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Yolanda Ramos: “Por un millón de euritos volvería a trabajar con Almodóvar”

La actriz cómica vuelve a la pantalla con ‘Viaje de fin de curso’, nueva comedia de Prime Video sobre un grupo de adolescentes confinados en un hotel en plena pandemia. “A mí me ha costado mucho que tomaran en serio en este oficio”, afirma

La actriz Yolanda Ramos, el 27 de mayo en Madrid.
Martín Bianchi

Yolanda Ramos (Barcelona, 56 años) nunca se ciñe al guion. Su formación actoral no transcurrió en ninguna escuela de arte dramático sino en El Molino, el legendario cabaret barcelonés. A diferencia de otras actrices, siempre dice lo que piensa, aunque a veces eso la meta en líos. Y no tiene ínfulas de diva. Llega a la terraza de un bar en el Paseo del Pintor Rosales, epicentro del Madrid más pijo, y se pone a hablar como si nada con un grupo de señoras a las que no conoce. “Yo hablo con todo el mundo”, dice. Hoy viene a hablar de Viaje de fin de curso: Mallorca, nueva comedia de Prime Video sobre un grupo de estudiantes confinados en un hotel de la isla balear en plena pandemia del coronavirus. Ramos, descacharrante como siempre, interpreta a una profesora empastillada al borde de un ataque de nervios.

Pregunta. ¿Cómo fue su viaje de fin de curso?

Respuesta. ¿El mío? Fue la única experiencia bonita que tuve en mi adolescencia. No tuve una adolescencia feliz, pero ese momento lo fue.

P. ¿Por qué no tuvo una adolescencia feliz?

R. Estaba llena de miedos. Mi primer beso formal lo tuve a los 20 años. El hecho de intimar con otra persona me daba pánico. Era muy miedosa, con una educación muy estricta. Era una niña que ahora se llamaría gótica y que entonces se llamaba extraña. No pegaba nada con la gente de mi edad. Sufría bullying fuera del colegio. Cuando caminaba por la calle, sufría verdadero acoso.

P. ¿Tenía amigos en el instituto?

R. No fui al instituto. Estudié formación profesional para ser auxiliar de clínicas, otra cosa que me hizo más introspectiva. Con 15 años ya hacía prácticas y vi la muerte en persona. Descubrí que los niños morían. Cogí tal depresión que me tuvieron que pasar a niños recién nacidos.

P. ¿Cuándo se deshizo de aquella Yolanda?

R. Me deshice de esa manera de ser cuando hice terapia, con 30 años. La adolescencia triste me duró hasta esa edad. Por suerte, mi primera psicóloga me abrió algún chacra y pasé de que todo me saliera mal a que todo me fuera bien. A mí me faltaba esperanza en la vida y la psicóloga me la dio. Es un mensaje que quiero darle a los jóvenes: que tengan esperanza.

P. ¿Pero cuándo empezó a ser graciosa?

R. Yo era triste, pero también graciosa. Recuerdo la primera vez que alguien se rio conmigo. Tenía cuatro años e iba diciéndole algo a mi madre. La pareja de adelante se moría de risa. Para mí hacer reír es como una misión. Detrás de un humor generoso está la misión de que la gente se identifique con lo que hablo.

P. Viaje de fin de curso ocurre durante la pandemia. Usted lo pasó muy mal cuando cogió el covid.

R. Sí, lo cogí en isla Mauricio y lo pasé encerrada en un hospital con una compañera y cuatro indias. Eso era una cárcel. Nadie entraba a limpiar. Había cucarachas, salpicaduras de sangre, camas sin hacer de enfermos que habían muerto… Nos lavábamos la ropa nosotras mismas. Mi cerebro lo ha querido borrar. Mi hija se empeñaba en hablar conmigo por videoconferencia. Yo hacía como en la Vida es bella: le decía que estaba en un rodaje y que hacía de enferma.

P. La película reivindica a la llamada “generación de cristal”.

R. No me gusta ese término. El primer síntoma de que te estás haciendo viejo es cuando empiezas a criticar a los jóvenes, cuando te metes con unos niños que no tienen ninguna esperanza ni en el trabajo ni en nada. A mí me rompe el alma ver a un adolescente llorar, excepto a la mía [risas]. Tiene 13 años, una edad muy complicada. Si acaba llorando, es porque me ha dado por saco.

