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Adrian Appiolaza: “Franco Moschino hablaba de sostenibilidad y género hace 40 años”

Desde que asumió la dirección creativa, Adrian Appiolaza ha devuelto la ironía y la reivindicación a Moschino. En esta conversación con el diseñador Juan Vidal, fan y conocedor de la marca italiana, ambos exploran los límites actuales de la creatividad y la importancia de recuperar una voz propia en la moda

Moschino

Tras la primera colección de Adrian Appiolaza, en febrero del año pasado, la redactora jefa de moda de S Moda recibió un mensaje de WhatsApp de Juan Vidal, el diseñador español: “Esto, al fin, sí que es Moschino”, decía. Appiolaza (Buenos Aires, 1972), que lleva media vida siendo director de diseño (es decir, el segundo de abordo) en marcas como Alexander McQueen, Louis Vuitton o, más recientemente, Loewe, es uno de los diseñadores más admirados del sector, no solo porque es un fervoroso coleccionista de moda contemporánea, también porque suyas son algunas de las ideas más frescas que hemos visto sobre la pasarela en los últimos años. Lo es, sobre todo, porque es un personaje atípico en el contexto actual: creativo en el sentido más radical del término, consciente de que la moda debe encerrar un mensaje más allá de la mera estética y con un sistema de referencias poco habitual. “Me han ofrecido ser director creativo en otras ocasiones y las rechacé, pero cuando llegó esta oportunidad vi que podría encajar”, comenta.

Camiseta Yellow Smiley, falda de seda y encaje y calcetines, todo de la colección 'pre-fall' de MOSCHINO.

Juan Vidal (Elda, 1980) creció admirando las piezas de Franco Moschino que su madre vestía y vendía en su boutique de un pueblo de Alicante (fue de las primeras en vender sus piezas en España). Hoy las atesora. Le considera el mejor diseñador de los últimos tiempos, tanto por sus ideas pioneras como por la construcción de las prendas que diseñaba. La llegada de Appiolaza a la enseña, hace poco más de un año, le ha devuelto la ilusión por una marca, y un legado, que considera injustamente olvidado.

Recuerdo enviarte un mensaje felicitándote por tu primer desfile. Sentaste las bases de la vuelta de Moschino.

Fue superemocionante. Alberta Ferretti (dueña de la empresa Aeffe, que posee la marca) me dijo al terminar que sentía que Franco había vuelto de alguna manera. Luego me lo dijo más gente. Fue muy fuerte, como meter el primer gol del partido.

Tuviste solo mes y medio para preparar aquella colección.

La verdad es que todo fue muy precipitado, sí. Pero cuando imaginaba lo que era trabajar en moda, siempre pensaba que una prenda no debía ser solo bonita, sino que debía decir algo. La idea de jugar con la ropa, de divertirse a través de la moda, siempre fue parte de lo que me atrajo, tanto a nivel personal como profesional. Así que cuando me ofrecieron el trabajo en Moschino, pensé: “Bingo”. Ya me habían contactado antes para dirigir otras marcas, pero nunca estaba del todo convencido de si era algo que realmente quería hacer. Esta vez sí lo sentí.

Para alguien como tú, que colecciona moda, ¿qué supuso llegar al archivo y pensar: “Por dónde empiezo”?

Como coleccionista, de Moschino siempre me interesaron los chalecos estampados, porque tenían una fuerza importante. Como diseñador, empecé a buscar en el archivo elementos que fueran icónicos, símbolos reconocibles... quería empezar con algo que fuera bastante evidente, pero que se había olvidado dentro del mundo de la moda. Así que busqué cosas que sabía que eran pasiones de Franco, como el flamenco y toda la cultura española. Su novio era español, así que había una conexión emocional fuerte. Siempre me ha dado un poco de miedo diseñar volantes, todo eso tan dramático, pero pensé: “Bueno, si esto era suyo, hay que darle una vuelta y ver cómo puedo reinterpretarlo”. Al final lo que hice fue desdramatizar lo que Franco hacía en sus desfiles. Porque, claro, eran los años ochenta, y lo teatral era fundamental en su propuesta. Pero hoy la moda desafortunadamente tiene que ser mitad creatividad y mitad estrategia. Esa locura creativa pura ya no es tan fácil de sostener.

El diseñador argentino Adrian Appiolaza, director creativo de Moschino.

Pero tiene cabida hoy, aunque sea desde otro punto de vista.

Absolutamente. Sobre todo el mensaje. En aquella época él tenía una voz muy clara, ya fuera sobre política, género o cualquier cuestión social. No tenía pelos en la lengua. Yo intento seguir esa línea: contar historias con una colección. A veces los mensajes están más ocultos, pero para mí es importante decir algo. Por ejemplo, con el tema de la construcción del género, que me interesa mucho y que Franco ya tocaba a su manera. Ya hablaba de fluidez hace casi 40 años.

Una de las cosas que más me impresionó fue que creó su propia etiqueta sostenible hace más de 30 años.

Fue una de las últimas cosas que hizo antes de morir. Y sé que era algo que realmente quería empujar. Pero también sé que se encontraron con muchos problemas para producir esa ropa con materiales reciclados. Cuando llegué, lo primero que pensé fue que había que revivirlo. Ya seguimos procesos sostenibles en la medida de lo posible, porque somos una empresa grande, pero esto está en la lista de pendientes, porque fue muy pionero en su día.

Vestido de lana con 'jacquard' Smiley y corazones, calcetines y mocasines, todo de MOSCHINO colección 'pre-fall'.

Lanzaba mensajes contra el sobreconsumo, pacifistas, ecologistas... que tienen ahora más sentido que nunca.

