Del tampón de papiro al delantal menstrual: el ingenio de las mujeres a lo largo de la historia para gestionar la regla
Las mujeres han agudizado su ingenio para crear artilugios caseros capaces de controlar el sangrado menstrual, un proceso biológico rodeado de tabúes, mitos y estigmas

A pocas horas del comienzo de la maratón de Londres del 26 de abril de 2015 a Kiran Gandhi, música, activista, artista y atleta no profesional, le bajó la regla y tomó una decisión radical: no utilizar ningún producto menstrual para ocultar o absorber la sangre. “Fue una decisión obvia porque quería estar lo más cómoda posible. Estaba a punto de correr una maratón y no quería sacrificar mi bienestar para que los demás no se sintieran asqueados. Como mujeres, a lo largo de la historia, siempre hemos tenido que priorizar la comodidad de los demás a la nuestra”, contaba en una entrevista a la revista digital británica Dazed. Gandhi acabó la carrera en cuatro horas, 49 minutos y 11 segundos y, su entrepierna manchada de sangre, acaparó numerosos titulares. Su hazaña recibió comentarios positivos, pero también múltiples reacciones negativas que calificaban la acción como antihigiénica y repugnante.
Porque de la sangre menstrual no se habla. Incluso hoy, a pesar de que ya aparece en muchas series y películas, no es algo de lo que solamos hablar en público. Esta función biológica natural siempre ha estado rodeada de tabúes, mitos y estigmas arraigados a la cultura y creencias de cada época. “La menarquía (primera regla) supone el comienzo de la etapa reproductiva de las mujeres con fuertes implicaciones sociales y culturales. La idea de transformación de niña en mujer está presente en muchas culturas y, todavía hoy, algunos países toman esa primera regla para establecer la edad legal del consentimiento sexual (en España hasta el 2015 estaba en los 13 años, ahora son 16) e incluso del matrimonio. La sangre menstrual se asocia, en muchos lugares, a sangre impura, sucia, mala y tóxica, y esta creencia es el origen del tabú menstrual. Durante siglos, la regla ha sido un tema oscuro, secreto, y sucio que se debía mantener oculto”, explica a S Moda Alicia Botello Hermosa, antropóloga social y cultural, profesora en la Universidad de Sevilla y autora del libro ¡Llegó la regla! Un análisis antropológico y de género sobre la menstruación en España (Editorial Universidad de Sevilla).
Desde el inicio de la humanidad hemos buscado soluciones para ocultar, controlar y contener la sangre. “Analizar la evolución de los productos menstruales no es sencillo ya que, al ser un tema tabú, los registros históricos son escasos. Lo que no podemos olvidar es el ingenio y la resiliencia de las mujeres para gestionar el sangrado con los recursos disponibles en cada época”, comenta a S Moda Pilar Ruiz Guerra, Marketing and Communications Manager de Intimina.

Del tampón de papiro al delantal menstrual
La forma de gestionar la menstruación es un reflejo de la época, la situación cultural, los recursos de la zona y el estigma que la rodea. “Los primeros registros datan del Antiguo Egipcio, donde las mujeres usaban papiro enrollado a modo de tampón. En la época romana y en la Edad Media las mujeres utilizaban algodón, lana y telas que las enrollaban como si fuesen pañales, ya que no existía la ropa interior”, asegura Pilar Ruiz. Pese a los pocos datos que existen, la ginecóloga Belén Gómez, colaboradora habitual de Chilly coincide “en China era frecuente emplear papel absorbente hecho a mano, que después se desechaba. Algunas culturas empleaban materiales disponibles en la naturaleza como hierbas, hojas grandes, cáscaras de fruta, musgo y lana de oveja para retener el flujo menstrual. También se han utilizado esponjas marinas, tanto para la higiene íntima como para la absorción del flujo durante la menstruación”.
En 1870 convive el sangrado libre bajo capas y capas de ropa con el uso del cinturón elástico, un artilugio parecido a un liguero fabricado con una tira elástica con trabillas en la parte delantera y trasera para enganchar telas, trapos y ropas viejas que después lavaban y reutilizaban. Según Sharra Vostral, historiadora de los productos menstruales de la Universidad Northwestern de Estados Unidos, de esta práctica es el origen de la popular expresión inglesa on the rag (en el trapo) que se utiliza para referirse a que se tiene la regla. Usar trapos para absorber la sangre menstrual es una práctica que continua vigente, porque 500 millones de mujeres carecen de acceso a productos de higiene menstrual; y muchas niñas durante la menstruación dejan de ir al colegio.
