Lo que valen tres semanas con un cáncer
Los lectores y las lectoras escriben sobre las demoras en los tratamientos oncológicos, la turistificación de Barcelona, la salud mental en el trabajo y la preocupación por la imagen corporal

Recuerdo que tres semanas fueron suficientes para que todo cambiara. Primero vinieron las pruebas, las preguntas y las llamadas. Sobre todo, las preguntas. Después, la certeza dejó paso al sillón, el pañuelo y la esperanza. Sobre todo, la esperanza. Medio año de quimioterapia y una operación que le dejó marcas que no se ven, pero que duran toda la vida, ya no hay rastro de tumor en mi madre. Le quedan años de tratamiento y seguimiento, pero también la vida por delante. Doy gracias porque solo fueran tres semanas, porque, aunque todo cambió, también fueron las tres semanas en que se salvó mi madre. Estos días, me pregunto qué hubiese pasado si nadie hubiera llamado, porque un sistema de salud pública no puede permitirse abandonar a nadie en esas semanas. Porque la prevención también salva vidas.
Javier Karlsson Soler. Murcia
¿Para quién es Barcelona?
Pasear por Barcelona y sentirte extranjero en tu propia ciudad es algo que los vecinos hemos normalizado. Sentarte en una terraza para tomar algo y que se dirijan a ti en inglés antes que en castellano o catalán dice mucho del modelo de ciudad que estamos construyendo, que prioriza a los turistas sobre los residentes. El turismo es siempre bienvenido, pero no debemos olvidar quiénes somos: queremos ser parte de nuestra ciudad, no sentirnos espectadores de ella.
Carla Ferrer Valls. Barcelona
Trabajo y salud mental
La sociedad evoluciona y nos exige más que nunca. Hace tiempo, no había tantos problemas de salud mental en el trabajo, y casi no se hablaba de ellos. Ahora ya son la segunda causa de baja laboral en España. Como estudiante, me asusta esta noticia, porque me hace pensar en el futuro laboral que nos espera. Estoy convencida de que una de las causas principales es el amplio acceso que tenemos a la información y a las redes, que antes no existía. Nos genera comparaciones, estrés constante e incluso depresión y ansiedad. Entre todos, debemos empezar a poner límites y a cuidar de nosotros mismos antes de que sea demasiado tarde.
Carlota Espelt Llebaria. Barcelona
Obsesión por el cuerpo
Soy endocrinóloga. Hace años, debía explicar a qué me dedicaba; ya no. Me siento esperanzada y a la vez atemorizada ante las posibilidades de los fármacos para la obesidad. Mientras la conversación pública gira sobre la aceptación de todos los cuerpos o las burlas por la apariencia física, recibo consultas como “ganancia de cuatro kilos en el último año”, “IMC 43,7, 32 años”. Intento personalizar cada mensaje, pero inevitablemente recurro a generalidades como “verdura” y “ejercicio”. Creo en los cimientos. De vuelta a casa, leo alguna calamidad en las noticias. ¿Podremos mantener la cordura? Ojalá conservemos las ganas de cuidarnos sin que nos devore la obsesión.
Isabel Losada Gat. Madrid
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