Robert F. Kennedy Jr. inicia su asalto a las vacunas infantiles en Estados Unidos
Un comité nombrado a dedo por el secretario de Salud de Trump cambia las recomendación sobre la cuádruple vírica, que previene el sarampión, la varicela, la rubeola y las paperas


El comité que decide sobre qué vacunas se recomiendan en Estados Unidos (ACIP son sus siglas en inglés) se reunió este jueves durante unas siete horas y en un ambiente bronco, que a ratos coqueteó con el caos, para revisar las recomendaciones que deben aplicar los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) en el uso de vacunas. La novedad era que los miembros de ese comité los ha puesto a dedo el que tal vez sea el antivacunas más famoso del mundo: Robert F. Kennedy Jr., nombrado como secretario de Salud por Donald Trump. Kennedy despidió a los expertos que formaban ese equipo de expertos en junio y los reemplazó, la mitad de ellos esta misma semana, por un grupo que incluye varios antivacunas.
En la reunión, celebrada en Atlanta, se sometían a debate las recomendaciones de tres antídotos: los del coronavirus, la hepatitis B y la cuádruple viral (MMRV son sus siglas en inglés), que previene de una sola vez el sarampión, la varicela, la rubeola y las paperas.
Fue esta última la primera que se sometió a votación. Y el comité cambió su recomendación con un resultado de 8-3: a partir de ahora, se aconseja a los niños reciban dos vacunas −una para el sarampión, la rubeola y las papera (MMR), y la otra, para la varicela− para protegerse de cada una de esas enfermedades en lugar de una que les inmunice de las cuatro de una sola vez. Las decisiones de la ACIP determinan qué antídotos pone gratis a disposición el Gobierno de Estados Unidos, influye en las legislaciones estatales y locales e influye en qué vacunas cubren las aseguradoras.

El panel afín a Kennedy presentó datos que demuestran que la vacuna combinada aumenta ligeramente el riesgo de convulsiones causadas por fiebre. Sea como sea, estas no causan daños permanentes. Muchos pediatras y padres optan desde 2005 por administrar a los niños la cuádruple viral para reducir el número de visitas clínicas y de inyecciones. La nueva recomendación lo desaconseja. Expertos de otras organizaciones médicas se oponen e esa decisión.
Las deliberaciones del comité continuarán este viernes, con el debate sobre las vacunas contra la covid y acerca del momento recomendado para la inoculación contra la hepatitis B, una infección crónica que puede provocar llegar a provocar la muerte.
En junio, mes en el que se reúne normalmente el ACIP, sus miembros votaron las recomendaciones sobre las vacunas de la gripe para este año, pero guardaron silencio sobre la de la covid. Antes de ese encuentro, Kennedy había prometido que esta dejaría de estar recomendada para los niños sanos y las mujeres embarazadas, lo que causó un gran revuelo y provocó una demanda a Kennedy de la Asociación Estadounidense de Pediatría, que ha optado por no participar en la reunión de Atlanta a modo de protesta. A los pocos días, los CDC aseguraron que seguirían facilitando vacunas contra el coronavirus de la cosecha 2024-2025 a las familias y que además estarían financiadas en el caso de que estas fueran familias de bajos ingresos.
Cambio de guion
El siguiente cambio de guion llegó el mes pasado, cuando la agencia del medicamento (FDA) restringió el uso del antídoto para la covid-19 a los niños y jóvenes sanos.
El ACIP también examinó este jueves la vacuna contra la hepatitis B, dado que se trata de una enfermedad transmisible en el parto. Se administra a los recién nacidos en las primeras 24 horas después de nacer, siempre que estos pesen al menos 2 kilos. Esa era la recomendación desde 1981. Los miembros del ACIP dudan de su eficacia, pese a que los estudios indican que es capaz de prevenir la hepatitis B crónica en un 85%-90% de los casos.
En las discusiones de este jueves, el comité pareció inclinarse por obligar a la vacuna solo a los recién nacidos cuyas madres se sabe que están infectadas y a los demás bebés sólo después de que tengan al menos un mes de edad. Esa idea cosecha el rechazo de buena parte de la comunidad médica.
La republicana Florida, tercer Estado por población del país, anunció a principios de septiembre que dejará de exigir la vacunación obligatoria para los niños de enfermedades de las que tradicionalmente siempre fueron prevenidos, como el sarampión, paperas o la hepatitis B. Varios estados demócratas han dicho que adoptarán sus propias medidas para emitir sus propias recomendaciones en sus territorios. Pocos días después, Florida reculó, aunque su gobernador, Ron DeSantis, aseguró que seguiría trabajando por eliminarlos del todo en el futuro
Kennedy logró superar el rechazo de los senadores republicanos en su confirmación del Senado con su promesa, ampliamente rota en sus primeros meses en el cargo, de que mantendría los estándares de vacunación pública. Al contrario, ha despedido a expertos y destituido, por su negativa a plegarse a sus exigencias, a Susan Monarez, directora de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, organismo al que acusa de ser el responsable de los muertos por covid. También ha limitado el acceso a la vacuna contra el coronavirus y ha cancelado 500 millones para desarrollar vacunas de ARN mensajero que servirían para preparar al país, y al mundo, para la próxima pandemia.
Este miércoles, Monarez compareció ante el Senado para explicar que Kennedy, que fue quien la nombró para el cargo, ya con Trump en la Casa Blanca, y también quien la despidió a las pocas semanas, le dio un ultimátum: o se comprometía “de antemano a aprobar todas las recomendaciones del ACIP [órgano asesor de vacunas], independientemente de su base científica” y a despedir “a los funcionarios de carrera responsables de la política de vacunas” o sería ella la despedida. Kennedy cumplió su amenaza, y aún no se ha nombrado sustituto al frente del CDC.
Monarez, que fue atacada por la bancada republicana durante una audiencia que duró varias horas, dijo que en la reunión de este jueves de la ACIP existía “un riesgo real de que se formulen recomendaciones (...) sin una revisión científica rigurosa”.
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