Duros a cuatro pesetas
No estamos educados para dudar de nuestros ojos y ahora que la IA lo invade todo sería una asignatura esencial. Sin embargo, avanzamos hacia un estilo de vida que considera pensar, discurrir y organizarse mentalmente, una pérdida de tiempo


Adelanto que no me opongo a los avances tecnológicos. Abracé Internet con tanto entusiasmo como las compras online y le pongo ojitos a las carísimas e innecesarias gafas de Apple. Sin embargo, ante ChatGPT, sigo sintiendo cierta prevención; como fan de la ciencia ficción, temo lo que pueda hacer una inteligencia artificial envalentonada o, peor, las mentes tras ellas. Como no puedo evitar la curiosidad, me intereso por el uso que le dan los demás. Muchos tiran de él para navegar en las procelosas aguas de la burocracia. Les entiendo. Empiezo a alzar la ceja cuando alguien me dice que lo usa “para todo”. A una conocida, ChatGPT le hace hasta la maleta y a otra le contesta los mails y le diseña los menús semanales “para no perder tiempo ante la nevera”. Escuchando eso, me pongo alerta; nunca llamaría perder tiempo a pensar, por humilde que sea la tarea; esas reflexiones de baja intensidad abonan las semillitas cerebrales, las mantienen alerta para cuando lleguen retos complejos.
Poco pensaron los que esta semana fueron estafados por una agencia de viajes. Creyeron en una oferta irrisoria, un viaje para dos a París, Nueva York o Tokio con alojamiento incluido por apenas mil euros que aflojaron sin mucha reflexión porque la oferta venía avalada por influencers. Que alguien gaste con alegría cuatro cifras porque se lo dicen Adara Molinero o Marta Peñate —que parece que también fueron timadas—, no me rompe el corazón, no lo niego. Ninguno de los estafados parecía analfabeto digital, solo atolondrados que creen en los duros a cuatro pesetas (urge actualizar el refranero, lo sé). Tal vez indagar en el nivel de vida de esas ciudades y echar un vistazo a otras webs de viajes les habría alertado, pero la reflexión no está de moda; mejor que lo haga un influencer o un robot.
Al menos las prescriptoras eran reales, no como tantas celebridades generadas por inteligencia artificial que están timando por doquier. Suelen ser cutres, pero no estamos educados para dudar de nuestros ojos y ahora que la IA lo invade todo sería una asignatura esencial; sin embargo, avanzamos hacia un estilo de vida que considera pensar, discurrir y organizarse mentalmente una pérdida de tiempo. Insisten en que debemos suplementar nuestra alimentación y entrenar el cuerpo para estas longevidades impensables que enfrentamos hoy, pero lo que debería preocuparnos más que la fortaleza física es la debilidad mental y, para ayudar a combatirla, no hacen falta mancuernas ni elípticas; bastan gestos tan sencillos como hacer la maleta por una misma.
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