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Columna
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No, Trump no ha ganado nada 

Las pretensiones del presidente estadounidense y su entorno de atribuirse el Premio Nobel de la Paz concedido a María Corina Machado reflejan un preocupante divorcio de la realidad 

Francesco Manetto

La concesión del Premio Nobel de la Paz a María Corina Machado abrió el pasado viernes la compuerta de las interpretaciones sobre el significado del reconocimiento. Una de las lecturas de más éxito por su difusión, aunque probablemente una de las más desafortunadas por su simpleza, fue la que atribuía a Donald Trump el mérito del galardón otorgado a la líder opositora venezolana. Esta tesis empezó a circular tan solo minutos después de que se conociera la decisión del comité noruego. Tanto en algunos sectores de la izquierda a ambas orillas del Atlántico como en la ultraderecha estadounidense cundió una decepción que, partiendo de cosmovisiones ideológicas en las antípodas, llegó a la misma conclusión: el magnate republicano es el ganador moral del Nobel. No, no lo es.

Era previsible que ese análisis se instalara en ciertos ambientes de la izquierda ―eurocéntricos más que europeos― debido a una visión caricaturesca del conflicto político venezolano. También era de esperar que los ultras más trumpistas que Trump pusieran el grito en el cielo, sedientos de validación ética para el evangelio MAGA (Make America Great Again). Pero los mensajes de cargos públicos, de la Casa Blanca y del propio presidente muestran un preocupante divorcio de una percepción serena de la realidad. En otras palabras, un rasgo megalómano que, si no es nuevo, ha quedado retratado por completo. ¿Por qué Trump tenía que ser el protagonista? Según esta narrativa, por su plan de paz para Gaza.

“Seguirá haciendo acuerdos de paz, poniendo fin a guerras y salvando vidas. Tiene un corazón humanitario y nunca habrá nadie como él que pueda mover montañas con la pura fuerza de voluntad. El Comité Nobel demostró que antepone la política a la paz”, escribió Steven Cheung, director de Comunicación de la Casa Blanca. “La comisión del Nobel ha perdido toda credibilidad. Trump ha puesto fin a ocho guerras en nueve meses y merece el Premio Nobel de la Paz. ¡Gracias al Kremlin por apoyar al presidente de Estados Unidos!”, escribió la representante Anna Paulina Luna al difundir un mensaje del propio mandatario en el que agradece a Putin, aliado de Nicolás Maduro, unas palabras de elogio.

La lista continúa. Richard Grenell, enviado especial de Washington para Venezuela, afirmó lapidario que “el Premio Nobel murió hace años”. Y así, sin importar que el plazo para presentar candidaturas venciera el pasado 31 de enero. Hasta que la propia María Corina Machado, que sí debe a Trump, como a Joe Biden, el apoyo a la oposición antichavista, utilizó el mismo argumento para desactivar la avalancha de descontento con un mensaje de X: “¡Dedico este premio al sufrido pueblo de Venezuela y al presidente Trump por su decidido apoyo a nuestra causa!”. La veterana política venezolana, que lleva más de un año en la clandestinidad evadiendo la feroz persecución del régimen, también llamó al mandatario estadounidense.

El contenido de la conversación fue difundido por el magnate. “La persona que recibió el Premio Nobel me llamó hoy y me dijo: ‘Acepto esto en tu honor, porque realmente lo merecías’. Fue un gesto muy amable”, dijo en una conferencia de prensa. La cuenta de la Casa Blanca ya lo había ventilado antes: “La ganadora del Premio Nobel de la Paz dedica el premio a Donald Trump”. La frase iba acompañada de una gran fotografía que da la idea de lo desubicada que está la actual Administración ante el resto del mundo. “Presidente de paz”, se lee en ella.

No, Trump no ha ganado nada. Y, al margen de las consideraciones sobre la oportunidad de este galardón frente a otros, el debate de todos los años, el premio recae en la lucha contra un régimen autoritario que hace trampa, que no conoce la separación de poderes y que ha expulsado a millones de personas, la inmensa mayoría arrastradas por la miseria hacia una diáspora desesperada por América Latina y camino de Estados Unidos. Este es el conflicto venezolano.

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Sobre la firma

Francesco Manetto
Es editor de EL PAÍS América. Empezó a trabajar en EL PAÍS en 2006 tras cursar el Máster de Periodismo del diario. En Madrid se ha ocupado principalmente de información política y, como corresponsal en la Región Andina, se ha centrado en el posconflicto colombiano y en la crisis venezolana.
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