Ir al contenido
_
_
_
_

Natalia de Molina, Loly Álvarez en ‘Superstar’: “Ella encontró su lugar gracias a ese veneno que tiene la envidia, que en realidad es una admiración profunda”

En la surrealista serie creada por Nacho Vigalondo, la actriz se mete en la piel de la cantante, que conoce el lado oscuro de la fama

La actriz Natalia de Molina.
Ana Fernández Abad

Natalia de Molina (Linares, 34 años) es gamer, pierde la noción del tiempo jugando al Final Fantasy, y tiene dos galgos adoptados, Eva y Hugo. De niña, recortaba de las revistas fotos de Marilyn Monroe y la Spice Girl Mel B. La pequeña de cuatro hermanas, llegó a casa a la vez que la primera cámara de vídeo familiar; recuerda que Celia, siete años mayor, la grababa mientras cantaba o actuaba. Ahora, Natalia es una actriz con dos Goya —revelación por Vivir es fácil con los ojos cerrados, en 2014, y mejor actriz en 2016, por Techo y comida— y Celia estuvo nominada al premio este año como directora del corto Cuarentena y prepara su primer largometraje. Natalia llega a la sesión de fotos de negro, con pantalones anchos y crop top, en el hueco de un rodaje aún confidencial mientras prepara el estreno de Superestar. La serie de Netflix, creada por Nacho Vigalondo, desgrana de forma surrealista el Tamarismo que copó el prime time televisivo a inicios de los 2000 y llenó páginas de papel cuché con las andanzas de un grupo de personas convertidas en personajes, y en fenómeno.

Ella encarna a Loly Álvarez, archienemiga de Tamara/Yurena (Ingrid García-Jonsson) y enamorada de Arlequín (Julián Villagrán), la primera en cantar el No cambié compuesto por Leonardo Dantés (Secun de la Rosa). En esta ficción, los habituales de Crónicas marcianas de Javier Sardá visitan el plató de Tiempo de Marte de Joaquín Sardana (Vigalondo) y reviven las aventuras de ese grupo en una visión libre y sorprendente. Todo empieza con una pequeña Tamara nacida en Santurce que idolatra a David Bowie y Boy George y los imita en su cuarto. “Yo no tenía una habitación propia, dormía con mi madre porque éramos cuatro niñas en una casa muy pequeña y una madre sacándonos adelante. No tenía pósteres en la pared”, dice De Molina, que, como su personaje, dejó el sur para perseguir su sueño en Madrid.

Minivestido blanco, jersey de encaje de manga larga a tono con el vestido, medias de encaje negras y maxipendientes decuentas en cascada, todo de ISABEL MARANT, y zapatos de tacón de AQUAZZURA.

¿Qué la llevó a la actuación?

Crecí yendo al teatro a ver a mi tío hacer el payaso, literalmente. Él hacía clown con una compañía en Andalucía, Los Ulen. Un clown muy político y muy social. Y algo se me quedó, pero no de una manera consciente, como parte de mi memoria personal.

¿Ve paralelismos con Loly Álvarez, pudo hablar con ella?

Sí que nos conocimos en persona, y me contó toda su vida. Una de las cosas que me gustaba de la propuesta es que no estábamos buscando una imitación. Fue muy generosa, entendiendo que ella en el punto en el que está ahora es otra mujer evolucionada.

En la serie abordan temas como su rivalidad con Tamara, ese sacar rédito del enfrentamiento de dos mujeres.

Desde luego, hay mucho poso. Dentro de que es una comedia muy disparatada, y todo es muy surrealista, hay píldoras de crítica bien clara y fuerte. Mi capítulo narra la construcción de una villana, porque en cierto punto ella lo fue, pero también es una víctima de una industria que utilizaba a las mujeres y que siempre nos ha puesto a pelear entre nosotras. Loly es esta chica de pueblo, en la serie hay mucho orgullo de pueblo, que llega a Madrid con toda su ilusión, su frescura, con su luz, y empieza a encontrarse a seres que la vampirizan, situaciones complicadas de gestionar, y se convierte en una mujer frustrada. Porque no ha conseguido lo que quería y porque siente que hay otra persona que está viviendo lo que le pertenecería. Encuentra su lugar con ese veneno que tiene la envidia, que en realidad es una admiración profunda. Y ese proceso a veces te puede transformar en otra persona y perderte. Tienes que tocar fondo para volver a encontrarte y sentirte orgullosa de quién eres, de dónde vienes y de volver a tu esencia.