En las primeras décadas del siglo XX se empiezan a comercializar los delantales sanitarios “estaban hechos de un trozo de tela que cubría la parte inferior del abdomen, se sujetaba con lazos o correas alrededor de la cintura e incluía un bolsillo para introducir compresas de tela”, aclara Marina Vindel, responsable de comunicación de higiene femenina en Procter & Gamble de España y Portugal.
Las primeras compresas desechables las lanzó Johnson & Johnson en1896, pero no tuvieron éxito por la vergüenza social que causaba su compra. Las mujeres preferían seguir con métodos caseros antes que exponerse a ese estigma en público. “La menstruación, como manifestación biológica de la fertilidad y sexualidad femenina, siempre ha sido un fenómeno vergonzoso, impuro o perturbador; y las mujeres han tratado de invisibilizarla. No salir de casa durante esos días del ciclo, elegir ropa oscura, evitar los deportes y actividades acuáticas o adoptar posturas corporales que disimulen una posible mancha. Ese temor a mancharse es, en realidad, un temor a la sanción social por mostrar un proceso natural”, afirma Esther Martínez, directora deldirectora del Grado en Enfermería y licenciada en Antropología social y cultural de la Universidad Nebrija.
Primeras compresas: la regla deja de ser invisible
En la Primera Guerra Mundial las enfermeras observaron que la celulosa era más eficaz para absorber la sangre de los soldados que las vendas de tela. Un detalle que inspiró a la empresa Kotex a crear, en 1921, la primera compresa de celulosa. “Estaba fabricada con fibras de celulosa reutilizadas de restos de vendas quirúrgicas. Era rectangular, voluminosa y estaba diseñada para llevarla con un cinturón sanitario”, explica Marina Vindel. Para animar a las mujeres a probarlo, Kotex utilizó un sistema de marketing novedoso. En sus anuncios (piezas adaptadas de las utilizadas en Estados Unidos para el público español) no aparecían las palabras “menstruación” o “regla”, sino expresiones como “el problema más antiguo de la mujer” o “los días penosos de cada mes”. Además, en algunos anuncios insertaron cupones para obtener muestras gratuitas del producto, garantizado, eso sí, total discreción y confidencialidad. La discreción acompaña a la regla hasta hoy y no es extraño ver cómo muchas mujeres y adolescentes esconden las compresas y tampones bajo sus mangas cuando van al baño. Esther Martínez apostilla que “no solo se ha escondido el sangrado, sino también el dolor y los cambios físicos y emocionales asociados al ciclo, como cefaleas, fatiga, alteraciones digestivas o cambios de humor. Todo ello como una forma de supervivencia social que ha exigido a las mujeres una gestión emocional y física sostenida, discreta y silenciosa”.
Las primeras compresas con adhesivo aparecieron en 1972 y marcaron el fin del uso de cinturones, clips e imperdibles. En la década de los 80 se amplió el catálogo con compresas de diferentes tamaños y la aparición de formatos con alas de seguridad antifugas reforzada. “En Procter & Gamble lanzamos nuestra primera compresa higiénica en Estados Unidos en 1983 bajo la marca Always. A largo de los años, Always y sus submarcas en España, como Evax o Ausonia, han ampliado su línea de productos para aumentar el confort, la seguridad y la confianza”, afirma Marina Vindel.
Estos anuncios (en los que abundan términos como ‘compresas discretas’ o ‘alas invisibles’ o ‘te sentirás tan limpia que no notarás que la llevas’) muestran el poder de absorbencia con un chorro azul que cae sobre la celulosa. En 2017, la empresa Bodyform acabó con estos líquidos y mostró sangre roja en una compresa como parte del anuncio, seguido de un primer plano de sangre corriendo por las piernas de una mujer en la ducha.