Cuando hacía colecciones en las que se quejaba del sistema de la moda, por ejemplo. Es que era incluso más crítico de lo que uno podía esperar entonces. Sus camisetas con eslóganes son clarísimas. Hay mensajes que hoy serían imposibles transmitir tal como los hacía él. Hoy hay mucho que decir sobre lo que está pasando en el mundo, pero también hay que cuidar la parte del negocio, porque, al final, no estoy solo; hay todo un equipo, toda una estructura detrás que también debo proteger.

¿Te da pena no poder expresarte como se hacía en los ochenta?

La verdad que sí. Tengo 52 años y he trabajado con Alexander McQueen, por ejemplo. No es solo la pena de no poder decir lo que uno piensa, sobre todo la de no poder ser absolutamente creativo, sin ningún filtro. Antes se podía explorar sin límites.

Pero aún así crees que se pueden seguir haciendo cosas.

Sí, por supuesto. Es parte de lo que Moschino debe ser. Pero hay que hacerlo con cautela. A veces los mensajes son casi subliminales. Y hay gente que los capta, porque me escriben. Eso me encanta. No sé, siempre he creído que vestirse debería ser una forma de expresarse, de salir al mundo diciendo: “Aquí estoy”. Franco lo decía también: no hay que vestirse como te dicen, sino como tú quieres. Él tenía una frase, creo que era algo como: “Puedes ser el más chic con una sábana en la cabeza y una toalla en la cintura”.

Retrato de Juan Vidal. El diseñador español, admirador de las piezas de Franco Moschino, conversa con Adrian Appiolaza sobre el legado y el futuro de la enseña italiana.

O aquella frase: “La elegancia no es agua”.

Exacto. A él le importaba la actitud, no tanto la prenda concreta. Se inspiraba en lo que veía en la calle y lo intentaba captar.

Llevas media vida diseñando, ¿cómo ha influido ese bagaje ahora que eres director creativo?

Mi estrategia fue siempre cambiar de trabajo cada cuatro años. En esta última etapa en Loewe estuve 10, que fue lo máximo. Pero normalmente cambiaba cada cuatro. Lo que intento ahora es no repetir lo que ya hice antes. Me importa mucho que nadie diga: “Esto se parece a lo que ya hizo en tal marca”. Y supongo que no solo influyen mis trabajos anteriores, también mi pasión por los archivos, por la historia de la moda. Todo eso está presente cuando hago un briefing con mi equipo de diseño o tomo decisiones. Pero solo llevo un año aquí y todavía estoy encontrando mi camino. Cuando trabajaba para otras marcas siempre había alguien por encima que hacía el corte final. Ahora tengo la última palabra. Esto me está ayudando a descubrir quién soy como creativo.

¿Cómo y por qué empezaste a coleccionar moda?

Por aprender. Compraba prendas de diseñadores que me gustan porque hace 15 o 20 años valían mucho menos dinero. Las analizaba para aprender de volúmenes, patrones... y un día vi que tenía muchas cajas con ropa y decidí empezar a colgarlas y ordenarlas. Durante la pandemia, mi pareja, que ahora se encarga del archivo, consiguió un listado de estilistas importantes y fue entonces cuando empezamos a alquilarlo. Con la pandemia es cuando empezó esta revalorización del pasado. Ahora lo del archivo ya forma parte del lenguaje de la moda, especialmente en las revistas.

¿Hay piezas del archivo de Moschino que te hayan emocionado especialmente?

El vestido hecho con bolsas de plástico, solo lo había visto en museos. Me pareció muy Margiela, además. Cuando lo vi en el archivo me lo probé. O la chaqueta repleta de cubiertos...

Vestido de seda con estampado de flores de la colaboración Sanderson para MOSCHINO, pulseras en forma de taza y plato, calcetines y zapatos modelo Olivia, todo de MOSCHINO.

Ese es mi primer recuerdo. Mi madre vendiéndole esa chaqueta a una clienta de un pueblo. Es curioso, las piezas más raras son las que mejor funcionaban...

Yo creo que la gente valoraba eso, el ser original. Él de repente ponía chaquetas al revés, las convertía en bolsos... algo que vemos ahora, pero antes no tanto. Cada vez que voy al archivo me sorprendo. Detrás de cada capa hay otra. Le gustaba construir los looks con muchas capas. En los ochenta, Moschino fue el vanguardista italiano, como Gaultier lo fue en Francia.

Quizá por eso ahora nos interesan los archivos, ¿no? Como una respuesta a este momento de caos, con tantos cambios de diseñador y de identidad en las marcas

Completamente. Las marcas se han vuelto tan monótonas que el pasado parece algo nuevo, diferente. También tiene que ver con la nostalgia, que se ha hecho muy fuerte no solo en moda, sino en música, en todo. Es parte del lenguaje cultural actual. No sé si viviré para ver el cambio de ciclo, pero creo en moda hay una saturación que en algún momento provocará un cambio.

¿Tienes idea de hacia dónde podría ir?

La verdad, no. Es muy difícil encontrar ideas completamente nuevas. Para mí, lo nuevo tiene que ver con cómo usas referencias anteriores y qué mensaje construyes con ellas. Hacer volúmenes por hacerlos no tiene futuro.

¿Cómo crees que habría manejado Franco las redes sociales si estuviera vivo?

Estaría metido en mil líos y, la verdad, lo admiro por eso. No habría tenido ningún tipo de filtro. El señor Ferretti (dueño de la marca) estaría con las manos en la cabeza todo el rato. 

Estilismo: Paula delgado

Maquillaje y peluquería: Cynthia de León (Cool Producciones).

Modelo: Jillian Burns (Ford Models).

Producción: Cristina Serrano.

Asistente de estilismo: Mikel Andrés.

Asistente de producción: Marina Marco.

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