Saja Kilani: “Si no hacemos arte para transformar a las personas, para qué lo hacemos”
La actriz y poeta de abuelos palestinos Saja Kilani protagoniza ‘La voz de Hind’, película sobre el asesinato de la niña gazatí Hind Rajab, que se llevó el gran premio del jurado en Venecia y que ahora llega a España

“¿Cómo podemos permitir que una niña suplique por su vida?”. La pregunta que la actriz Saja Kilani lanzó en el pasado Festival de Venecia durante la presentación de su película La voz de Hind retumbó en la conciencia internacional cuando casi se cumplían dos años de genocidio en Gaza. La niña era Hind Rajab, de cinco años, que el 29 de enero de 2024 pasó horas atrapada en un coche entre los cadáveres de sus familiares, llamando y pidiendo auxilio a los voluntarios de la Media Luna Roja que intentaron socorrerla sin éxito.
Los audios de aquellas llamadas fueron difundidos por redes sociales y sobre ellos la directora tunecina Kaouther Ben Hania (Las cuatro hijas) construye una película en la que la dramatización solo está al servicio de una realidad demoledora. Tras 20 minutos de ovación en Venecia, acabó ganando el Gran Premio del jurado y llegó al Festival de San Sebastián, donde Kilani y su compañero de reparto Motaz Malhees fueron recibidos en su estreno con una manifestación en apoyo a Palestina. Horas después de ese momento, semanas antes aún del alto el fuego en Gaza, nos reunimos con ella. “La energía en San Sebastián ha sido incomparable, no había vivido nada parecido nunca”, explicaba con la mirada emocionada.
Criada en Jordania, de abuelos palestinos exiliados, Kilani nunca ha podido visitar la tierra de su familia. Estudió interpretación en Canadá y La voz de Hind (en cines el 28 de noviembre) es la primera película que estrena. Actriz y poeta, utiliza el arte para dar voz a su identidad de mujer árabe, para sanar, para denunciar, para recordar… A su abuela en Tata, por ejemplo, o en Dear Vitiligo, donde transforma el estigma pasado de la enfermedad de su piel en versos y arte corporal. En La voz de Hind es Rana Faqih, la voluntaria de la Media Luna Roja que habló con la pequeña. “Soy solo un instrumento para contar su historia”, dice de su papel en este filme que podría llegar a los Oscar (gracias a la producción ejecutiva de estrellas como Joaquin Phoenix, Rooney Mara o Brad Pitt) para que nunca se deje de hablar de Hind Rajab y de muchas más voces silenciadas.

