Cultivar la negligencia
El agotamiento y la precariedad del personal sanitario es un fallo estructural que dispara el riesgo de errores


El viernes pasado me caí de la bici. Había llovido y patiné sobre unas hojas mojadas. No iba deprisa, ni borracha. Las bicis de Bicimad tienen las ruedas desgastadas, sobre todo las traseras, y la mía patinó. Caí sobre la pierna derecha, que se torció por la rodilla haciendo un ángulo de 90 grados en la dirección equivocada. Me senté en el suelo y, al enderezar la pierna, supe que no me había roto ningún hueso, pero me dolía tanto que me costaba respirar.
Una señora argentina me vio en el suelo y llamó a una ambulancia. Un chico colombiano que iba detrás de mí con una mochila de Glovo se bajó de su bici, aparcó la mía en un lugar seguro y se quedó conmigo hasta que llegó. Era más de medianoche. Los dos venían de trabajar. Los enfermeros que me recogieron me taparon con una manta y subieron la calefacción porque, entre el golpe y el susto, empecé a tiritar. Pasé varias horas en la sala de espera. La entrada de urgencias de la Jiménez Díaz no se parece en nada a la de The Pitt.
Urgencias no es como la frutería, donde te atienden por orden de llegada. Hay un sistema llamado triaje que ayuda a los enfermeros a determinar el grado de urgencia de cada paciente. Tienen aparatos para medir los signos vitales (presión arterial, saturación de oxígeno, temperatura, ritmo cardíaco y respiración) y descartar hemorragias, infecciones y otras catástrofes ocultas. Pero, para determinar el estado neurológico, hay un protocolo llamado Escala de Coma de Glasgow. Consiste en una serie de preguntas y observaciones diseñadas para saber si el paciente está despierto, entiende lo que ocurre y responde de forma apropiada a los estímulos. Van asignando puntos a cada respuesta, y el total les indica cómo proceder.
Por ejemplo, miran si el paciente abre los ojos cuando le hablas, si sus pupilas se encogen frente a una luz repentina o si responde de forma coherente las preguntas y reacciona al dolor. Cualquiera que haya visto dos episodios de House sabe cómo funciona. Algunas pruebas son subjetivas, como pedirle al paciente que diga cuánto le duele. Hace falta lucidez, experiencia y atención.
Hay síntomas autoevidentes, como una fractura abierta o la coloración. Un paciente que llega azul con una pierna colgando es urgente. Otros son muy importantes pero sutiles, como un hormigueo o una pérdida de sensibilidad. El personal sanitario debe decidir en pocos minutos si hay una emergencia vital inmediata (Nivel 1) o puede esperar varias horas en un pasillo. Demasiada responsabilidad para gente que hace turnos de 14 horas, y médicos que hacen guardias de 24 horas y semanas de 60 horas.
Nuestra atención y la concentración se desploman tras una sola noche de sueño insuficiente. Después de 17-24 horas sin dormir, la velocidad de reacción es equivalente a la de un borracho. La toma de decisiones es lenta e impulsiva; aumenta el riesgo de errores críticos. Cada capítulo de The Pitt representa un turno de 15 horas, pero la médico que me atendió el pasado viernes llevaba allí desde las ocho de la mañana y allí seguía cuando me marché, a las cuatro de la mañana. No sé por qué decimos que hacen huelga para protestar contra el maltrato, la precariedad y el malestar de los médicos, cuando lo que se vulnera es el derecho de ser atendidos por profesionales en plena posesión de sus capacidades físicas, cognitivas y emocionales.
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