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Columna
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Gaza: impotencia y complicidad

Nadie elige nacer en el infierno, pero podemos hacer algo aunque no alcance.

Gazatíes velan los cadáveres de sus familiares fallecidos en Gaza.
José Luis Sastre

Es normal la desazón, y hasta el desánimo. Es normal el impulso por dejar de mirar, porque sea lo que sea lo que vaya a pasar con el mundo no dependerá de lo que nosotros podamos gritar ni de lo que nosotros podamos hacer, si nuestras capacidades son pequeñas y limitadas lo mismo que lo es nuestro tiempo. Si somos tan poca cosa.

Eso somos, al cabo: olvido antes de hora. Un punto pequeño de un pequeño rincón del mundo que, a los años, nadie recordará. Y, sin embargo, ahí están el desasosiego y la impotencia y la frustración de ver lo que pasa en el mundo y la atrocidad de Gaza, donde el ejército de Israel mata a la gente de hambre y la mata con bombas, dejando que los niños se queden en los huesos y mueran al final de inanición. Matando a disparos a la gente hambrienta que se acerca a por algo de comida.

Ahí están la rabia y la frustración, como si esta sociedad que se ha articulado tantas veces pudiera articularse de nuevo, y porque es imposible no sentir de una manera física un sentimiento que es compasión pero no solo: es propio de la condición humana y tiene que ver con el deber moral de indignarse contra lo que es injusto y lo que no debería ser.

Es normal la pregunta, si no hay otra: qué podemos hacer si es que puede hacerse algo. Y se puede, aunque no alcance. Se puede al menos mirar y exigir. Se debe mirar aunque duela, conscientes de que hay otros que no tienen la libertad de escoger aquello que les importa porque esas matanzas suceden en sus pueblos y en sus vidas, porque el lugar en el que se nace es un azar antes que una identidad. Nadie elige nacer en el infierno.

Se pueden hacer comunidad y vecindario, y subir la voz y transitar la distancia que separa el optimismo de la ingenuidad. Se puede oír y preguntar. Se puede ayudar, e interesarse por las condiciones en las que están las gentes que ayudan y que arriesgan sus vidas por meterse en los sitios en los que nadie se quiere meter. Porque a los cooperantes también los matan, igual que a los periodistas o a los médicos. Cientos de cosas se pueden. Todas, salvo la resignación, que queda muy cerca de la indiferencia y, por tanto, de la complicidad.

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Sobre la firma

José Luis Sastre
José Luis Sastre (Alberic, 1983) es licenciado en Periodismo por la UAB con premio Extraordinario. Ha sido redactor, editor, corresponsal político y presentador en la Cadena SER. Creador de varios podcasts, actualmente copresenta Sastre y Maldonado. Es subdirector de Hoy por Hoy y columnista en EL PAÍS. Autor de Las frases robadas (Plaza y Janés).
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