España, Francia y el reconocimiento del Estado palestino
El creciente rechazo mundial a la matanza de Gaza cambia la ecuación geopolítica


El reconocimiento por parte de Francia del Estado palestino es un acontecimiento vital en el mundo y en Europa. Este acto decisivo habría sido más difícil si España —y sus gentes— no hubieran dado el primer paso el año pasado. El ejemplo español ha sido ensalzado tanto por parte de la clase política francesa como por algunos medios de comunicación y, como era de esperar, denostado por la extrema derecha. El presidente Emmanuel Macron llevaba mucho tiempo buscando la manera de vincular esta decisión a una movilización internacional que arrastre, junto con Francia, a otros países del mundo, tal y como había hecho el presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez. Es probable que otros miembros de la UE acaben secundando estos pasos hacia delante. La coalición que ha emergido en la ONU, a la que ahora se suma Francia, cambia la ecuación geopolítica y puede colocar a Estados Unidos, aliado incondicional y proveedor principal de armas y logística del ejército israelí, en una posición muy comprometida: con el anuncio de este domingo de que el Reino Unido se une a ese reconocimiento, son ya cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad, además de 148 de los 193 países de la ONU, los que legitiman, ante los ojos del mundo, la justicia de la causa palestina y la necesidad de una solución de paz basada en la coexistencia de dos Estados, el palestino y el israelí. Junto al Reino Unido han dado el paso Canadá, Australia y Portugal. Más países lo harán este lunes.
Se está experimentando, pues, un contundente e impactante giro, al que la venganza israelí responde reforzando los ataques genocidas a la población civil de Gaza y acentuando las acciones coloniales criminales en los territorios ocupados de Cisjordania. Para la conciencia universal y los defensores de la civilización frente a la barbarie, el Gobierno de Benjamín Netanyahu y los fundamentalistas religiosos de Israel son ahora el único obstáculo para la paz.
La decisión francesa no ha sido, desde luego, fácil de tomar. Hubiera sido obvia en la época de los presidentes Charles de Gaulle y François Mitterrand, pero hoy no lo es, merced a un poderoso grupo de presión a favor de Israel, en sectores importantes de la política y en los medios de comunicación claramente de derechas, que censura sistemáticamente cualquier crítica que resulte incómoda a ese Estado. El simple hecho de utilizar la palabra “sionismo” puede costarle la carrera a cualquier responsable político o periodista. La infamante acusación de “antisemitismo” planea como una sombra sobre los partidarios de los derechos de los palestinos, mientras que aquellos que son la encarnación histórica en Francia de este antisemitismo, englobados en la extrema derecha, pretenden ahora, por razones antimusulmanas y antiárabes, ser los sostenedores del discurso de Netanyahu y de los religiosos integristas. El país de Isaac Rabin, Simón Peres y otros grandes líderes que buscaron, incluso tras varias implacables guerras, una solución movida por la justicia y la dignidad de ambos pueblos, ¡está ahora en manos de políticos acusados de genocidio por el Tribunal Penal Internacional!
Asimismo, hay otro aspecto que merece atención por su impacto. En la mayoría, si no en todos los genocidios que se han cometido en la sangrienta historia del siglo pasado hasta ahora, esta modalidad de crimen de lesa humanidad se ha perseguido y condenado post mortem tras una investigación judicial contradictoria que lo vincula a sistemas totalitarios o autoritarios; el genocidio que se atribuye hoy al Gobierno israelí —en la era democrática— se televisa, hic et nunc, y es reprobado cada día por millones de ciudadanos espectadores de la mayoría de la comunidad mundial, sin que pase desapercibida la intervención de Donald Trump y la cobarde complicidad moral de algunos países europeos, que han obstaculizado su paralización. Como crimen de Estado que aniquila a un pueblo por encima de leyes internacionales que no se aplican, lo convierte en un ejemplo que todas las dictaduras del mundo observan con interés.
Afortunadamente, la Unión Europea está empezando a reaccionar, aunque eso no hará olvidar —ni dejar en la impunidad— las decenas de miles de personas asesinadas en Gaza, las mujeres y los niños hambrientos, las vidas destruidas. Bruselas promete “sancionar” a Israel: ya veremos. Es hora no solo de reconocer fehacientemente al Estado palestino, sino de acompañar esta decisión con medidas efectivas dirigidas contra los dirigentes israelíes y sus medios de destrucción. Los países de la UE deben dejar de suministrar armas y municiones a ese Estado. Hay que denunciar, sin descanso, el chantaje censurador antisemita que salta cada vez que se cuestiona la política israelí en Palestina; y hacer comprender a la opinión pública y a los ciudadanos israelíes que es precisamente en nombre de la seguridad de su país, y sobre todo en nombre de nuestra inquebrantable solidaridad con la historia y los sufrimientos históricos del pueblo judío, por lo que les pedimos que se pongan decididamente del lado de la justicia. Precisamente porque estamos en contra del antisemitismo y a favor de la existencia de un Estado de Israel integrador de culturas dentro de fronteras seguras, reconocidas y garantizadas internacionalmente, apoyamos una solución pacífica entre ambos pueblos. Esto es lo que ha entendido Francia al reconocer al Estado de Palestina.
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