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Aprender a olvidar

La tecnología ha irrumpido como un registro total en el que hasta la más banal de nuestras acciones se hace imborrable

derecho al olvido
Diego S. Garrocho

Lo dijo Nietzsche, y lo afirmó con una de esas sentencias que violentan nuestra conciencia como un zarpazo que combate la intuición: es posible vivir, incluso vivir felizmente, sin recordar; lo que resulta inviable, y hasta inhumano, es vivir sin olvidar. En el colegio nos enseñaron a ejercitar estrategias para el recuerdo, e incluso existen políticas públicas que afianzan la memoria colectiva y selectiva. Pero, por algún extraño motivo, a nadie se le ha ocurrido que lo que de verdad necesitaríamos es aprender a olvidar.

La tecnología, casi siempre bivalente en su utilidad y su desgracia, ha irrumpido como un registro total en el que hasta la más liviana o banal de nuestras acciones pasadas se convierte en imborrable. Ahora todo es memorable y hasta existe un tiránico imperativo del recuerdo. Pero, en ocasiones, es tan imprescindible anular la memoria que hasta hemos legislado un derecho al olvido. Hay quienes pugnan por ejercer esta garantía jurídica y solicitan a las grandes plataformas que eliminen el rastro de una actividad pasada, por vergonzosa o acaso estigmatizante. Pero hay otra penitencia más íntima que nos castiga con una memoria obligada que nunca pedimos.

Hoy podemos toparnos con la foto de aquella persona a la que un día amamos revisando por casualidad la galería de nuestro móvil. Entre imágenes actuales y familiares, el rostro que un día fue protagonista de nuestra vida nos asalta sin que lo hubiéramos convocado, como un fantasma bueno, quizá demasiado bueno, aunque también terrible. Del mismo modo, mientras buscamos alojamiento para estas vacaciones, reaparece aquel viaje que hicimos hace ya más de diez años y del que apenas recordábamos nada. Nuestro inconsciente lo había custodiado con aliada discreción, hasta que una página web decidió salir en su rescate sin permiso. Pienso en lo cruel que puede ser encontrarse con las notas de voz en WhatsApp de una madre o un padre que murieron hace tiempo y que dejaron un registro cotidiano y amable en la maldita aplicación. “Trae pan, si puedes”, nos dice, con íntima proximidad, la voz de una persona que ya no existe.

Como aquel Funes de memoria absoluta en el cuento de Borges, la tecnología nos ha arrebatado la capacidad de olvidar, y con ello se ha multiplicado nuestra vulnerabilidad y nuestra herida. Es una condena cruel, pues hasta los clásicos supieron que no se podía acceder a ningún paraíso sin antes atravesar un río capaz de cancelar, al menos, una parte de nuestros recuerdos. Lo llamaron Leteo.

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Sobre la firma

Diego S. Garrocho
Diego S. Garrocho es profesor de Filosofía Moral en la UAM, donde coordina el Máster en Crítica y Argumentación Filosófica. Autor de 'Moderaditos. Una defensa de la valentía política' (2025), 'El último verano' (2023), 'Sobre la nostalgia' (2019) y 'Aristóteles. Una ética de las pasiones' (2015). En 2021 ganó el Premio David Gistau de periodismo.
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