Ir al contenido
_
_
_
_
Alimentos conseguidos en un mercado informal en Gaza. Imagen cedida por una persona que no quiere ser identificada.

Arroz de la ONU revendido a 10 euros el kilo y comisiones del 50% para obtener efectivo: así se sobrevive en el mercado negro en Gaza

Un periodista palestino nos muestra cómo consigue comida para su familia en el norte de la Franja. Solo quienes aún reciben salarios pueden resistir al desmantelamiento de la estructura de las agencias humanitarias de la ONU

Beatriz Lecumberri

No se ha hecho aún de día en las ruinas del campo de refugiados de Yabalia, en el norte de Gaza, pero Omar ya está despierto y piensa en una única cosa: cómo conseguirá en las próximas horas comida para su familia, compuesta por seis personas. “Todos los días son iguales. La angustia es qué comeremos, dónde lo conseguiré, cómo lo pagaremos”, explica este periodista palestino de 40 años, en una entrevista por WhatsApp en la que prefiere no dar su nombre verdadero.

Con el estómago vacío, o a lo sumo tras tomar un vaso de té sin azúcar, camina más de dos kilómetros para llegar a los mercados de la zona, si es que así puede llamarse a las hileras de personas que en improvisados tenderetes venden lo poco que tienen, o lo que han conseguido en los paquetes lanzados desde los vuelos humanitarios o en los frecuentes saqueos de los escasos camiones de ayuda humanitaria que entran en Gaza.

Alimentos conseguidos en un mercado informal en Gaza

Omar se detiene en uno de los puestos. El vendedor ofrece arroz lanzado desde los aviones, fabricado en Estados Unidos para “alimentar a los niños hambrientos” y que tiene en el envase una mención avisando de que no se puede poner en venta porque es donado. Pero en agosto de 2025 en Gaza, este paquete de medio kilo vale 20 séqueles o cinco euros.

“Estos vendedores son ciudadanos como tú y como yo, pero aquí también hay delincuentes, pequeñas mafias y gente muy desesperada. Hay que tener cuidado”, explica Omar. “Prácticamente, cada mañana, oigo a gente en la calle que dice que va a ir hacia el paso fronterizo de Zikim, aquí en el norte, por donde suelen entrar camiones, para intentar asaltarlos en grupo. Se juegan la vida para comer. Si lo logran, algunos revenden después algunas cosas aquí”, agrega.

Un pequeño envase de humus cuesta cinco euros y una porción de carne enlatada llega a 30 séqueles (7,5 euros). El vendedor ofrece arroz que extrae de un saco con las iniciales del PMA (Programa Mundial de Alimentos de la ONU). “Diez euros el kilo”, anuncia. No es difícil adivinar cómo ha llegado hasta allá. Omar lo compra.

El otro día compré aceite. Procedía de un avión. Pagué 270 séqueles (68 euros) por un litro. Es una barbaridad, pero lo pude comprar
Omar, periodista gazatí

“La situación sigue siendo horrible, pero hoy, al menos, podemos comprar tres kilos de harina a 100 séqueles (25 euros), que es lo que costaba un kilo hace algunos días”, explica Omar, atribuyéndolo a que Israel ha permitido más vuelos humanitarios y un aumento en el número de camiones que entran en Gaza. Eso ha hecho que su familia coma por día tres porciones de pan y no una, como ocurría hasta hace un par de semanas. Pero la angustia de este periodista ha aumentado en estos días, después de que el primer ministro Benjamín Netanyahu logró el visto bueno de su gabinete para una ocupación total del área de Ciudad de Gaza. De concretarse, Omar teme un nuevo desplazamiento hacia el sur y sufre al pensar si su madre, diabética y bastante debilitada, lo resistirá.

Los abusos y el caos en estos mercados de Gaza son el ejemplo más claro de las consecuencias del desmantelamiento del sistema de distribución de ayuda humanitaria organizado desde hace 50 años por la ONU, concretamente por el PMA y la Agencia para los refugiados palestinos (UNRWA). Para reemplazarla, Israel puso en marcha a finales de mayo puntos de distribución de comida (cuatro, por ahora, y todos en el sur de la Franja) organizados por la Fundación Humanitaria de Gaza, también apoyada por Estados Unidos. Según la ONU, más de 850 palestinos hambrientos han fallecido en estas áreas, la mayoría tiroteados por el ejército israelí o por el personal extranjero de seguridad que gestiona estos controvertidos centros.

Hamás tiene la culpa de todo esto. Juega con nuestro sufrimiento. Son oportunistas y no tienen moral”, acusa un padre de familia gazatí desde el norte de la Franja, hablando libremente del movimiento islamista que gobierna en Gaza porque su nombre no será publicado en esta entrevista. “La gente aquí piensa como yo. Hamás pierde apoyo popular todos los días, pero gobierna con las armas y todo el que habla claro, lo paga. Ellos son lo peor que ha podido pasarle al pueblo palestino”, lanza, amargamente.

En grupo para protegerse

En el mercado de Yabalia también se vende un paquete de espaguetis a 20 séqueles (cinco euros), un kilo de lentejas a 40 (10 euros). Omar los compra y añade una bolsita con algunos gramos de levadura. “El otro día compré aceite. Procedía de un avión. Pagué 270 séqueles (68 euros) por un litro. Es una barbaridad, pero lo pude comprar”, explica.

Omar afirma que no suele haber robos en estos mercados informales, pero sí en el camino de vuelta a casa. “Cuando se ha comprado comida, hay que ir siempre en grupo para protegerse”, advierte.

