El reto de la izquierda en Chile
La victoria de Jeannette Jara en las primarias debería ser vista no como la de un partido sino como una posibilidad de disputar la presidencia en noviembre


La victoria en las primarias de la izquierda chilena de la candidata del Partido Comunista, la exministra Jeannette Jara, respaldada por toda la coalición oficialista, abre una etapa clave para ese espectro ideológico del país sudamericano, que hoy ostenta el poder con Gabriel Boric a la cabeza. No solo porque pone rostro a una oferta política progresista en un escenario dominado por el avance de las derechas, sino porque le obliga a articular un proyecto que convoque más allá de sus propias filas y tenga opción real de pasar a la segunda vuelta en las elecciones presidenciales del próximo 16 de noviembre. Jara llega con una trayectoria sólida, marcada por su paso por el Ejecutivo de Boric como ministra del Trabajo y por una larga militancia. Pero su mayor desafío no está en sus credenciales, sino en la capacidad de construir una candidatura que supere la desconfianza de los sectores moderados, convoque a los desencantados y traduzca la idea de unidad en algo más que un eslogan.
En las últimas décadas, buena parte de los reveses de la izquierda chilena han venido de su tendencia a dividirse en momentos decisivos. La fragmentación y la competencia interna han facilitado el crecimiento de figuras como la del ultraderechista José Antonio Kast, que hoy aparece con serias opciones de ganar la presidencia. Con un electorado cansado de promesas incumplidas y una agenda pública dominada por la inseguridad y la desafección política, el riesgo de un giro ultraconservador es real.
Por eso, la candidatura de Jara no debería ser vista como una apuesta de parte, sino como una posibilidad de toda la izquierda para volver a disputar el futuro del país. Esa tarea exige generosidad, claridad programática y una comprensión compartida de lo que está en juego. Los adversarios no deben surgir de la propia coalición ni del matiz ideológico de los aliados. Ese rival político ya existe y es una extrema derecha que propone retrocesos en derechos sociales, en memoria histórica y en convivencia democrática.
Jara ha dicho que no basta con enarbolar la unidad, sino que hay que construirla con hechos, sin maximalismos. Ese camino requiere conciliar mundos distintos, representar sensibilidades diferentes. Pero requiere también de una estrategia que no hable solo a los convencidos, sino a una ciudadanía amplia que necesita certezas y soluciones, no consignas. Un proyecto, en definitiva, que vaya más allá de la militancia y sus simpatizantes, insuficientes para lograr la reedición de un Gobierno progresista.
El avance de la extrema derecha en Chile, pero también en el resto del mundo, no es inevitable. Pero detenerlo exige una izquierda que asuma el momento histórico con responsabilidad, que entienda que ganar no es solo resistir, sino también convencer. La candidatura de Jeannette Jara puede ser ese punto de encuentro si logra evitar del sectarismo, abrirse al país y presentarse como una opción real de gobierno para todos.
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