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Columna
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La mano ‘lila’ contra Pedro Sánchez

Este PSOE tiene poca capacidad de redención, tras haber ido perdiendo —o relegando— a su ala más feminista en los últimos años

Pedro Sánchez llegó a La Moncloa con el relato de tener el Gobierno “más feminista de la historia”. Siete años ha tardado en pulverizarse aquella ilusión. Es llamativo que ahora haya algunas voces esparciendo rumores sobre que podría haber una mano negra, supuestamente, alentando la cascada de denuncias por acoso sexual, con intención de perjudicar al presidente. La paranoia alrededor de cualquier Gobierno es signo de debilidad: ni siquiera hacía falta un nuevo escándalo para que la gota china del feminismo acabe por destronar a este PSOE.

La realidad es que ya desde el principio el Ejecutivo de Sánchez se fundamentó más en lo estético que en lo sustancial. Su apuesta consistió en colocar a mujeres de prestigio en las vicepresidencias —como Nadia Calviño o Teresa Ribera— mientras Unidas Podemos aportaba como vicepresidente a Pablo Iglesias. Ahora bien, con el tiempo ha quedado claro que quienes tenían mando en plaza en el núcleo duro del poder —los House of Cards de La Moncloa y de Ferraz— siempre fueron hombres. Mientras que ellas ofrecían imagen de solvencia y el aval de estar sobradamente preparadas para gestionar carteras de perfil técnico, el círculo de mayor confianza política del presidente resaltaba por su nutrida presencia masculina. El exministro de Transportes y exsecretario de Organización, José Luis Ábalos, o Santos Cerdán, así como los jefes de gabinete —desde Iván Redondo hasta sus sucesores— son el mejor ejemplo. La prueba de que las vicepresidentas jamás fueron las paredes maestras del poder es que dos de ellas siguen hoy su carrera en la Unión Europea, fuera de nuestro país.

Así pues, existe el riesgo de confundir política con gestión, o representación femenina institucional con cambio profundo de las estructuras de poder. Y aun así, lo más curioso es que en una organización tan centralizada, férrea y presidencial como es el PSOE de Pedro Sánchez se vea tan sacudida por el goteo de mujeres que estos días alzan la voz. Sánchez ha laminado cualquier contrapeso interno, incluso el de los barones, para que no le puedan volver a echar, pero no puede detener la lluvia fina que arrecia sobre Ferraz. La moraleja es evidente: los partidos no son ajenos a la sociedad, ni se rigen solamente por la cadena de mando de quien está en el poder.

El caso es que este PSOE tiene poca capacidad de redención, tras haber ido perdiendo —o relegando— a su ala más feminista en los últimos años. Es llamativo que las mujeres que estaban más vinculadas a las decisiones políticas hoy estén lejos del centro decisor del partido, como en el caso de Carmen Calvo, Adriana Lastra o Andrea Fernández. Mientras tanto, Cerdán fue hasta dos veces ratificado como secretario de Organización, y Ábalos —hoy en prisión provisional— fue recuperado para las listas del PSOE tras su salida del Ejecutivo. Se dirá que la comparación es tendenciosa, porque no era público entonces lo que supuestamente había detrás de esos colaboradores. A veces, hasta los paralelismos que resultan más rocambolescos o casuales también emergen como metáforas políticas.

El problema es que estos días hay gente dispuesta a elaborar teorías conspirativas antes que asumir la situación. Los más afines tiran por elevación diciendo que el machismo atañe a toda la sociedad. Es cierto, pero es el PSOE quien ha tardado cuatro meses en contactar a las denunciantes de Paco Salazar. Aunque este conserve su presunción de inocencia, los recelos giran en torno a si un tiempo tan dilatado no dejaba el tema en el limbo. Se repite desde la organización que existen protocolos, pero parece que solo se vuelven efectivos bajo la presión mediática. Qué paradoja que hayan sido mujeres las encargadas de gestionar la crisis a posteriori, como en el caso de Rebeca Torró.

Otros se burlan de que décadas de lucha feminista queden pisoteadas por las presuntas actitudes de determinados hombres. Que se sepa, ninguna de las mujeres socialistas ha consumido prostitución ni ha presuntamente acosado a nadie. En Podemos dirán que todo esto ya se intuía cuando Sánchez habló una vez de sus amigos de 40 o 50 años, al parecer, perjudicados por el feminismo, o cuando Yolanda Díaz apartó a Irene Montero. Un partido que aún no ha asumido como propios también los errores de la Ley del solo sí es sí quizá no esté para dar lecciones a los demás.

En definitiva, habrá quien crea que poner ahora a una mujer al frente de la portavocía del Gobierno, en sustitución de Pilar Alegría, es otro signo de empoderamiento. En cambio, para otros quizás invite a pensar sobre si el relevo solo servirá como coartada de lo mucho que aún nos queda por avanzar. La mayor aportación feminista de este PSOE probablemente sea la indignación pública desatada. Quienes van diciendo que hay una mano negra detrás igual creían que el feminismo estético o instrumental era el feminismo de verdad. Que hoy pueda desmovilizarse el voto femenino habla del futuro que ha de venir: incluso si una mujer llega a la secretaría general, tampoco recuperará la credibilidad, si todo se reduce a estética y no a transformación real. La supuesta mano negra era en verdad una mano invisible o lila: la del exigente avance de la sociedad.

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Sobre la firma

Estefanía Molina
Politóloga y periodista por la Universidad Pompeu Fabra. Es autora del libro 'El berrinche político: los años que sacudieron la democracia española 2015-2020' (Destino). Es analista en EL PAÍS y en el programa 'Hoy por Hoy' de la Cadena SER. Presenta el podcast 'Selfi a los 30' (SER Podcast).
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