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‘Al norte del norte’: la amable comedia de Netflix que introduce el desconocido universo inuit a un público global

La serie mezcla de forma orgánica situaciones cómicas típicas de las ‘sitcom’ norteamericanas con críticas anticolonialistas y comentarios sobre el trauma intergeneracional fruto de la represión y violencia sobre este pueblo

Anna Lambe durante el rodaje de 'Al norte del norte' (2025).

Hay pocas armas más poderosas que la televisión para cuestionar las representaciones dominantes y generar nuevos significados. Por eso, es de celebrar que Netflix estrenase internacionalmente el pasado 14 de abril una serie sobre una comunidad inuit (habitantes originarios de las regiones árticas), creada y ejecutada por inuits. La primera temporada de la comedia Al norte del norte consta de ocho episodios entrañables y simpáticos de 25 minutos que, sobre todo, desafían la mirada colonial con la que se ha retratado históricamente a los mal llamados esquimales —un término con el que, spoiler alert, a los inuits les ofende que se refieran a ellos—.

La trama de la primera temporada de la serie gira en torno a la separación de Siaja, una joven inuit de 26 años, de su marido, un piloto y cazador de focas narcisista, además de un maltratador de libro, con quien tiene una hija. La narración de cómo intenta reconstruir su vida en Ice Cove, un pueblo ficticio del Ártico canadiense, mezcla situaciones cómicas típicas de las sitcom norteamericanas con críticas anticolonialistas y comentarios sobre el trauma intergeneracional fruto de la represión y violencia; y lo hace de forma natural, orgánica y para todos los públicos. Ni Mary Poppins y su cucharada de azúcar habrían conseguido endulzar una píldora tan difícil de digerir.

Cuentan Alethea Arnaquq-Baril y Stacey Aglok MacDonald, creadoras de la serie e inuits de Nunavut (Canadá), que la historia surgió, como tantas, una noche de copas. Acababan de terminar de rodar The Grizzlies, un largometraje durísimo sobre los problemas de violencia, alcoholismo y suicidio adolescente en el Ártico canadiense, y querían cambiar de registro, alcanzar a una mayor audiencia. “Queríamos contar una historia en la que la gente no tuviera que prepararse emocionalmente para verla, que pudieran simplemente sentarse y disfrutarla, y sentir que podían formar parte de la conversación, como si estuvieran allí con nosotras teniendo esta charla. Queríamos que se sintiera acogedora”, explica Aglok MacDonald, que ya tenía experiencia con el género de la comedia.

Cuando se pusieron manos a la obra, el encierro obligado de la pandemia del covid no hizo más que confirmar sus deseos de escribir una serie reconfortante, que además fuese una “carta de amor” a su comunidad, como dice Aglok MacDonald. Y aunque las dos creadoras habían trabajado en documentales, películas y series dirigidas al público inuit, en esta ocasión buscaban un impacto mayor. “Esta serie, desde el principio, queríamos que fuera algo comercial, llamativo y que el mundo entero pudiera entender. Fue una elección muy consciente y por eso se lo propusimos a Netflix”, cuenta Arnaquq-Baril, que en Canadá es conocida por su trabajo como documentalista.

Stacey Aglok MacDonald y Alethea Arnaquq-Baril en el estreno de 'Al norte del norte', en febrero de este año en Toronto.

Al norte del norte es la primera serie original de Netflix producida en Canadá. El proyecto es una coproducción con la cadena pública Canadian Broadcasting Corporation (CBC), en colaboración con Aboriginal Peoples Television Network (APTN), un canal dedicado a contenidos creados por y para las comunidades indígenas del país. Se rodó principalmente en Iqaluit, la capital del territorio ártico canadiense de Nunavut, donde más de 500 locales participaron como extras.

Para Arnaquq-Baril, ayudar a impulsar la comunidad cinematográfica indígena en Nunavut fue una parte fundamental del proyecto. “La mitad del equipo de guionistas era inuit. Y en la producción, contábamos tanto con profesionales inuit ya capacitados en distintos departamentos como con aprendices que estaban dando sus primeros pasos en la industria, que integramos en diferentes equipos”, explica.

La función pedagógica se extendió a los miembros no indígenas, para quienes organizaron un taller con varios ponentes donde los participantes pudieron aprender sobre la historia local y los acuerdos de reclamación de tierras entre los inuit y el gobierno canadiense. “Existen muchas naciones distintas en todo Canadá y, por supuesto, en el mundo, cada una con su propia experiencia indígena. El proceso de colonización fue diferente en cada lugar. Por eso, consideramos fundamental poner al tanto a todo nuestro elenco y equipo visitante sobre algunas realidades históricas del Ártico canadiense”, puntualiza Aglok MacDonald.

El intercambio de experiencias y aprendizajes entre las diferentes poblaciones que participaron en el rodaje es algo que también destaca Anna Lambe, la actriz principal que representa el papel de Siaja: “Fue muy bonito ver cómo muchos miembros del equipo que venían del sur se enamoraron del norte y de los desafíos que implicaba rodar allí. Al mismo tiempo, muchas personas inuit se enamoraron del cine y la televisión, y ahora quieren dedicarse a esta industria”.

Lambe es originaria de Iqaluit, pero vive desde hace algunos años en Ottawa, a donde se desplazó para estudiar Desarrollo Internacional y Globalización en la universidad: “Dudaba en dedicarme al cine porque no sabía qué tipo de impacto podía tener. A primera vista, todo parecía bastante superficial. Pero con el tiempo, y especialmente trabajando en el ámbito del cine y la televisión indígena, me di cuenta de todo lo contrario. Al ver el enorme esfuerzo que han hecho nuestras comunidades para construir la infraestructura y la capacidad necesarias para tener éxito en esta industria, entendí que dentro de ella también se lleva a cabo un importante trabajo de activismo”.

Entre esta infraestructura, Lambe destaca Red Marrow Media, la productora de Arnaquq-Baril y Aglok MacDonald, cuyo impacto va más allá de la representación y la visibilidad de las problemáticas del norte, inyectando dinero en una economía que lo necesita, y apoyando a la comunidad artística local: “Hicieron un trabajo increíble buscando artículos artesanales indígenas. Las parkas y todo el vestuario está hecho por costureras inuit, que son muy queridas y apreciadas en el territorio, como Victoria Kakuktinniq, de Victoria’s Arctic Fashion. El arte de los diseñadores indígenas realmente elevó la serie a otro nivel”.

Después del estreno internacional de la primera temporada, la serie pasó por el top ten de Netflix en algunos países, incluido España, durante un par de semanas. “Ha sido muy interesante ver cómo personas que no son del norte han querido entenderla, profundizar, aprender más sobre los inuit y sobre Nunavut”, dice Lambe, que pronto coprotagonizará Heart of the Beast con Brad Pitt. La crítica ha acogido el proyecto con entusiasmo y la CBC y Netflix anunciaron a finales de abril que habrá segunda temporada. Parece que Al norte del norte va a poner en el mapa a un pueblo históricamente marginado y desconocido, que hasta abril contaba con escasas muestras de representación cultural a esta escala.

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