Un grupo de palestinos vende algunas mercancías en las calles de Ciudad de Gaza, el 23 de julio de 2025.

“La ayuda humanitaria que entra en Gaza es apenas un goteo” en comparación con las necesidades de los más de dos millones de habitantes de la Franja, donde más de un tercio de la población no come durante días, según el PMA, que calcula que el territorio necesitaría en este momento más de 62.000 toneladas de ayuda vital por mes.

La entidad calcula que desde el 21 de mayo, cuando Israel permitió de nuevo la entrada de la ayuda humanitaria, tras más de dos meses de bloqueo total, y hasta finales de julio, pudieron introducir en el territorio 1.387 camiones con más de 26.000 toneladas de alimentos a través de los puntos fronterizos de Kerem Shalom (en el sur) y Zikim (en el norte). A partir del 27 de julio, Israel ha autorizado un mayor volumen de ayuda y en 11 días el PMA logró hacer llegar a Gaza más de 800 camiones con un total de 10.400 toneladas de alimentos básicos.

“Si se organizara mejor la entrada y el reparto de la ayuda, todo podría mejorar muy rápido, pero si Israel no lo permite y la situación vuelve a empeorar, no quiero ni pensar qué puede pasar”, opina Omar, temeroso.

Porque, ¿qué pasa cuando la ayuda entra? Una responsable de Unicef explicó recientemente a este periódico que los camiones son descargados en zonas tampón y otros vehículos palestinos, con conductores autorizados por Israel, vienen a cargar y a distribuir. Ese proceso se puede alargar durante días.

El PMA calcula que Gaza necesitaría en este momento más de 62.000 toneladas de ayuda vital por mes.

“Durante estos retrasos, multitudes de personas hambrientas anticipan la llegada de nuestros camiones y se concentran a lo largo de las rutas de transporte”, explica el PMA en un informe, corroborando el relato de Omar. Lo que pasa entonces queda reflejado en un impactante vídeo publicado por la organización en el que se aprecian hordas de gente saqueando un camión. “Como no podemos distribuir de forma organizada, las cocinas que preparan comidas calientes no reciben nuestros suministros y las panaderías no pueden reabrir”, lamenta la entidad.

La Cámara de Comercio de Gaza, que emite informes sobre el estado de los mercados en la Franja, acusó a Israel de “negarse deliberadamente a suministrar la protección necesaria para los convoyes de ayuda humanitaria e incluso tomar como blancos al personal local de seguridad”. Este organismo local realiza también reportes semanales y en el último publicado en su página web, correspondiente a la semana del 24 al 30 de junio, las cifras hablan por sí solas: de los 409 camiones que entraron en la Franja en ese momento, 354 fueron saqueados.

Comisiones del 52% para tener efectivo

En estos mercados informales, al lado de los vendedores, hay personas que ofrecen dinero en efectivo. En la Franja no entran billetes y monedas desde que empezó la guerra y los bancos no funcionan. Estos revendedores, que representan, según numerosos gazatíes con los que este periódico ha podido hablar en las últimas semanas, a pequeñas mafias o a grupos más poderosos que siguen teniendo importantes volúmenes de efectivo, cobran en estos días una comisión del 52% por cada venta.

Es decir, si Omar compra productos por un total de 200 séqueles, es decir, 50 euros, y no tiene efectivo pero sí dispone de dinero en el banco, puede hacer una transferencia a este intermediario. Tendrá que enviarle algo más de 400 séqueles (el precio de los productos más la comisión del 52%) y su compra, en vez de 50, le costará finalmente 100 euros.

“Ellos ganan y yo pierdo. Al menos tengo dinero para no morirme de hambre porque sigo recibiendo un salario, pero la mayoría de la población de Gaza ha perdido su empleo”, explica.

¿Y cómo hacen las personas que no tienen nada? “Mueren tratando de conseguir la comida, roban si están desesperados, algo que en Gaza nunca había ocurrido, o esperan la ayuda humanitaria. Es aterrador”, responde Omar.

Hamás tiene la culpa de todo esto. Juega con nuestro sufrimiento. Son personas oportunistas y sin moral
Omar, periodista gazatí

Más al sur, en los inmensos campos de desplazados de la zona de Al Mawasi, donde se hacinan decenas de miles de palestinos, Osama, que vive con su esposa y sus padres en una tienda de campaña, explica que la situación sigue siendo crítica y cada vez hay más gente desplazada en el área. El pasado miércoles compró un kilo de berenjenas, que algunas personas están pudiendo cultivar, y pagó por ellas 15 euros. Además, volvió a casa con un envase de tahini, una pasta de sésamo por la que pagó cinco euros y también compró un poco de madera para hacer fuego y cocinar, que le costó otros cinco euros. “Aquí, casi todos los productos son robados”, estima este joven profesor. “Yo pagué más de 100 séqueles (25 euros) por estas tres cosas que no son suficientes para que podamos comer los cuatro ... Afortunadamente, todavía me queda un poco de efectivo, porque no hubiera podido pagar además la comisión del 52%”, explica. “Por suerte, pude comprar algo, porque muchos días vuelvo con las manos vacías”, concluye.

Sobre la firma

Beatriz Lecumberri
Periodista especializada en información internacional. Ha sido corresponsal en Jerusalén, Caracas, Río de Janeiro y París y ha trabajado en la agencia France-Presse (AFP). Es autora del libro 'La revolución sentimental', sobre Venezuela, y codirectora del documental 'Condenadas en Gaza'. Actualmente, trabaja en la sección Planeta Futuro de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

_
_