La crisis de la vivienda se ceba con la pobreza infantil: “No tenemos un euro en la cuenta, se lo lleva todo el alquiler”
Las ayudas al hogar tan solo llegan al 3,5% de los niños y adolescentes. Mientras la tasa de pobreza de la población general cae a su cifra más baja en una década, aumenta entre los menores


Edelina, su marido y sus tres niñas viven con un salario de 1.300 euros, lo que él gana como albañil en la construcción, pero el primer día de cada mes se esfuma el 70% del mismo, el precio de la vivienda y los gastos de suministros lo absorben. Su casa, en San Sebastián de los Reyes (Madrid), es muy pequeña. Solo su hija adolescente, de 17 años, tiene habitación propia, las pequeñas, de 1 y 6, duermen con sus padres. “No tenemos un euro en la cuenta, sobrevivimos, se lo lleva todo el alquiler. Es imposible ahorrar”, lamenta la mujer, de 37 años, que prefiere no revelar su apellido. La tasa de pobreza infantil sigue siendo un alarmante problema en España, es la más alta de la Unión Europea con 2,3 millones de menores pobres. Así lo revela el último informe anual de la Red de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el Estado Español (EAPN-ES), que por segunda vez pone el foco en la crisis de la vivienda como factor de vulnerabilidad.
“Vivimos en una casa que un conocido de mi marido compró al banco. La pintamos y la arreglamos un poco, pero es muy antigua e insegura, es un bajo a pie de calle y han intentado robarnos, tuvimos que poner más cerrojos. Necesitamos salir de ahí”, dice Edelina. Pasan frío en invierno y calor en verano, ni las puertas ni las ventanas aíslan. Las paredes están llenas de moho y, a veces, conviven con las goteras. “La bebé enfermó, tenía mucha tos por la humedad”, cuenta.
Los niños son los más golpeados por la vulnerabilidad. La tasa de pobreza de la población general cae a su cifra más baja en una década, aunque afecta a 12,5 millones de personas. Sin embargo, la infantil aumenta. El 29,2% de los menores es pobre, es decir, 9,5 puntos más que el conjunto de la sociedad y 0,3 más que el año anterior. En un contexto de mejora global de los indicadores, los más pequeños se estancan.
Las rentas medias de sus hogares son un factor que influye, también las ayudas a la vivienda, que apenas llegan al 3,5% de los niños y adolescentes, un alcance bastante reducido, aunque de los más amplios desde el año 2008, solo superado por el 2020, según el informe El estado de la pobreza.
Edelina no recibe ningún tipo de subvención para pagar su casa. Es de Perú, allí tenía su propia tienda, pero hace casi tres años lo vendió todo para poder costear su billete a Madrid, y el de sus hijas, dado que su marido ya llevaba cuatro años en España en busca de un futuro mejor. Él tiene arraigo laboral, ella todavía no.
“Tengo que hacer cositas extraoficiales, cuido ancianos y limpio casas para que las niñas puedan comer, pero como máximo saco 150 euros, no es algo fijo”, aclara tras explicar que tiene poco tiempo porque se pasa el día entre citas médicas, ya que su bebé nació muy prematura. Si no fuese por Cruz Roja, algún mes no podrían afrontar los gastos de suministros.
El volumen de prestaciones ha aumentado, pero la directora de Incidencia y Desarrollo Territorial de Save the Children, Catalina Perazzo, explica que el Plan Estatal de Vivienda 2022–2025 carece de un enfoque específico de infancia. “Aunque los hogares con niños son uno de los colectivos más afectados por la crisis habitacional, ninguno de sus trece programas contempla a los menores como grupo prioritario”.
El precio medio del alquiler ha crecido a un ritmo muy superior al de las rentas reales por persona. Desde 2014, el primero ha aumentado un 39,3%, mientras que las segundas lo han hecho un 17,3%, lo que supone más del doble de crecimiento en el coste de acceso a la vivienda frente a la evolución de la capacidad adquisitiva. Solo por detrás de Portugal, España es el país de la eurozona donde más se ha encarecido el precio de la vivienda en 2024.
Gabriel González-Bueno, especialista en políticas de infancia de UNICEF España, advierte de que si de los ingresos se dedujeran los gastos del hogar, 890.000 menores más quedarían en situación de vulnerabilidad, incrementando la tasa de pobreza del 29,2% al 40,4%, lo equivalente a más de 3,2 millones de niños.
UNICEF explica en su último informe sobre pobreza infantil y vivienda, de 2024, que los hogares con niños representan el 33,5% del total de viviendas en España y, sin embargo, son el 59% de los que están en alquiler. Las familias con hijos presentan más dificultades para hipotecarse. El responsable de Infancia de Cruz Roja, Carlos Chana, insiste en que “la vivienda es el mayor factor de empobrecimiento de las familias en España”.