P. ¿Por qué subestimamos a los jóvenes?

R. Siempre pasó. En mi época era porque no sabíamos lo que habían pasado nuestros abuelos en la guerra. Yo nunca le digo a mi hija: “Si te hubiera tocado mi tiempo”. No quiero que le hubiera tocado mi tiempo.

P. Todo el mundo cree que los cómicos siempre están de broma.

R. En casa yo no estoy de broma. En casa aparece un señor muy serio dentro de mí, un señor calvo, con bigote, bajito y con traje de chaqueta, un representante de extintores. No sé por qué mi mente se convierte en ese señor cuando estoy en casa.

“La adolescencia triste me duró hasta los 30 años”, asegura Yolanda Ramos.

P. Uno nunca sabe si habla en serio o en broma.

R. Ya… Tengo una manera de ver la vida que hace gracia. Yo cuento una desgracia y la gente se ríe. El humor generoso, el que te sale del alma, es muy serio.

P. En los últimos premios Feroz no se entendió su broma sobre los guionistas.

R. Quería decir una mierda de guion hecho por mí para luego darles las gracias a los guionistas por su trabajo. Pero pasaron a los nominados y no pude redondear el chiste. Lo pasé mal. Encajo muy mal las críticas porque soy muy insegura.

P. ¿Qué críticas le molestan más?

R. Lo que no tolero es cuando dicen que voy borracha y drogada. Yo entro en un estado de fiesta cuando hago humor porque si no no funciona. Pero nunca bebo ni me drogo antes de empezar a trabajar. Después, es otra cosa [risas].

No sé si ahora ganamos menos que los tíos porque nunca pregunto los sueldos

P. ¿Le gustaría hacer más papeles dramáticos?

R. No. El drama me aburre bastante porque no oyes al público. No sabes si a la gente le está gustando lo que haces. Cuando haces humor, la reacción es instantánea. Además, un papel dramático tendría que ser muy a mi medida porque siempre tiro para el humor. Creo que también hay humor en lo dramático. La semana pasada, por ejemplo, tiramos las cenizas de mi madre y hubo momentos de risas.

P. La gente piensa que con la fama viene el dinero.

R. Bueno, yo ahora mismo estoy totalmente pobre. Me encantaría tener mucho dinero pero lo he invertido en mi casa. No sé en qué momento… Te aseguro que estoy totalmente pobre. Mejor no te digo lo que tengo.

P. ¿Los cómicos siguen ganando más que las cómicas?

R. Cuando yo empecé, era así. Pero no sé si ahora ganamos menos que los tíos porque nunca pregunto los sueldos. Soy muy rabiosa con eso. Me ha costado mucho que me tomaran en serio en este oficio por dos razones. La primera, porque siempre parece que hablo en broma y lo confunden con locura. La segunda, porque soy muy natural y a veces a la gente del oficio le molesta eso. Al principio yo lo pasé mal en esta profesión porque tengo TDAH [trastorno de déficit de atención] y cuando estoy leyendo un guion soy incapaz de aprendérmelo. Estoy leyendo una frase y digo otra. Cuando hice la película con Almodóvar [Volver], en la que salgo dos minutos, no me sabía nada. Yo ya me había inventado mi historia.

P. Debe ser la única actriz de España que no quiero volver a trabajar con Almodóvar.

R. Yo, nunca más. Te lo juro. A no ser que me den medio millón de euros. Con medio millón me lo pienso y estoy segura que lo haría mal… Pero ya me habrían pagado.

P. Entonces vendería su alma por medio millón. ¿No es poco?

R. Vale, por un millón de euritos volvería a trabajar con Almodóvar. Ahora siempre pido por contrato poder hacer cambios con los directores. Si desde el principio de mi carrera no hubiera añadido cosas a mis personajes, hoy tú no estarías aquí entrevistándome.

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Sobre la firma

Martín Bianchi
Martín Bianchi Tasso es coordinador de Estilo de Vida en El País Semanal y además colabora con la sección de Gente de EL PAÍS. Fue redactor jefe de la revista ¡Hola!, jefe de Sociedad en Vanity Fair y jefe de Gente y Estilo en Abc.
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