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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ciencia se rebela contra Trump

Los devastadores recortes contra la NASA y otras instituciones suponen un grave daño para la investigación mundial

Christian Carrera, un investigador contra la diabetes en la Universidad de Illinois en Chicago. La investigación de Carrera está en peligro por los recortes presupuestarios.
El País

La Universidad de Harvard y la NASA se cuentan entre las instituciones científicas más reconocibles, productivas y prestigiosas del mundo, pero están en el punto de mira de Donald Trump. La Casa Blanca ha congelado 2.600 millones de dólares en subvenciones y contratos a Harvard, la universidad que más premios Nobel ha conseguido para Estados Unidos (más de 150). A la agencia espacial, el presidente quiere quitarle una cuarta parte sus fondos, en un golpe de tal calibre que devolvería a la NASA a su nivel presupuestario más bajo desde los inicios de la carrera espacial contra la Unión Soviética.

No son los únicos organismos de investigación que están sometidos a una presión sin precedentes por parte de la Administración Trump, cuya pobre argumentación consiste en decir que pretende eliminar programas “woke” y “despilfarradores”. El tijeretazo anunciado del 56% al presupuesto de su Fundación Nacional de Ciencias (NSF, por sus siglas en inglés) “paralizaría la ciencia estadounidense”, según denuncian sus empleados, dejando sin apoyo económico a más de 250.000 investigadores y estudiantes. A los Institutos Nacionales de Salud (NIH), que están detrás del 95% de los medicamentos que se aprueban en Estados Unidos, el hachazo que le corresponde es del 40%, lo que deja en riesgo grave investigaciones cruciales sobre enfermedades y curas que afectan a toda la humanidad.

Esta persecución explícita contra la ciencia por parte del presidente republicano tiene, de un modo u otro, un efecto dañino global, puesto que el conocimiento científico que lidera Estados Unidos repercute más allá de sus fronteras. La congelación presupuestaria ya ha impactado en grupos de investigación en el extranjero, dado que en el esfuerzo científico colaboran laboratorios y centros de todo el planeta.

Pero el discurso nacionalista de Trump se le puede volver en contra. Los competidores naturales de la ciencia estadounidense, China y Europa, pueden beneficiarse ahora de una inesperada fuga de cerebros estadounidenses (e incluso de infraestructuras enteras) castigados por estos recortes sin sentido. Los trabajadores de la NSF lo dejaron claro en una carta de protesta hecha pública el martes: con este clima de inestabilidad y recortes “Estados Unidos cederá su posición de liderazgo científico a China y a otros países rivales”. La nueva carrera espacial se inclina cada vez más hacia la superpotencia asiática gracias a la crisis en la que está sumida la NASA.

Conviene no perder de vista que este desastre para la ciencia estadounidense va mucho más allá de una mera controversia presupuestaria con el Gobierno. Estas instituciones están bajo asedio de la derecha trumpista porque incomodan a la Administración con su conocimiento y su escepticismo. Universidades y laboratorios han sido históricamente un canario en la mina de las libertades, porque todo lo que bulle dentro contraviene el pensamiento monolítico que distingue al autoritarismo.

Harvard ha denunciado a la Casa Blanca por tratar de acallar y tomar el control de la Universidad, usando la financiación como chantaje. Los trabajadores de la NSF alertan de “un clima de miedo, censura y sabotaje institucional”. Son los últimos de un goteo constante de manifiestos de protesta que han publicado empleados de la NASA, los NIH y la Agencia de Protección Ambiental. Su rebelión contra Trump, ha sido secundada de inmediato por una veintena de premios Nobel. A pesar de las represalias, puede ser una chispa que aliente a otros a hacer lo mismo.

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