Pacientes oncológicas víctimas de los retrasos diagnósticos en Andalucía: “Soy un error viviente de que el sistema no funcionó como debería”
Seis mujeres relatan la angustia y el impacto sufrido al saber que la demora en avisarlas del peligro permitió la evolución de los tumores. Uno de los casos lo cuenta la hija de una enferma que falleció


En los testimonios desgarradores de las mujeres andaluzas que han padecido los retrasos en los diagnósticos del cáncer de mama se palpa el miedo. La mayoría sufre aún secuelas y le ha visto las orejas al lobo, algunas han pensado mil veces en la muerte, a otras les han extirpado un pecho o los ganglios, o parte de su empuje vital. Se repiten los reproches a la Junta de Andalucía (PP) por el mal funcionamiento del sistema de comunicación al no alertarlas de que sus casos eran dudosos, pero es una indignación tamizada por el mal trago que atraviesan. Transmiten estar más preocupadas por que el error se frene en seco y no haya más perjudicadas que por exigir dimisiones o reclamar compensaciones económicas ulteriores por un cáncer evitable que les ha roto la vida.
Sin embargo, el sistema sanitario andaluz no hace agua solo por estos 2.000 casos dudosos que la Junta ha contabilizado que no fueron avisados y que estos días son analizados uno a uno, también lo sufren mujeres con fallos de diagnóstico. Como el que relata Alicia J., que vio pasar el tiempo mientras en sus pechos crecía un tumor de 10 centímetros. Estos son algunos casos de mujeres víctimas de los retrasos en el diagnóstico de cáncer de mama en las provincias de Sevilla y Málaga.
Cristina Fernández, de 51 años, sufrió un retraso clamoroso de año y medio para detectarle su enfermedad: “En noviembre de 2023 me hicieron una mamografía y me dijeron ‘si no te llamamos, está todo correcto’. Yo me fui y pasó el tiempo, y nadie contactó conmigo. En febrero de este año, duchándome, me palpé un bulto y cuando fui al médico de cabecera, me dijo que en la mamografía ya aparecía un nódulo, que me tenían que haber hecho una ecografía. Ya me puse nerviosa y me fui a reclamar al Virgen del Rocío mi ecografía, y era maligno. Imagínate si no me lo palpo, no estaría hablando hoy contigo”.
Tras 18 meses sin noticias del sistema de salud andaluz, el cáncer de Fernández había avanzado hasta alcanzar los órganos linfáticos: “Fui operada y el tumor era doble, de uno y dos centímetros, y tenía metástasis en el ganglio centinela, ya había pasado a la cadena linfática”. Esta mujer se reunió el pasado jueves con la consejera andaluza de Salud y Consumo, Rocío Hernández, para explicarle su caso de primera mano junto a la asociación Amama, que aglutina a las pacientes de cáncer de mama.
“Puse una reclamación porque necesitaba una respuesta, y me respondieron que lamentaban la demora, pero que tenían constancia de que me estaban atendiendo. Y yo decía ¿y ya está? El programa debe funcionar de manera precoz, en el menor plazo posible, y yo no paraba de pensar en la palabra precoz (…) Todos los meses que llevo con angustia y mi familia pasándolo mal, no es solo la parte física, la parte psicológica y emocional es muy fuerte. Yo soy un error viviente de que el sistema no funcionó como debería”, detalla.
A su lado, Charo Castro, de 59 años, también entró a la reunión con la consejera, quien en principio acusó a las mujeres de tener intereses partidistas, hasta que ellas la corrigieron y le aclararon que son enfermas sin afiliación política. Tras hacerse una mamografía en septiembre de 2024, Castro estaba intranquila porque no recibía llamada del sistema de salud (SAS). Cuando le dijeron que debía esperar seis meses para una ecografía, acudió a la sanidad privada para lograr una prueba urgente y allí le dieron su diagnóstico sombrío. “Yo me notaba el bulto, pero si no me lo hubiera palpado, no me habría enterado. He sido yo la que estuvo insistiendo, nadie me llamó”, resumía.

Una tercera paciente, Anabel Cano, aclaraba a la agencia Efe que su lucha actual persigue evitar que haya más perjudicadas en Andalucía: “Esto no es política ni prensa. La solución es que no vuelva a pasarle a nadie. Estamos pidiendo lo normal, se han hecho mil mamografías, pero ¿y el problema? (…) Tengo compañeras muy jóvenes que van a perder un pecho y es un problema muy gordo, incluso a lo mejor más que el cáncer. Solo pedimos que se hagan las cosas bien, y ninguna mujer y hombre lo padezca, que también hay hombres afectados”.
