Ir al contenido
_
_
_
_
Columna
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Me colé en la fiesta de Lamine

Un joven de la periferia de la periferia decidió proclamar junto a la élite de su generación que le sobra la pasta, reflejando los sueños de buena parte de la juventud de hoy

Lamine Yamal celebra uno de sus goles en la victoria del Barça contra el FC Seoul en el amistoso de la reciente gira asiática, en una imagen del club azulgrana.
Jordi Amat

No me invitó, pero lo vi. Sucedió en el fiestón de Lamine Yamal. Apareció entre futbolistas e influencers, cantantes de rap y reguetón y mujeres despampanantes contratadas para embellecer la noche. A pesar de su evidencia desacomplejada, la polémica sobre el show de Misterpeke no ha permitido interpretar el significado de lo que se vivió en esa reunión de chavales con millones de seguidores en las redes: fue la exhibición del triunfo absolutamente improbable de aquel tipo con aparatos dentales y que cumplía 18 años. Un joven de la periferia de la periferia —hijo de una camarera de Guinea y un pintor de Marruecos, que creció en un barrio muy pobre— decidió proclamar junto a la élite de su generación que le sobra la pasta. ¿Cinismo de ricos? ¡Qué fácil es la tentación del moralismo! Fue una celebración de los sueños de buena parte de la juventud de hoy. Tal vez no son los que tuvimos —antiguallas boomers, hola bro—, pero tampoco les estamos dejando muchas opciones para que tengan otros. Para decirlo en pedante, en esa mansión exclusiva en Olivella rodeada de seguridad para ocultar lo que ocurría dentro se manifestó el espíritu de la época.

Para que lo supiéramos, porque hacerlo público es parte del éxito, el futbolista del Barça colgó buenas fotografías y un vídeo en sus redes que podría ser el videoclip de una estrella. Yamal fardó de su nuevo collar: oro y diamantes, piedras preciosas blaugranas, el código postal de su barrio de Mataró en una de las piezas de la cadena y colgando sus iniciales YL con más oro y diamantes. Costó, según parece, 342.000 euros y lo diseñó Víctor Rodríguez: hijo de puertorriqueños nacido en Nueva Jersey, propietario desde 2015 de la joyería Tajia Diamonds de Nueva York (entre Madison y Park Avenue) y que tiene entre sus clientes a celebridades de la música y el deporte. El homenajeado llevaba un blazer cruzado de un diseñador que ha vestido a muchas de las estrellas del show business: Mike Amiri, hijo de padres iraníes, criado en Beverly Hills, estética del glamour de Hollywood. En otras de las fotografías, ya con otra ropa, está bailando feliz ante la mesa del DJ al lado de Morad: brillante rapero de la periferia de Barcelona, hijo de padres marroquíes, varias veces detenido. En otra canta con Dystinct, nacido en Bélgica, hijo de padres marroquíes, éxito global cantando sobre todo en francés y árabe.

Cuando el año pasado Lamine Yamal fue la estrella de la selección española en la Eurocopa, escribí una tópica columna de nostálgico socialdemócrata: que si la barriada de Rocafonda se salvó primero con el centro de atención primaria, que si después la biblioteca municipal, que si hace poco la peatonalización para que los vecinos vuelvan a pasear… Pero esa confianza democrática en el Estado de bienestar como motor de igualdad ha quedado cancelada para muchos desde la crisis de 2008. Esta desaparición de la idea de progreso en el horizonte vital de diversas generaciones tiene su traslación en la propuesta identitaria de las formas culturales que consume la juventud. Viven en otra era.

Lo razona Oriol Rosell en el espléndido ensayo Matar al papito. Por qué no te gusta el reguetón (y a tus hijos sí). Lo que dice de esos cantantes vale para Yamal y para muchos: “De lo único que aspiran a librarse es de la pobreza. El objetivo es gozar de la gran vida de la que se han visto sistemáticamente excluidos por su etnia y extracción social”. ¿El tema de la fiesta? La mafia italiana. ¿El look de Lamine? Un gánster, capo de la banda, ícono juvenil.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Jordi Amat
Filólogo y escritor. Ha estudiado la reconstrucción de la cultura democrática catalana y española. Sus últimos libros son la novela 'El hijo del chófer' y la biografía 'Vencer el miedo. Vida de Gabriel Ferrater' (Tusquets). Escribe en la sección de 'Opinión' y coordina 'Babelia', el suplemento cultural de EL PAÍS.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_