Ucrania, en la cuerda floja
Trump refuerza las posiciones de Putin para conseguir el final de la guerra


Trump ha dicho en algún momento de los últimos días que “el mejor modo de acabar la guerra horrorosa entre Rusia y Ucrania es ir directamente a un acuerdo de paz que acabaría la guerra, y no un mero acuerdo de alto el fuego, que a menudo se acaba incumpliendo”. No es la posición que defienden ni Ucrania ni la Unión Europea, pero todo apunta a que las cosas van a hacerse al dictado del mandatario estadounidense. Es el que está moviendo las fichas con mayor determinación, o eso es por lo menos lo que parece. El primer paso fue la cumbre con Putin en Anchorage, que no duró mucho más de dos horas y media y aparentemente no produjo grandes frutos, salvo acaso el más importante, el de reconocer a Putin como el interlocutor fundamental para acabar el conflicto. Otro de los comentarios recientes de Trump, en este caso refiriéndose a Ucrania, resulta clarificador: “Rusia es una potencia muy grande y ellos no lo son”.
Luego vino la cita con Zelenski, y con la corte de acompañantes que este llevó consigo a Washington para evitar una humillación parecida a la que sufrió durante su anterior encuentro con el presidente de Estados Unidos. Esta vez las conversaciones se prolongaron durante más de seis horas. Este detalle de la duración de las reuniones no resulta banal. Quiere decir que en la segunda hubo más ruido, que las cuestiones a tratar entre los viejos amigos de los dos lados del Atlántico son más espinosas, difíciles. Lo que se escenificó en Alaska no necesitaba hilar muy fino ni largas discusiones. Trump vino a decirle al mundo algo muy sencillo a propósito de su apoyo a Ucrania: “Me estoy quitando”. Como quien abandona el vicio de las drogas o el hábito de fumar. El otro mensaje era menos evidente, pero igual de duro. Putin ha ganado la guerra.
Los líderes europeos que acompañaron a Zelenski han manifestado que las cosas en Washington salieron estupendamente. El simple hecho de que Trump no les montara ninguno de sus numeritos los llenó de gozo. Hay alguna imagen que resulta reveladora. Se ve a Trump frente a sus invitados —el francés Macron; el alemán Merz; el británico Starmer; la italiana Meloni; el finlandés Stubb; el secretario general de la OTAN, Rutte; la presidenta de la Comisión Europea, Von der Leyen, y el propio Zelenski— y da la impresión de que ya estuviera haciendo negocios. De acuerdo, Washington le vende a Ucrania el armamento que reclame y que luego pagará Europa, pero nada de tropas estadounidenses sobre el terreno para mantener su seguridad, en todo caso unos cuantos aviones que vigilen desde lejos. Se entiende que el encuentro durara tanto, estaban explorando el día después.
La escena resulta desgarradora. Es posible que el inmenso esfuerzo que ha hecho Ucrania para combatir la invasión de los ejércitos de Putin que se inició en febrero de 2020 y conservar sus territorios no vaya a servir de mucho. Alguna encuesta reciente dice que casi un 70% de la población de Ucrania quiere acabar cuanto antes la guerra, las tropas rusas siguen avanzando en Donbás, Trump se está quitando de mantener los apoyos que ha dado Estados Unidos a Kiev, y Europa —y, sobre todo, la opinión pública de Europa— no tolerará nunca ni un solo muerto en ese conflicto, así que estudia un nuevo paquete de sanciones a Moscú. Ha empezado el tiempo de los infinitos vaivenes entre unos y otros para construir un relato en el que todos ganen. Habrá que ver cómo se lo cuentan después a cuantos batallaron, y dieron sus vidas, en Ucrania para frenarle los pies a un tirano.
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