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COLUMNA
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El foco se mueve en Ucrania

Mal asunto si el centro de atención pasa de las trincheras a los despachos de retaguardia donde se traman negocios turbios

José Andrés Rojo

Lo que importa en una guerra es poner el foco en las maniobras militares y diplomáticas para derrotar al enemigo o, cuando menos, para resistir sus desafíos y sus ataques. En Ucrania, en los últimos días, la atención se ha desplazado a otro lugar. El 28 de noviembre, los agentes de dos organizaciones que combaten la corrupción y que operan con el apoyo de los aliados occidentales de Kiev investigaron el domicilio de Andrii Yermak, el jefe de la oficina de Volodímir Zelenski. Poco después, el presidente anunciaba la dimisión de quien era hasta ese momento su número dos, el tipo que estuvo a su lado en todas partes y que tenía un enorme poder de decisión, también para ocuparse de los asuntos más sucios, que suelen abundar en medio de una guerra.

A Yermak se lo acusa de formar parte de una red de cobro de comisiones y de blanqueo de dinero organizada por Timur Mindich, el socio de Zelenski en la productora audiovisual que lo proyectó cuando encarnaba como actor el papel de un jefe de Estado ficticio, de un servidor del pueblo, que luchaba contra la corrupción. De ahí saltó al poder real, ganó unas elecciones, gobierna su país. Ay, los amigos, los viejos amigos, tan fieles a la hora de compartir el camino hacia la gloria y tan raudos para pillar después todo el dinero que tengan al alcance de la mano.

De tener el foco puesto en las trincheras a llevarlo a los despachos de retaguardia donde se andan realizando negocios turbios, mal asunto. Está al caer el invierno en Ucrania, y esa sociedad que se ha mantenido firme desde el 24 de febrero de 2022 en la dura batalla de pararle los pies a Putin está cada vez más cansada de la guerra. Ahora padece, además, cortes diarios de luz de más de 12 horas por los bombardeos rusos a la red energética, y no son buenas las noticias que llegan del frente. El Kremlin sigue machacando en la zona de Donbás y quiere salirse con la suya y tomar Pokrovsk, lo que en este momento sería una señal devastadora para las fuerzas de Ucrania. Otro dato inquietante: las deserciones siguen creciendo; cada vez son más los jóvenes que han decidido desentenderse de sus obligaciones y se van del país. Desde el inicio de la invasión rusa, hay ya más de 300.000 llamados a filas que han salido petando.

Luego están los 28 puntos del plan de paz de Donald Trump, que parecen una invitación del país más poderoso del mundo a que Kiev se humille ante Moscú y pierda los territorios por los que sus tropas llevan años derramando sangre. Putin, por su parte, quiso también el martes cambiar el foco. Rusia está lista para una guerra con Europa, dijo, como quien desvía el disparo y apunta a otro lado, dejando a Ucrania en las sombras. Sabe que los Veintisiete están divididos (ha hecho todo lo posible por conseguirlo a través de meticulosas campañas de desinformación), y sabe también que el miedo es eficaz para disolver los grandes valores que defiende Europa.

Ucrania tiene una larga historia en la que una y otra vez fue abandonada. Basta pasar las páginas de Tierras de sangre (Galaxia Gutenberg), de Timothy Snyder. Cuenta que, en las últimas semanas de 1932, Stalin eligió matar de hambre a millones de personas en la Ucrania soviética; el 23 de mayo de 1941 fue Hitler el que puso en marcha su Plan de Hambre, necesitaba el grano de Ucrania para alimentar a los civiles y los soldados alemanes. Entonces la comunidad internacional cambió también el foco y miró hacia otra parte.

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Sobre la firma

José Andrés Rojo
Redactor jefe de Opinión. En 1992 empezó en Babelia, estuvo después al frente de Libros, luego pasó a Cultura. Ha publicado ‘Hotel Madrid’ (FCE, 1988), ‘Vicente Rojo. Retrato de un general republicano’ (Tusquets, 2006; Premio Comillas) y la novela ‘Camino a Trinidad’ (Pre-Textos, 2017). Llevó el blog ‘El rincón del distraído’ entre 2007 y 2014.
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