Los tampones de papiro
Se sabe que en el Antiguo Egipto utilizaban papiro enrollado a modo de tampón. En el resto del mundo, las mujeres improvisaban tampones según el material disponible: lana en Roma, papel en Japón, fibras vegetales en Indonesia o rollos de hierba en África. “El primer tampón, tal y como lo conocemos, fue patentado por el médico osteópata Earle Haas en 1931. Lo llamó ‘aparato catamenial’ y consistía en un cilindro de algodón y rayón comprimido muy absorbente. Lo más novedoso era el hilo cosido en su base para recuperarlo y el aplicador, que era un tubo recubierto de cera que se deslizaba en parte dentro de la vagina. “En 1933, Gertrude Tenderich compra la patente y funda Tampax. Su introducción al mercado generó miedo y, entre los mitos más relevantes, destacaban las dudas sobre la pérdida de la virginidad”, explica Marina Vindel. Entre 1979 y 1996 corrió la alarma por los riesgos de su uso al notificarse más de 5.000 casos de síndrome de shock tóxico (SST). ¿Qué pasó en realidad? “El auge del SST se relacionó con el uso de tampones hechos con materiales sintéticos que favorecían la proliferación de bacterias como el staphylococcus aureus, desequilibraban el pH vaginal y dejaban a la mucosa sin protección natural. También influyó el desconocimiento en torno al tiempo de uso de los tampones. Tras investigaciones y demandas, las marcas modificaron los materiales (priorizando algodón y rayón), mejoraron las etiquetas y comenzaron las campañas educativas para cambiar los tampones de cuatro a ocho horas. Hoy los casos son muy raros, aunque aún se recomienda precaución”, explica Pilar Ruiz de Intimina. En la actualidad los tampones continúan innovando. “Incorporan polímeros superabsorbentes (que permiten diferentes tamaños y niveles de absorción) con aplicadores mejorados para una inserción suave y cómoda”, dice Vindel.
Copa menstrual: del caucho, al látex y la silicona
La copa menstrual ha transformado la relación de las mujeres con su menstruación: observan cómo es su sangre, la cantidad y analizan sus cambios. Pero su invento no es nuevo. “A finales del siglo XIX existían una especie de sacos blandos fabricados en goma, plata o caucho que se introducían en la vagina. Tenían un alambre y, todo el dispositivo, se sujetaba con un cinturón. No eran muy populares, puesto que eran difíciles de usar, incómodos, y poco discretos”, afirma Pilar Ruiz de Intimina. En 1937, Leona Chalmers diseñó sin mucho éxito una copa menstrual parecida a la de hoy en día. “Estaba fabricada en caucho vulcanizado y los músculos del suelo pélvico eran los encargados de sujetarla”, afirma la ginecóloga Belén Gómez, colaboradora de Chilly. En 1950 Chalmers se asoció con una gran empresa para producir una nueva versión de la copa llamada Tassette, e incluso crearon una versión desechable llamada Tassaway. Pero, a pesar de los recursos invertidos, la vagina seguía siendo un tema tabú, la compañía cerró en 1973, y las copas dejaron de venderse en Estados Unidos.
En 1980 apareció una nueva copa menstrual hecha de látex, pero causaba numerosas alergias. “No fue hasta la década de 2000, cuando la silicona de grado médico, que se utiliza hoy, emergió como material estrella por ser hipoalergénico, resistente a las bacterias, flexible y suave. Ahora ha evolucionado con versiones extra finas y plegables, que las convierten en más portátiles y discretas. En 2018 se lanzó el disco menstrual reutilizable y extraplano que permite mantener relaciones sexuales durante los días de regla”, afirma Pilar Ruiz de Intimina.
¿Hacia dónde va el futuro?
La industria de productos para la menstruación es un negocio boyante. Según el informe, el “mercado de cuidado menstrual” realizado por Allied Market Research, en 2024 el mercado global se valoró en 37.100 millones de dólares y se estima que alcanzará los 69.100 mil millones para 2035, con un aumento anual del 6.1%. La mayor concienciación sobre la higiene menstrual, el aumento de la demanda de productos sostenibles y orgánicos, los avances en alternativas reutilizables y la aparición de ropa interior menstrual explican el crecimiento.
La preocupación por el impacto ambiental ha hecho surgir productos respetuosos con el entorno. “Un estudio de la Comisión Europea de 2018 reveló que los productos tradicionales para la menstruación son el quinto residuo de plástico más presente en los mares. Por ello, las copas, la ropa interior y los bikinis menstruales se han convertido en la mejor opción para el cuidado íntimo y del planeta. En el futuro veremos productos más sostenibles, cómodos e híper personalizados, como ropa interior inteligente y el uso de materiales 100% biodegradables”, señala Pilar Ruiz.
Queda mucho por hacer, pero el concepto de salud menstrual está en la agenda de muchos países. “Para alcanzarla debemos incidir en la investigación científica sobre el ciclo menstrual, transmitir conocimientos y educación de calidad desde antes de la menarquia a toda la población, romper el tabú que rodea a la regla, desmontar creencias erróneas y eliminar la pobreza menstrual que afecta, sobre todo, a los colectivos más vulnerables”, concluye la antropóloga Alicia Botello.
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