Los pueblos entran en modo invierno
Los lectores escriben sobre los pueblos tras la temporada estival, la conversación sobre la inmortalidad entre Xi Jinping y Vladímir Putin y la maternidad en el siglo XXI

Del 31 al 1 solo hay un día, pero muchísima gente menos. El domingo 31, tras la comida, acabaron las fiestas del pueblo y, en tres o cuatro horas, pasó de modo fiestas a modo invierno. Esa noche ya no había nadie por la calle, volvimos a las tres personas de siempre en el bar, las tres paseando y las tres en el cerro viendo el atardecer. El lunes por la mañana vuelta al ruido de algún tractor, el panadero pitando, casi ningún coche y ninguna voz por la calle. Vuelta a la tranquilidad, pero con morriña. Por un lado, te da pena, por otro recuperas el sitio donde vives… Ojalá el pueblo estuviera todo el año con la gente que está en agosto, pero claro, para eso hacen falta servicios de verdad, oportunidades laborales, formativas y de ocio, una red eficiente de transporte, vivienda, hablar en los colegios sobre medio rural… Es decir, visión a largo plazo y compromiso con el territorio: presupuestos y voluntad política. Estamos jodidos.
Marcos Garcés Lizama. Bañón (Teruel)
Voluntad de inmortalidad
Todos podemos flirtear con la idea de perdurar ad aeternum; pero resulta delirante escuchar a Putin y a Xi sobre el asunto con la convicción con que lo hacen, e insisten en que el trasplante de órganos les posibilitará la longevidad absoluta. Putin y Xi no solo parecen desear dicha inmortalidad, sino que también creen merecerla. El resto de mortales no podemos aspirar a tanto, pues lo cierto es que no tenemos ninguna importancia; no hay razón de peso para perdurar. Eso sí, menuda desgracia la de que nos gobiernen líderes narcisistas, que no viven en la esfera de la realidad y a quienes mantenernos bajo su yugo les resulta de lo más gratificante. Esto sí debiera ser motivo de auténtica preocupación.
Glòria Barrachina. Sant Cugat del Vallès (Barcelona)
El corazón encogido
Cada vez que escucho las noticias se me encoge un poquito más el corazón. ¿Y si un día encoge tanto que dejamos de sentir? Lo peor de todo no es el dolor de las cinchas encogiendo el corazón, sino la idea de perderlo para siempre. Cuando eso ocurra, cuando el corazón solo sea un puntito en nuestro pecho, pueden suceder dos cosas: morir de tristeza por no reconocernos como humanos o convertirnos en autómatas ante la falta de amor.
Ana Belén Pérez Villa. Soria
No te quejes
Un día dejas de ser la hija para ser la madre. Madre del siglo XXI, a la que todo el mundo exige la perfección en todos los ámbitos de la vida. Cuida a tu bebé como te dicen todos los expertos que hay en redes, da lactancia materna exclusiva hasta los seis meses, pero incorpórate al trabajo a los cuatro. Recupera tu cuerpo de los 25 años y haz como si tu cerebro no hubiera cambiado. Continúa con tu vida social como si no tuvieras obligaciones y finge que el cansancio solo es amor. No seas dramática, todos tus sentimientos los provocan las hormonas y no quien te hace sentir mal. Aprovecha que el padre tiene el mismo tiempo de paternidad, pero no te vayas muy lejos que el bebé solo quiere madre. Comparte la carga mental, pero no te olvides de decirle cómo tiene que hacer todo. Y, lo más importante, no te quejes.
Sandra Montes Martin. Salamanca
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