La actriz Natalia de Molina lleva top de tirantes y falda lápiz, ambos de corte péplum, en punto canalé con el interior de los volantes en contraste, de LOUIS VUITTON.

¿Eso es de lo más difícil de gestionar en el mundo de la interpretación, el tener una fama repentina y no saber cómo manejarla? ¿Se ha enfrentado a algo similar?

Un aspecto que me gustaban de la serie era poder explorar esa frustración del artista. De muchas cosas que pasan puedes ver símiles, pero en cualquier profesión. Es verdad que hay mucha más exposición dentro de todo lo que tiene que ver con lo artístico, porque hay mucho juicio, mucha mirada exterior, y a veces te puedes ir hacia esa mirada exterior y olvidarte de la tuya y de quererte a ti. Y la fama, yo he tenido suerte y no he vivido situaciones que me hayan superado.

Usted alcanzó el reconocimiento muy joven. Pasó de ser una desconocida a que David Trueba le diera una oportunidad, y ganó el Goya, Natalie Portman le entregó en 2015 en la Berlinale el reconocimiento European Shooting Star...

Sí, pero no sé, yo no sufrí ese salto entonces. Siento más presión ahora, porque noto que hay expectativas, pero intento no darle espacio a esa voz de la presión, porque sé que si me dejo llevar por ella dejaría de asumir muchos riesgos que asumo, y no quiero. Siempre he sido muy autorreflexiva, observadora. Y para mí es importante salvaguardar la ilusión, saber por qué me dedico a esto e intentar alejarme del ruido que puede surgir alrededor. Es difícil, es mucha terapia, es mucho trabajo de controlar tu ego, pero también es lo que me nace. Creo que tiene que ver con la educación que he recibido.

Vestido de manga larga en lurex estampado de MISSONI y pendientes de oro blanco con diamantes de MESSIKA.

Su hermana Celia ha hablado de que sintió el impulso de tirar la toalla tras hacer su serie El Antivlog, sentía que no se la tomaban en serio como autora, esa frustración.

Eso nos pasa a todas las mujeres en general, tenemos que romper muchos más muros. Y en la comedia siempre es más difícil que se te tome en serio, la gente le da más valor al drama. Eso también son muros que hay que romper. Cuando eres mujer cuesta más que se escuche tu voz, es nuestra lucha de siglos.

¿Están mejorando las cosas en su industria?

Cada vez hay más presencia. Las cuotas funcionan, por mucho que haya mucha gente que quiera quitarlas. Pero si me preguntas cómo veo el mundo actual y me pongo a pensar en todo en general me cuesta ser optimista, porque el mundo me da un poco de miedo... Pero sí soy consciente de que se han avanzado muchísimas cosas, y de que todavía queda mucho por hacer.

Ha hecho varios papeles con crítica social. ¿Los busca?

Tengo mucha suerte de todas las cosas que he hecho y me siento muy orgullosa del camino que construyo y que intento seguir construyendo. Normalmente pasa de manera intuitiva, pero luego lo reflexiono y veo que es mi camino, bonito y a la par ¡qué difícil!

¿Ha tenido alguna vez miedo de que sus posicionamientos puedan hacerla perder papeles, oportunidades?

No lo he pensado, creo que lo importante es siempre ser fiel a uno mismo y hablar las cosas desde la honestidad. Yo no quiero molestar a nadie, intento hablar siempre desde un lugar constructivo y de empatía y con amor. No me instalo en el odio. Desde pequeñita he sido como calladita, pero cuando he hablado he dicho lo que he pensado. Algunas veces me ha traído problemas.

De hecho, compartió que sufrió bullying de adolescente.

Forma parte de mi vida, de quién soy. Hay etapas en las que una lo puede pasar muy mal, que son muy oscuras, y yo pensaba: “Igual hay algo malo en mí, por eso el mundo me manda estos mensajes”. Pero otra voz me decía: “No tienes la culpa de lo que te pasa, por mucho que a la gente le pueda molestar tu presencia en el mundo, no te dejes llevar por eso y cree en ti”. Es una lección que aprendí siendo muy pequeña, que igual no era la época. La interpretación me ayudó, las películas me han abierto a ver el mundo desde millones de perspectivas, y ver que formo parte de esta industria y puedo ayudar a otra gente me importa. Por eso me dedico a esto.

Camiseta de manga larga rosa pastel, culote de seda gris perlado, medias altas de canalé y zapatos negros destalonados, todo de PRADA.

¿Alguna vez se planteó hacer otra cosa?