Cuando le llegó el casting no sabía de qué iba la película…
No, no nos dieron el guion… Era como una improvisación, mi personaje se llama Rana, como mi madre, y en la escena que me mandaron para la prueba ella hablaba con un hombre que se llama Rami, como mi tío, que había muerto solo seis meses antes. Mi madre me dijo: “Es un regalo de tu tío”. Fue tan especial que creo que por eso Kaouther vio algo en mí y se arriesgó conmigo.
¿Por qué dice que se arriesgó?
Porque yo no tenía nada que enseñarle en ese momento. Acababa de rodar una película que ni habían terminado de montar. No es muy habitual que grandes directores como ella se arriesguen con actores que no tienen créditos anteriores. Así que era doble responsabilidad: estaba la de asegurarme de que ella sintiera que había tomado una buena decisión y la de hacerle justicia a la historia.
Y lo primero que hace es hablar con Rana, la mujer que interpreta.
Es lo primero que hicimos todos. Hablar con nuestros respectivos personajes. No pude conocerla porque ella sigue en Ramallah, sigue trabajando, pero construí una amistad con ella. Es una de las personas más fuertes que conozco. Lo único que me dijo fue que escuchara la voz de la niña, que no necesitaría copiarla. Me dijo: “Solo escúchala y responderás de la misma forma que yo lo hice”. Ella ha visto la película y mi corazón sonrió con su mensaje, me dijo: “Estoy muy orgullosa de ti”. Significó todo para mí.
¿Y nunca escuchó la voz de Hind Rajab hasta el rodaje?
Ensayamos mucho, pero sin las grabaciones originales. Y como luego rodamos cronológicamente, cada día era una parte de esa grabación, las reacciones de lo que se ve en pantalla son las reacciones que tuvimos. Sientes de verdad eso que habías leído en guion. En ese momento es cuando se superponen la actuación como actor y como ser humano. Pensé de verdad que estaba hablando por teléfono con ella. Y me desconecté por completo. Fueron momentos muy difíciles de filmar por lo que pasó y todo lo que está sucediendo. Esto aún continúa. Pero cada vez que sientes ganas de rendirte, te recuerdas a ti mismo por qué estás haciendo esto. No todos los días tienes la oportunidad de contar las historias de tu gente con tu propia voz. Así que fue un gran privilegio y un gran honor.
La pregunta que lanzó en Venecia —“Cómo hemos podido permitir que una niña suplique por su vida”— es la que resuena cuando se termina de ver la película.
¿Cómo es posible? Es una locura. No sé cómo hemos llegado a eso, pero creo que por eso es importante esta película, porque vivimos en un mundo donde solo vemos números y es muy fácil insensibilizarse. Pero con Hind estos números se vuelven personas. Y lo más poderoso es que está filmada desde la perspectiva de la Media Luna Roja, que simboliza al público. Cada personaje representa las emociones que la gente experimenta viéndola. Ojalá no tuviéramos que hacerla… Pero si no hacemos arte para transformar algo dentro de las personas, ¿entonces para qué lo hacemos?

Escribe poesía, ¿el arte es una especie de herramienta, un medio de expresión de su identidad y su poder?
Es mi principal forma de expresión. Como artista, la razón por la que sigo creando arte es porque me nutre interiormente. Como actriz estás constantemente haciendo audiciones y recibiendo rechazos y a veces eso puede acabar con el artista. Es normal que muchos abandonen porque te pierdes a ti mismo, pero la poesía me ha mantenido en pie. Amo el arte. Amo cualquier forma de expresión. Creo que es la herramienta más poderosa.
¿Fue antes la interpretación que la poesía?
Sí, yo estudié teatro en Canadá y amo actuar sobre un escenario. Así empecé a enamorarme de la poesía, por una obra en la que mi personaje recitaba poemas. Y, de hecho, lo que me gusta son los recitales de poesía, escribir y leerla al público. Supongo que porque todo vuelve a la interpretación…
Como nieta de palestinos exiliados, que nunca ha podido visitar Palestina, define su identidad como un recuerdo.
Sí, todo se remonta a mis recuerdos, a los de mis abuelos. Y eso demuestra que nuestra identidad también es ancestral. Te mantiene conectada a la tierra, te recuerda de dónde vienes. Y siempre llevas contigo tus raíces, dondequiera que vayas. Kaouther dijo que el cine sirve para preservar la memoria, y es justo eso lo que los palestinos llevan décadas haciendo. Mis abuelos fueron desplazados y lo que los mantuvo firmes como palestinos fue compartir los recuerdos que tenían de cuando vivían en su tierra. De niña, todo lo que escuchaba eran sus recuerdos y me imaginaba así esa tierra que nunca he visitado pero casi conozco. Es un concepto extraño, pero demuestra el poder de la memoria. Y el cine materializa este recuerdo y lo plasma para que lo veas eternamente.

Este año en Cannes, los directores palestinos Arab y Tarzan Nasser presentaron su película Once Upon a Time in Gaza que no terminaba con un cartel de “Fin”, sino con un “Terminará”… Porque a pesar de todo, hay esperanza.
Esto puede parecer obvio, pero realmente creo en ello: Hind se aferró a la esperanza hasta el final. Sabía lo que iba a pasar, pero aun así se aferró a la esperanza. Y creo que esto es lo mínimo que podemos hacer, es lo único que podemos controlar. Como palestina, como artista, lo mínimo que puedo es usar esa esperanza y mantenerla viva, expandirla. Espero que cuando la gente vea esta película también se quede con esa sensación.
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