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Defensora del lector
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

¿Y ahora sí hablamos de boxeo? El giro silencioso de EL PAÍS

Una explicación sobre la cobertura en el periódico de los combates organizados por Ibai Llanos

Boxeo
Soledad Alcaide

El estadio olímpico de Sevilla, con capacidad para 80.000 espectadores y lleno a reventar, fue la sede el pasado 26 de julio de La velada del año 5, un espectáculo de siete horas presentado por Ibai Llanos y retransmitido por la plataforma Twitch, en cuyo minuto de oro había nueve millones de dispositivos conectados. En uno de los escenarios se sucedían actuaciones con artistas variados, pero la atención estaba en el ring, en el que se disputaron siete combates de boxeo amateur entre personalidades de Internet de España y Latinoamérica, que suman en sus canales de otras plataformas muchos miles de seguidores. De todo ello informó EL PAÍS en la madrugada del domingo, en una crónica publicada poco después de finalizar el espectáculo.

Desde Ciudad de México escribe Germán Martínez Cázares: “Creo que se viola el manual de estilo del periódico, al presentar la noticia de un evento en el que, una parte fundamental, fue el boxeo”. Por eso, reclama una explicación. “Creo en la seriedad de EL PAÍS con sus lectores”, añade.

Es lógico este desconcierto porque durante décadas la prohibición de informar de boxeo, recogida en el Libro de Estilo, ha sido un signo de identidad del periódico. Sin embargo, desde el pasado 10 de marzo, hay un giro en esta cuestión. Donde antes el manual decía “EL PAÍS no publica informaciones sobre la competición boxística, salvo las que den cuenta de accidentes sufridos por los púgiles o reflejen el mundo de esta actividad”, ahora se lee: “EL PAÍS es contrario al fomento del boxeo y por ello renuncia a recoger noticias irrelevantes que contribuyan a su difusión”.

A ello le sigue otra frase que establece el nuevo marco: “El periódico no puede ignorar ninguna realidad, incluida la competición pugilística, cuando considere que puede ser de interés para sus lectores. En cualquier caso, su enfoque será siempre compatible con los valores que configuran la línea editorial desde su fundación”.

No son extrañas las modificaciones en el manual, que ha ido adaptándose a los cambios sociales. De hecho, el veto al boxeo no existía cuando se fundó el periódico. No figura en las dos primeras ediciones del Libro de Estilo, de 1977 y 1980, razón por la que en la hemeroteca se pueden leer crónicas y reportajes de esta competición, firmados por Julio César Iglesias o Alfredo Relaño en los años setenta.

“Fue la muerte del púgil español [Juan Jesús] Rubio Melero, tras varios días en coma profundo en febrero de 1978 lo que, según recuerda Juan Luis Cebrián [el primer director del periódico], provocó la decidida toma de postura de EL PAÍS, que adoptaría el principio de no informar sobre boxeo”, escribieron en 2004 las profesoras Mari Cruz Seoane y Susana Sueiro en el libro Una historia de EL PAÍS y del Grupo Prisa (Plaza & Janés).

Esta apuesta, que no se trasladó al manual hasta 1990 (con la primera edición comercializada), iba en coherencia con el pensamiento humanitario, muy arraigado en la línea editorial de EL PAÍS gracias a José Ortega Spottorno, primer presidente del consejo de administración de Prisa. “Los ciudadanos no tienen libertad ni para matarse entre sí ni para poner en riesgo sus facultades a tanto la entrada y con participación del fisco”, afirma el editorial publicado el día de la muerte de Rubio Melero.

Durante los últimos 35 años tampoco ha sido extraño encontrar informaciones sobre boxeo en el periódico, porque había dos excepciones a la prohibición —informar de los accidentes de los púgiles y reflejar el mundo que los rodea—, y la hemeroteca está llena de historias que aprovecharon esos resquicios.

Lo que ha cambiado ahora es la percepción social sobre el boxeo. Como deporte profesional ha modificado sus reglas, lo que paradójicamente ha convertido la competición boxística, pese a su violencia, en una modalidad de combate menos cruenta que otras artes marciales en auge, viralizadas por Internet. A la vez, su entrenamiento se ha extendido como rutina de actividad cardiovascular y ya no es raro ver en los gimnasios a mujeres aporreando sacos con sus guantes. Sin olvidar que en América Latina el boxeo forma parte del ascensor social.

Y así, en febrero de 2024, estalla el fenómeno de Ilia Topuria. Cuando este luchador gana el campeonato mundial de peso pluma del Ultimate Fighting Championship (UFC), un torneo de artes marciales mixtas de extrema brutalidad, ya no es solo un ídolo deportivo, sino que arrastra consigo una potente comunidad de seguidores en redes sociales. Sin embargo, EL PAÍS se escuda en la prohibición del boxeo para eludir la cobertura de este movimiento.

En la sede del periódico en Madrid, medio centenar de reporteros solicita entonces al Comité de Redacción, el órgano que representa internamente a los periodistas, que reclame oficialmente un cambio en el Libro de Estilo para informar de Topuria. El argumento principal es que la prohibición de hablar de boxeo “ha quedado obsoleta en la sociedad digital” actual. Manuel Viejo, uno de los impulsores, recuerda que el tema copaba las conversaciones en los pasillos: “No podía ser que el periódico no reflejara un movimiento con millones de visualizaciones”.

Tras la petición del comité, la entonces directora, Pepa Bueno, aceptó el año pasado abrir una reflexión interna. El 9 de abril de 2024, se celebró un debate, al que siguió una pregunta a la Redacción en la encuesta interna anual, cuyo resultado fue un apoyo mayoritario al cambio.

No hay pues ninguna contravención del Libro de Estilo en la crónica sobre la velada de Ibai Llanos. Fue publicada en la sección de Cultura y no en Deportes, porque como explica Javier Martín-Arroyo, autor del texto, la intención fue siempre contar el evento sin detenerse en los combates por su agresividad. Cuenta cómo algún púgil se tambaleaba por los golpes o cómo el público jaleaba al grito de “Mátalo, mátalo”. Todo ello se lo ahorró en la crónica por considerar que incitaba a la violencia. Es también coherente con el nuevo redactado del precepto sobre el boxeo: el interés periodístico está en el acontecimiento, no en los detalles de la competición.

Coincido en que el deber del periódico es hacerse eco de las tendencias sociales y resulta de interés para los lectores cualquier evento que atraiga audiencias masivas. Sin embargo, la crítica de Martínez Cázares pone de manifiesto que el periódico ha faltado a sus lectores a la hora de explicar cambios internos relevantes. Es cierto que el manual solo obliga a los redactores, pero también ha devenido en un contrato ético con el público, en el que se delimita el trabajo de la Redacción. Cada vez que se modifican los términos de ese convenio, lo adecuado es informar a todas las partes.

Para contactar con la defensora puede escribir un correo electrónico a defensora@elpais.es o enviar por WhatsApp un audio de hasta un minuto de duración al número +34 649 362 138 (este teléfono no atiende llamadas).

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Sobre la firma

Soledad Alcaide
Defensora del Lector. Antes fue jefa de sección de Reportajes y Madrid (2021-2022), de Redes Sociales y Newsletters (2018-2021) y subdirectora de la Escuela de Periodismo UAM-EL PAÍS (2014-2018). Es licenciada en Derecho por la UAM y tiene un máster de Periodismo UAM-EL PAÍS y otro de Transformación Digital de ISDI Digital Talent. 
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