“¿No os han llamado del Hospital de Antequera?’ Ahí ya se le cambió la cara a la médica”
Mientras, el caso que relata Silvia Ferrer, de 49 años, demuestra cómo los retrasos frente al cáncer son a menudo letales, como le pasó a su madre, Purificación Fernández, fallecida en 2024 a los 70 años. “Mi madre se hizo el 5 de noviembre de 2021 y a finales de enero ya se notó un bulto. Creíamos que no sería nada porque la mamografía estaba muy reciente. Sin embargo, el 31 de enero la llevamos a una oncóloga del Hospital Materno de Málaga y ella nos preguntó ‘¿No os han llamado del Hospital de Antequera?’ Ahí ya se le cambió la cara a la médica. Ese mismo día le punzaron el tumor y el ganglio para la biopsia”.
Ferrer considera que fue una casualidad que al día siguiente recibiera la carta del sistema de salud para citarla el 9 de febrero y repetirle la mamografía. “Estábamos cabreados. Les llamé para recriminarles ‘¿Cómo no podéis llamar por teléfono y dejarlo pasar para que la mujer se movilice, y solo mandáis una carta a los tres meses?’, les dije. Me reuní con el subdirector del hospital, el responsable del cribado y el jefe de servicio de Radiología, que me pidieron muchas disculpas y me aseguraron que no pasaría más. ¡Llegaron a decirme que todavía arrastraban retrasos por el covid en febrero de 2022!”, exclama.
“Después de eso, mi hermano y yo decidimos pasar página y empezar la quimio. Mi madre evolucionó bien, pero en 2024 recayó. Tenía metástasis mamaria en el pulmón, ya muy afectado, y en tres meses falleció”.
Ferrer puso el caso en manos de un abogado, y tras conseguir las imágenes de la primera mamografía, está pendiente de que un oncólogo las evalúe para interponer una demanda y reclamar al sistema sanitario andaluz. “Cuando he visto los casos de esta semana, he pensado, ¿Qué tipo de detección precoz hace esta gente?”.
En Málaga capital, Rosa Doncell, de 52 años, y que sufre varias patologías, explica cómo en su centro de control para el cribado, La Roca, los retrasos están a la orden del día. “Me llegó una carta pasada de fecha y la chica del cribado me dijo que estaba pasando mucho, que llegaban cartas con muchos días de retraso respecto a las citas. Ahora estoy otra vez a la espera, porque la siguiente revisión me tocaba el pasado agosto y sigo esperando. Todo es tedioso para reclamar, pero eso me lo encuentro en todos lados como usuaria, es una práctica habitual en el SAS, la reclamación de citas, retrasos y descontrol. Lo que ocurre es que el cribado es sangrante”, censura. Doncell clama por que “el mensaje que debe calar es que somos más del 50% de la población, que nos escuchen, que las mujeres estamos olvidadas”.
“Un miedo indescriptible, un miedo que no he sentido antes”
En Sevilla, Alicia J., de 39 años, relata un caso escalofriante y que le llevó a tratarse en Elche (Alicante). “A finales de 2020 fui a la sanidad pública a que me miraran el bultito y en paralelo me fui a la privada, porque me daba miedo tanta espera. Pero tenía mamas densas y es más difícil analizarlos. Un año después, en septiembre de 2021 volví al médico y pedí nuevas pruebas porque el bulto había crecido. Pero el médico de cabecera se negó a hacerme la mamografía y me dio ibuprofeno. En diciembre acudí a la sanidad privada y el radiólogo ya lo vio claro, me aconsejó una biopsia y con las imágenes me fui a Elche”.
La mujer relata su sorpresa al conocer cómo había crecido su cáncer. “Fue muy traumático porque el tumor tenía 10 centímetros. Pensaba que era una condena a muerte, pero afortunadamente no se extendió. Tengo secuelas porque me hicieron una mastectomía y me quitaron todos los ganglios de la axila de un brazo. Terminé mi tratamiento en 2022 y ahora me trato para reconstruirme una mama. La sensación de lo que he vivido es que estuve totalmente desamparada. Y un miedo indescriptible, un miedo que no he sentido antes”, concluye.
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