Edelina se topa con dos problemas para cambiar de hogar. Por una parte, no tiene dinero ahorrado para pagar una mensualidad, otra extra como fianza y los gastos de gestión de la inmobiliaria por ejercer de intermediaria, una práctica ilegal desde la esperada aprobación de la Ley de Vivienda en 2023, pero que sigue instaurada en el mercado. Por otra, “el tema de los niños genera rechazo a los caseros, suelen preferir parejas sin hijos”.

En 2024 las personas en pobreza tras pagar el alquiler disponían de media de 333 euros, destinan el 54,4% de sus ingresos al hogar. González-Bueno explica que si la vivienda se lleva tanto dinero, merman otros derechos básicos de los más pequeños. España tiene el peor dato de la Unión Europea en cuanto a los niños que no pueden mantener el hogar a la temperatura adecuada: un 18,7% frente a una media del 9%.
Según los últimos datos de la Encuesta de Condiciones de Vida, el 6% de los hogares sufre retrasos en el pago de la vivienda principal, y esta cifra asciende al 7,7% en las casas con menores. Destaca el 24,4% de los niños que no puede permitirse unas vacaciones fuera de casa.
Es el caso de las dos hijas de María Lucía, de 34 años, que también prefiere no revelar su apellido. Llevan un año y medio en España y viven las tres en una habitación de un piso compartido. Dejó Perú porque sentía inseguridad en las calles, se instaló en España con su expareja y sus niñas, de 13 y 6 años.
Desde que se separó, en diciembre, siente mayor vulnerabilidad económica. “Antes teníamos un sueldo en casa, ahora me busco la vida”. A la espera de que tramiten su permiso de trabajo, ejerce de peluquera a domicilio, gana como mucho 300 euros al mes, pero la habitación le cuesta 450. Si no recibiese la ayuda al alquiler, gestionada por el departamento de Trabajo Social del Ayuntamiento de Alcobendas (Madrid), viviría en la calle.
Comparte vivienda con otra familia y una pareja, sus caseros. Ahora, dice tener mejores condiciones que donde vivían antes. “Era un sótano y las niñas se morían de frío, no se quitaban el abrigo”. Su hija mayor solo estudia en la biblioteca, nunca en el salón. Su gran miedo es ocasionar molestias y que las echen: “Intento no hacer ruido y consumir lo mínimo. Las niñas ya saben que tienen que ser silenciosas. Me costó mucho encontrar una habitación por ser madre”.
Carlos Susías, presidente de EAPN-ES, insiste en que “el hecho de ser familia con hijos a cargo, ya sean numerosas o monoparentales, y sobre todo cuando son las mujeres las que están al frente, genera riesgos de pobreza importantes”.
Falta parque público de alquiler social
Elena Gil, integrante de la Comisión Permanente de EAPN-ES, insta a ampliar el parque destinado al alquiler social con titularidad pública permanente. Actualmente, alcanza el 2,5%, mientras que la media europea es del 9%. Como objetivo, la ONU marca conseguir el 15% en 2040.
“Las alubias son nuestro ingrediente estrella, mucha patata, mucho huevo... carne y pescado entra poco”, reconoce María Lucía. Isabel Díaz, española de 45 años, valora su capacidad de gestión porque ella también tiene que hacer malabares para llegar a fin de mes, pero en su casa entra el IVM, que ronda los 1.100 euros.
“Si no fuera porque vivimos de alquiler en un piso de protección oficial en Paterna (Valencia), donde yo nací, no sé cómo haríamos”, explica. Tras pagar la vivienda y los suministros le quedan 700 euros: “No me dan las cuentas, aquí vamos ahogados. Tengo cuatro hijos, dos de ellos menores, pero todos a mi cargo porque la de 20 es pinche de cocina, pero no tiene trabajo, y el de 19 sufre un trastorno mental”.
Tanto ella como su marido están desempleados. Perdió su trabajo como limpiadora tras caer en depresión y él se quedó en paro durante la crisis de la construcción. Desde entonces asegura que solo le salen contratos temporales. “En general, no comemos mal, mucho puchero, pero sí hemos tenido que engordar la leche con agua para que los niños se la tomasen antes de ir al colegio porque no llegaba el cartón”, reconoce Díaz.
Lo que más preocupa a Edelina es que a su hija mayor le quedan dos años para entrar en la Universidad, quiere ser informática: “Tengo poco tiempo para hacer un colchón, aunque confío en que estaremos mejor. De momento, soy una experta en buscar ofertas en el supermercado y en conseguir juguetes de segunda mano en Navidad para que sigan creyendo en la magia”.
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