Sí que me lo planteé cuando hice la Selectividad, pensé que si no pasaba las pruebas para Arte Dramático tendría que hacer otra cosa. Mi opción b era estudiar Filosofía.

En el 2000, cuando el Tamarismo llegó a las pantallas, tenía 10 años. ¿Qué le parecían esos personajes?

Recuerdo algo, una nebulosa... Y ahora viéndolo es muy fuerte, tenían algo muy underground, eran muy extremos, pero reales.

Los llamaban “frikis”. ¿Se sigue ridiculizando al diferente?

Nos pensamos que hemos evolucionado mucho, pero el juicio está presente siempre y es muy fácil atacar al que es diferente, al que no tiene vergüenza. Ahora en los programas se coge en los castings a gente que supuestamente no hace las cosas bien para reírse de ella. Y a mí eso nunca me ha gustado.

Vigalondo dice que busca humanizar a esos personajes.

Es importante ver a las personas como seres humanos por mucho que se alejen de lo que tú eres. Y ahora es peligroso, porque estamos deshumanizando hasta poblaciones enteras. Hay que ver que ahí hay una persona aunque te creas que es un desconocido.

Loly Álvarez se sometió a una cirugía estética muy comentada, se desvendó en directo. ¿Alguien que está tan expuesto no puede escapar de la presión sobre el físico?

Ese es otro temón, es que estamos todos muy sometidos. Yo creo que ahora mismo lo más revolucionario o más transgresor es ser natural. Ser tú, con todo, con tus defectos. Pero todo te lleva a querer ser otro, a querer cambiarte. Hay tanta información con las redes sociales, la publicidad, las marcas, las cirugías… Es muy difícil evadirse y no estar pendiente de eso, pero tenemos que hacerlo. Ya no por nosotros, sino por los que vienen después, que yo veo a los niños de ocho años ya haciendo TikTok y cosas de su rutina, su skincare. Intento no dejarme llevar por la presión estética, pero también caigo, me maquillo todos los días... Quiero envejecer y verme en mis arrugas y no sentir miedo de que no me llamen para trabajar. Es una lucha constante. Sobre todo, es muy importante pensar en qué le dejamos a los que vienen detrás.

¿Qué deberíamos dejarles? ¿Qué se debería trabajar más?

La esperanza, yo creo que le estamos quitando la esperanza a mucha gente, a una generación muy joven, y es importante que tengan esperanza de que el mundo pueda ser un lugar mejor, aunque suene como muy hippie. Dejarles algo de luz, no tanta sombra.

Natalia de Molina lleva conjunto de punto semitransparente con jersey de cuello alto, pantalón largo y chaqueta tipo quimono, todo de DIOR.

¿La cultura es importante para generar esa esperanza?

Es una herramienta poderosísima, por eso también es de las primeras cosas que se intentan censurar y quitar del medio. La cultura, y todo lo que tiene que ver con abrirte los ojos o que pienses, o que tengas tu propio criterio, es una herramienta de empatía y de abrirte a cosas que no conoces. Viajar también es muy importante, conocer otras culturas, no tenerle tanto miedo al que tienes enfrente porque tenga otro color de piel, otra ideología, otra religión, otro género. Escuchar a las personas, mirarse, intentar apartar un poquito las pantallas, aunque sea difícil.

¿Cómo se ve en el futuro? ¿Detrás de la cámara?

A día de hoy veo claro que no, prefiero ponerme al servicio de las directoras y los directores, cada vez me parece más difícil esto que hacemos de meternos en un personaje.

Va a trabajar en el largo de su hermana, No es universal.

Sí, tengo un personaje. He crecido trabajando con ella, actuando para ella, era nuestro juego. Es como seguir siendo una niña.

Puede cantar lo de “No cambié, sigo siendo la misma”…

He cambiado, evidentemente todos cambiamos, pero la esencia es la misma. Sí, soy la misma. 

Vestido fruncido de corte globo con detalle de lazo de estrás de LOEWE y ear cuff en oro rosa con diamantes de POMELLATO.

Equipo

Estilismo Paula Delgado
Maquillaje y peluquería Rebeca T. Figueroa (Another Agency)
Producción  Cristina Serrano
Asistente de estilismo Rubén  Cortés
Asistente de producción Marina Marco

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ana Fernández Abad
La editora de estilo de vida de S MODA está especializada en temas culturales y personajes de actualidad. Es licenciada en Periodismo por la Universidad de Navarra y ha escrito en medios como Diario 16, El Comercio o Descubrir el Arte.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_