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Complementos naturales en la era del bienestar exprés: “Lo último que quieres cuando estás agotado es replantearte tu vida”

El auge de la suplementación refleja la búsqueda de alivio rápido frente al estrés y los problemas de descanso, pero los expertos inciden en no trivializar su uso

Complementos naturales bienestar exprés

La alarma matutina del móvil recuerda a María que es la hora de tomarse la ashwagandha. El aviso se repite a la hora de comer y por la noche, franjas del día en las que toma sus cápsulas de magnesio y melatonina. Junto con el triptófano, estos son los productos que complementan su dieta y que consume porque, según TikTok, podrían ayudarle a regular su sistema nervioso. Como María, son muchas las personas que recurren hoy a complementos de origen natural para relajarse y dormir mejor, en muchos casos sin consultarlo antes con un profesional sanitario.

Su consumo ha crecido notablemente en los últimos años, aumentando con él su uso indiscriminado. Existe la idea —equivocada— de que, por tener la etiqueta de naturales, son completamente inocuos para la salud. Gabriel Pozuelo, psicólogo clínico y divulgador especializado en salud mental, calcula que “más de un 30% de los pacientes que acuden a consulta en su centro emplean algún tipo de suplementación”. Según Mónica Gispert, presidenta de la Asociación Española de Complementos Alimenticios (Afepadi), “el consumo de complementos destinados a la relajación aumentó desde la pandemia de la covid”, que empeoró unos niveles de estrés que ya eran altos debido al ritmo de vida actual.

El aval científico al potencial terapéutico de los complementos alimenticios acostumbra a ser muy limitado o nulo. Pero la cultura de la inmediatez se perfila como principal responsable de este consumo. Según Ignacio Calvo, psicólogo de la salud y experto en trastornos de ansiedad, “la gente busca soluciones rápidas y percibe estos productos como más seguros que los fármacos con receta”. Pozuelo lo corrobora: “Buscamos siempre la salida rápida. Lo último que quieres cuando estás agotado es replantearte tu vida”.

Pero esa búsqueda de alivio inmediato tiene un reverso: olvidamos que estos productos no son neutros. Calvo advierte que “si desarrollamos dependencia de un suplemento, estamos cambiando un problema por otro” y que, en general, “falta educación sobre cómo y cuándo usar estos productos”. Una advertencia que empieza a poner el foco en la necesidad de saber qué consumimos y por qué.

El uso extendido de estas sustancias también surge como respuesta al rechazo generalizado hacia los fármacos. A menudo, estos son percibidos como elementos tóxicos que pueden alterar la química cerebral y reducir la autonomía del consumidor. En cambio, los complementos se han ido erigiendo como los grandes aliados contra el estrés. Según la Vocal Nacional de Alimentación del Consejo General de Colegios Farmacéuticos, Carmen del Campo, “lo más importante es acudir a la farmacia comunitaria y consultar primero la necesidad del complemento”. Para ella, “lo principal es pasar por un profesional sanitario que determine si es necesario o no”, y recuerda que, de ser precisa, “una derivación a atención primaria también la realizará el farmacéutico”.

Esta búsqueda de alternativas encuentra explicación en lo que señala Isabel Viña, médico, divulgadora y directora médico-científica de IVB Wellness Lab: “Muchas personas intentan hacer todo bien en el estilo de vida, pero necesitan algo que le permita entrar en un círculo virtuoso de relajación y descanso sin acudir al fármaco”.

Viña recuerda que muchos casos de insomnio o ansiedad tienen detrás un estrés mantenido en el tiempo que altera los ritmos hormonales: “Cuando el estrés es crónico se pierde el ritmo normal del cortisol: te levantas cansada y por la noche estás muy excitada. Eso no se soluciona con melatonina ni con benzodiazepinas”. Este desajuste, explica, hace que “cueste devolver la regulación del sueño porque llevas el ritmo alterado mucho tiempo”, y no existen soluciones inmediatas. La base, concluye, sigue siendo sostener rutinas saludables —como una buena alimentación, horarios regulares y una exposición adecuada a la luz— que permitan recuperar progresivamente ese equilibrio.

Hábitos y posibles efectos secundarios

Desde el prisma de la salud mental, los expertos recomiendan no perder de vista el origen del malestar que lleva a recurrir a estas sustancias. Calvo señala que “los suplementos rara vez solucionan el problema de fondo”. El dilema —añade Pozuelo— es que la suplementación puede ayudar a postergar lo que realmente necesitamos: pedir ayuda, cambiar hábitos o replantearnos nuestra rutina. Para Calvo, la prevención debería empezar en la infancia, con una adecuada educación emocional y un aprendizaje temprano del manejo del estrés.

Todo ello sitúa en primer plano la importancia de recibir asesoramiento profesional antes de incorporar —si son necesarios— estos productos a nuestras rutinas. Lo primero, según Mónica Pérez, miembro del Consejo General de Dietistas-Nutricionistas, es revisar el estilo de vida. Los expertos coinciden en que implementar hábitos saludables es una tarea aparentemente sencilla, pero que requiere constancia: hacer deporte, cuidar la alimentación y mantener horarios regulares de sueño son la base más conocida y, al mismo tiempo, más ignorada. Según Pérez, “si tuviésemos esto en cuenta, gran parte de la suplementación desaparecería”.

Tradicionalmente, se ha vinculado la naturaleza vegetal de los complementos alimenticios con su inocuidad, pero los profesionales advierten de que también pueden producir efectos secundarios: náuseas, dolores de cabeza o alteraciones digestivas son algunos de ellos. La melatonina puede provocar somnolencia diurna o, según un estudio preliminar presentado ante la Asociación Americana del Corazón, estar asociada con un mayor riesgo de insuficiencia cardíaca. Es un recordatorio de que natural no siempre equivale a inocuo.

Del Campo insiste también en la necesidad de vigilar la polimedicación: ciertos complementos pueden interactuar con antihipertensivos, anticonceptivos o anticoagulantes, medicamentos de uso muy común.

María empezó a tomar ashwagandha sin prescripción médica hace más de un año, después de oír hablar de ella en un vídeo de su influencer favorita. En unos de sus análisis recientes apareció una posible lesión hepática —que podría estar relacionada con este consumo, aunque no está confirmado—. Este adaptógeno, popular desde hace años en Estados Unidos, se ha vuelto ahora viral en España a medida que cada vez más creadores de contenido lo mencionan en sus perfiles. A pesar de su apariencia inofensiva por tratarse de una planta medicinal, su uso debería estar siempre supervisado por un profesional sanitario.

El papel amplificador del espacio digital

Las redes sociales han resultado ser el espacio idóneo para ensalzar las bondades de estos productos. En ellas se ha popularizado la idea de que sus propiedades milagrosas pueden solucionar cualquier problema de ansiedad. Para Pozuelo, “el efecto redes es enorme: si ves que lo recomiendan muchos perfiles distintos, terminas pensando: ‘yo también voy a probar’”. Además, “es muy fácil venderle algo a alguien que está preocupado y busca una solución inmediata”.

Al mismo tiempo, las redes se han convertido en un consultorio improvisado donde la rapidez de las respuestas alimenta el autodiagnóstico. Según Viña, esto sucede porque la población no encuentra explicaciones claras: “El ser humano lidia muy mal con la incertidumbre. Si tu médico no da una explicación a lo que te ocurre, internet sí, aunque no siempre sea la correcta”. La conversación digital sobre salud necesita más rigor: idealmente, dice, esta información “debería venir de un profesional con formación científica y conocimiento específico en complementos”.

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