La Inteligencia Artificial en la cooperación internacional: ¿Puede España contribuir a una IA Solidaria?
El país está construyendo una base sólida para los avances de esta tecnología, pero aún debe crear una estrategia para aplicarla al sector del desarrollo e impulsar una cartera de proyectos en sectores como la salud, la acción climática y la educación

Sin buscarlo ni merecerlo, el sector de la cooperación se ha convertido en el saco de boxeo de la actualidad internacional. Está recibiendo tantos golpes en tan pocos meses, que algunos se preguntan si hay vida después de esta versión musculosa de diplomacia del desplante y de búsqueda de desencuentros.
No solo la hay, sino que podría llegar en el momento idóneo. La cooperación para el desarrollo lleva demasiado tiempo encerrada en sí misma, absorta en una lógica de la solidaridad con resultados a veces cuestionables, y a menudo invisibles. Este momento podría ofrecer el revulsivo que necesitamos para revitalizar la reflexión y la acción de la mano del único factor claro y concreto que ofrece una oportunidad de cambio real. No nos referimos a la ayuda financiera, ni a una renovación de las instituciones que tutelan la cooperación desde hace décadas (que sin duda necesitan reformas), sino a la evolución y el impacto de las tecnologías digitales y, en particular, a la Inteligencia Artificial (IA).
La IA nos puede cautivar y atemorizar a partes iguales. Pero lo más importante es que ha dejado de ser ciencia ficción para convertirse gradualmente en un elemento más de nuestro día a día. Desde que ChatGPT irrumpiera en nuestras vidas, hemos tomado conciencia de su potencial disruptivo, para bien y para mal. Ahora es el momento de explorar un poder aún mayor: algoritmos que favorezcan el desarrollo de las personas y del planeta.
Es necesario seguir concienciando sobre la necesidad de marcos normativos, estándares y prácticas responsables, que conviertan la IA en un instrumento a favor del desarrollo humano
Se vislumbra una corriente esperanzadora, aunque aún se encuentra en estado embrionario. Pensemos en sistemas IA que analizan imágenes de satélite para predecir sequías y optimizar la gestión del agua en zonas áridas. O algoritmos que personalicen la educación para cada niño, superando las limitaciones de aulas masificadas y la falta de recursos docentes. Sobre proyectos que se apoyen en la IA para diagnosticar enfermedades como la malaria con una precisión asombrosa a partir de muestras de sangre, incluso en lugares remotos sin acceso a especialistas. El espectro de posibilidades para sistematizar el conocimiento, optimizar procesos, reducir costes y desarrollar soluciones más eficaces es prácticamente revolucionario. Pero solo si logramos gobernarlo bien.
La IA plantea riesgos significativos, como la reproducción de sesgos o la falta de transparencia algorítmica. Este es ya uno de los grandes campos de batalla de nuestro tiempo, y tomar partido es crítico y urgente. Por una parte, es necesario seguir concienciando sobre la necesidad de marcos normativos, estándares y prácticas responsables, que conviertan la IA en un instrumento a favor del desarrollo humano. Por ejemplo, a través de la Recomendación de la UNESCO sobre Ética de la IA, adoptada por sus 193 países miembros.
Por otra, en un contexto internacional con un grado de turbulencias sin precedentes en los últimos 30 años, no podemos ignorar que hay potencias proclives a un enfoque más utilitarista o incluso autoritario de la IA. Por eso, tanto la UE como sus Estados miembros deben liderar un modelo alternativo, basado en la ética, los derechos humanos y el desarrollo sostenible, e interconectado con países afines. La reciente aprobación del Reglamento Europeo de IA (AI Act) es un paso en esa dirección, y la creación de un gran espacio de cooperación en IA responsable se debería convertir en un activo estratégico durante los próximos años.
En ese contexto, España está construyendo una base tecnológica sólida. Ya existe una Estrategia Nacional de IA, hay inversiones con fondos europeos del Plan de Recuperación y se ha creado una muy dinámica Secretaría de Estado de la Digitalización y la Inteligencia Artificial (SEDIA). Al mismo tiempo, contamos con el Centro Europeo para la Transparencia Algorítmica (ECAT) en Sevilla, y se acaba de crear en el año 2024 la Agencia Española de Supervisión de la IA (AESIA), en A Coruña. El lanzamiento reciente de ALIA, el modelo español de IA, avala aún más esta decidida apuesta.
La cooperación oficial española sigue atrapada en cierta inercia analógica. Le falta demostrar que entiende la importancia del impacto de la IA
Sin embargo, ese impulso a nivel nacional no se traslada a la acción exterior. Sería injusto decir que no existen iniciativas en este sentido como, por ejemplo, en el contexto de la cooperación con América Latina y el Caribe. Pero en general, la cooperación oficial española sigue atrapada en cierta inercia analógica. Le falta demostrar que entiende la importancia del impacto de la IA, y que tiene la voluntad de dotar ese entendimiento con suficientes recursos, ambición y continuidad.
¿Cuáles serían los próximos pasos para integrar la IA como una prioridad transversal a través de la acción exterior española? Primero, definir una estrategia IA para el Desarrollo (IA4D) (incluyendo líneas de financiación). Segundo, impulsar una cartera de proyectos innovadores de IA en sectores prioritarios para países socios (salud, agricultura, educación, acción climática, gobernanza, etc.) Tercero, participar en proyectos con países con mayor experiencia y recursos, por ejemplo, a través de iniciativas europeas. Cuarto, fomentando la capacitación sobre IA4D en los países socios, así como al personal de la cooperación española. En definitiva, se trata de activar el incipiente ecosistema español de IA para su proyección en nuestra acción exterior.
El sector de la cooperación tiene ante sí un desafío que no debe ignorar y, al mismo tiempo, una gran ocasión tanto para inyectar una energía nueva en la agenda de desarrollo como para contribuir a una gobernanza responsable de la IA. En España, además, alentaría múltiples objetivos, como defender una visión paneuropea de la IA que promueva el desarrollo humano, concienciar sobre la ciberseguridad, impulsar una ‘Marca España Digital’, abrir nuevas vías de colaboración empresarial y, por supuesto, mejorar el desempeño y la gestión de la propia cooperación española.
Nuestro país está a tiempo de sumarse al pelotón de cabeza. Tanto en clave geopolítica como en aceleración tecnológica. Pero no hay tiempo que perder. El momento de convertirse en protagonista de una IA solidaria y responsable es ahora.
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