haya funcionado también en los premios, con 13 nominaciones al Emmy, es la guinda del pastel. Y con las críticas recibidas, es un buen ejemplo de por dónde quieren ahora que vayan las cosas. Seguro que a la de médicos le siguen otras de policías o abogados.
En todo caso, esa conjunción de los dos mundos ha hecho a HBO Max ser líder indiscutible de las nominaciones, con 142 menciones, muy por encima de las 120 de Netflix. Si bien, paradójicamente, donde más aparece el membrete de HBO es con El pingüino, con 24 nominaciones, un spin-off de The Batman de Matt Reeves, y otra muestra de que el canal se ha transformado en algo distinto a lo que era en 1999. Ahora también produce secuelas, derivados y conjunciones empresariales, no solo series originales y rompedoras.
Casi parece que, tras el final de Succession, y el bajón de The Bear o The White Lotus (que siguen apareciendo aquí por pura repetición), el mayor vestigio de originalidad se encuentra estos días en el campo de las miniseries, con fenómenos como Mi reno de peluche o Adolescencia, ambos llegados del Reino Unido.
Los modos de la televisión tradicional está, por lo tanto, de vuelta en plataformas. Repetir las fórmulas de aquellos éxitos añejos de la televisión en abierto es el mandato, y los premios Emmy lo aplauden mientras se olvidan curiosamente que aquella televisión sigue existiendo. Desde hace años, la aparición de los canales de siempre en las nominaciones es solo testimonial, y este año ha tocado fondo, con unas pocas menciones en las categorías principales para Colegio Abbott, Matlock y el infinito Saturday Night Live.
En todo caso, y aunque The Pitt represente el cambio de modelo, es de asumir que al final no se lleve el gato al agua. No al menos este año. Parece que será Apple quien acabe haciendo doblete (por primera vez en la historia de una plataforma) con los triunfos de Separación y The Studio (que sí que rompe con la tele gracias a su manera de rodar). Dos excelentes series, quizás las mejores en la competición, que, sin embargo, son demasiado minoritarias por pertenecer a una plataforma a la que le cuesta ganarse suscriptores. Y esa también es parte de la gracia de la televisión perdida: los fenómenos compartidos. Apple ha acabado siendo más HBO que la propia HBO, con proyectos rompedores y originales, pero le falta una cosa muy relevante: el cariño de suficiente público para que sus ficciones se conviertan con el tiempo obras relevantes e influyentes que perduren en la historia del medio. No hacen falta antihéroes, pero quizás sí alguien que de un vuelco a las normas establecidas para volver a hacer las series en esa mezcla perfecta de fenómeno de masas y ente cultural.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma
