La dignidad de Brigitte Macron
La defensa legal de la mujer del presidente de Francia frente a los bulos es un importante precedente que merece prevalecer


El proceso judicial iniciado esta semana contra ocho hombres y dos mujeres en un tribunal de París acusados de ciberacoso a Brigitte Macron, la esposa del presidente francés Emmanuel Macron, es una buena muestra de hasta dónde ha llegado el envilecimiento y el poder de la desinformación en las redes sociales, donde cualquier ciudadano, independientemente de su posición, puede ser objetivo de una despiadada campaña de destrucción personal basada en premisas absolutamente disparatadas.
Los acusados, con edades entre los 41 y 60 años, son investigados por difamar sistemáticamente a Brigitte Macron, cuyo apellido antes de casarse era Trogneux, repitiendo y expandiendo un infame bulo originado en internet: que en realidad es un hombre llamado Jean-Michel, quien, al morir su hermana, la verdadera Brigitte, cambió de sexo y asumió secretamente su identidad. Lejos de tomárselo a broma, Brigitte Macron ha decidido emprender acciones judiciales contra quienes difunden esta historia. El fiscal ha solicitado penas de entre 3 y 12 meses de prisión para los acusados y multas de miles de euros.
Acierta en su actitud combativa Brigitte Macron por varias razones. En lo inmediato, porque más allá de la posible intencionalidad política que tenga esa mentira para desacreditar a su marido, a ella le está produciendo un daño personal directo tal y como está quedando demostrado esta semana ante el tribunal. El testimonio ante la justicia de Tiphaine Auzière, la tercera de los hijos que Brigitte Macron tuvo con el banquero André-Louis Auzière —y la prueba viviente de que la demandante es una mujer, por si aún hace falta decirlo— es una descarnada descripción del deterioro de una persona sometida a este tipo de insidias a la que ni siquiera el entorno restringido del Elíseo puede proteger. El sumario recoge 20 folios de insultos desde “satanista” a “pederasta”. Todavía resulta más escandaloso, y da la medida del marco moral de los acusados, que estos se escuden en el humor para tratar de esquivar la condena en vez de asumir la crueldad de sus acciones, y que para hacerlo se comparen con los humoristas de la revista satírica Charlie Hebdo asesinados en un brutal atentado islamista en 2015.
La iniciativa legal de Brigitte Macron —que también ha puesto una denuncia en EE UU, donde nació el bulo— tiene un impacto profundo. Uno de los valores más importantes de la democracia es la libertad de expresión, pero esta de ninguna manera puede servir para encubrir los intentos de destrucción personal o, todavía más, utilizar ese ensañamiento como método de influencia política. No solo son los individuos, sino que es la democracia misma la que tiene que defenderse en nombre de todos. Convertir a una mujer en la víctima propiciatoria del pensamiento conspiranoico —que, lejos de ser una excentricidad, siempre tiene una finalidad política— es intolerable.
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