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TRIBUNA
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La gracia de Marco Rubio

El secretario de Estado de EE UU cambia con pretextos ideológicos la tipografía de los documentos oficiales

Mire con atención esta M con que se abre el artículo. Observará que sus astas paralelas, esos palos verticales que descansan sobre el imaginario suelo de la línea, están apoyadas en una especie de mínima alfombra. Esa base que tiene la m en su pie, que comparten la i y el resto de las letras de esta tipografía, se llama serifa y es propia de la fuente usada en EL PAÍS. En cambio, los titulares de la sección de Deportes de este periódico en su versión en papel son letras sin serifa, también llamadas letras paloseco. La serifa conoce otros nombres: remate, terminal, patín o gracia, por eso es posible que en textos que tratan de imprentas y de edición encontremos que se habla de “fuentes con gracia” o “tipos sin remate”. Una vez conté esto de la serifa como mera anécdota en clase y un alumno me dijo que las fuentes con serifa eran letras con su poquito de tontería. Es otra manera de llamar a la gracia.

La legibilidad de una letra depende de hechos técnicos específicos (el grosor del trazo, la separación entre caracteres, la presencia o no de remates) y de otros elementos del entorno de escritura. Por ejemplo, los textos con alineación justificada, es decir, distribuidos uniformemente entre ambos márgenes, con bordes rectos a izquierda y derecha, son menos legibles que los alineados a la izquierda. Los expertos en mejora de la accesibilidad han mostrado que las letras sin serifa son más legibles para personas con dificultades visuales.

Atendiendo a sus recomendaciones, en 2023 Antony Blinken, entonces secretario de Estado de Estados Unidos, dio la orden de que los textos generados desde las oficinas del Gobierno dejasen de utilizar la letra Times New Roman, con serifa. Esa letra Times es una fuente bien conocida en las imprentas del siglo XX: rinde homenaje en su nombre al diario The Times, que la empezó a usar en los años treinta, se adoptó como una especie de letra oficial estándar, fue general en la prensa, EL PAÍS la usó hasta el año 2007. Pero con Blinken la Administración estadounidense decretó el sacrificio de Times en favor de una fuente distinta, nacida a inicios del siglo XXI: Calibri, de curva suave, relativamente ancha y sin serifa, con buena legibilidad en pantallas.

La Administración de cualquier país toma decisiones grandes y pequeñas, a veces errando y otras con acierto, pero creo que lo esencial es que esas decisiones estén motivadas legítimamente y orientadas al bien común. Esa decisión pequeña de la era Biden comunicaba, al menos, la disposición a actuar buscando eliminar barreras y facilitar las cosas. Hace unos días, Marco Rubio, secretario de Estado actual, comunicó que se revertía esa prescripción; ha ordenado que se abandone de manera oficial la fuente Calibri y que se vuelva a usar Times. Sus argumentos han sido, literalmente, de otro estilo. Sus fuentes ideológicas son bien distintas. Aduce Rubio que el uso de Calibri en documentos oficiales degrada la imagen institucional estadounidense; da una impresión blanda, poco seria y de falta de decoro. Sostiene que la fuente Times connota mayor seriedad profesional y adscribe el uso de Calibri a una odiosa ideología que defiende la diversidad, la equidad y la inclusión. Para Rubio, en fin, Calibri es (pobre mía, con lo anodina que es) una letra woke. No quiere letras a palo seco.

Rubio busca lo importante en lo accesorio: persigue la solemnidad en lo que la tipografía evoca y no en lo que con ella se escribe. Podría parecer un exceso: la tipografía elevada a categoría ideológica. Pero coincido con Rubio en que las tipografías no son meras letras, transmiten significados. Y no es la primera vez que vemos una vinculación entre fuentes y política: pienso en la historia de la letra gótica en la Alemania nazi, primero favorecida por parecer tradicional y verdaderamente germánica, y luego rechazada. Con todo, hay algo que no casa bien en esta proscripción de Calibri. En general, las empresas adoptan tipografías que redundan en un universo estético coherente con otros aspectos visuales de la marca y con la imagen que quieren proyectar. Por eso me pregunto por qué se ha tomado esta decisión, que en mi opinión comunica justamente lo opuesto a lo representado por el Gobierno de Trump en sus decisiones administrativas. Sí, sin duda Times es una letra más elegante y formal que Calibri, pero el universo Trump muestra una afinidad estrecha con el aspecto (que no con la legibilidad) de Calibri: es simple, predecible, de acciones a palo seco, de corta historia y con poca atención al ornato.

Cuando se administra desde el gesto simbólico, desde la teatralidad hueca, la política se vuelve una colección de decisiones con más vistosidad que profundidad. Y la vistosidad es evidente, aunque la serifa sea pequeña. Miro de nuevo esa alfombrita, esa tontería, esa gracia mínima de la M que abre este artículo y que esconde tanta intención y tanto simbolismo para el Gobierno de Estados Unidos. Y pienso cómo ese elemento menor puede comunicar absolutamente tanto. Qué maravilla es cualquier tontería que tiene que ver con la lengua.

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Sobre la firma

Lola Pons Rodríguez
Historiadora de la lengua y catedrática de la Universidad de Sevilla, directora de los proyectos de investigación 'Historia15'. Es autora de los libros generalistas 'Una lengua muy muy larga', 'El árbol de la lengua' y 'El español es un mundo' y colaboradora en RNE.
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