Pobreza crónica entre la euforia
Las cifras de carencia prolongada muestran que el espectacular crecimiento económico de España tiene dos caras

España vive una paradoja económica. Es innegable, y así lo ratifican análisis y estadísticas internacionales y nacionales, que es la gran economía avanzada que más crece: tiene más trabajadores que nunca (22,4 millones), el paro más bajo desde la crisis financiera, las grandes empresas presentan beneficios históricos, se atrae inversión de todo el mundo y la Bolsa bate récords, como ha hecho esta semana. Sin embargo, también con las estadísticas en la mano, sigue sufriendo un problema de desigualdad con unas tasas de pobreza insólitas para ese desempeño macro. Esa pobreza se está cronificando y la mejora del empleo y de los salarios no la logran reducir. El 13,6% de la población española, unos 6,7 millones de personas, vivió el año pasado en situación de carencia prolongada, según Eurostat. La definición de pobreza persistente es que fueron pobres ese año (con una renta disponible inferior a 11.584 euros anuales por persona, según la fórmula empleada) y en al menos dos de los tres anteriores. El dato ha crecido dos puntos desde 2023 y es la peor cifra desde la pandemia.
Los datos de la agencia estadística europea ratifican lo que otros estudios y especialistas señalan: pese a cierta mejoría gracias al crecimiento económico, a la caída de la inflación desde que se disparó por la guerra de Ucrania y a las medidas de protección social, en particular en la pandemia, España sufre una pobreza estructural que se extiende en el tiempo y que crece. Se ceba en particular con los menores, las familias monoparentales (en su inmensa mayoría encabezadas por mujeres) y los inmigrantes extracomunitarios. En el caso de los menores de 18 años, la pobreza persistente no es solo la más alta por grupos de edad, sino la que más ha subido desde la crisis financiera.
El último informe de la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, presentado en junio, señala que el año pasado el 19,7% de la población, cerca de 9,6 millones de ciudadanos, estaban en riesgo de pobreza. Es la tasa más baja desde la Gran Recesión, pero han hecho falta 16 años para que vuelva a situarse en los niveles de entonces, reflejo de su profundo calado. Pese a esa mejora, España sigue ocupando el sexto lugar entre los países de la UE por tasa de pobreza, 3,5 puntos por encima de la media. Es la peor situación tanto de Europa Occidental como de los grandes Estados de la Unión. En la última década, la población que sufre carencias materiales y sociales severas ha estado siempre por encima de los 3,4 millones de personas.
La carestía de la vivienda es un factor recurrente al analizar las dificultades de España para escapar de esta situación. De todos los conceptos que la Red analiza para medir las carencias severas, el único que creció el año pasado fue el retraso al pagar gastos de la vivienda o compras a plazos. Igualmente, mientras el avance de España resulta inexplicable sin la aportación de los inmigrantes, durante toda la última década más de la mitad de los inmigrantes extracomunitarios sufren pobreza y exclusión social.
La economía que puede presentar las mejores cifras macro de su entorno, también es una economía en la que tener un empleo no garantiza escapar de la pobreza, sobre todo si confluyen uno o varios factores como ser inmigrante, no tener una casa en propiedad, tener hijos a cargo o ser familia monoparental. Compete a todos reflexionar sobre las dos caras de la economía española cada vez que se presume de cifras: no solo está creciendo la riqueza, sino también la pobreza.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.






























































