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Red de Redes
Columna
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Reservar con WhatsApp, pagar con X… ¿ser espiado por el Partido Comunista chino?

Las aplicaciones de mensajería escalan sus funcionalidades para convertirse en ecosistemas digitales completos

Anuncio de la disponibilidad de WeChat Pay en las tiendas del aeropuerto de Barajas.
Jorge Morla

Hace poco WhatsApp anunció que empezaría a incluir anuncios y canales de pago en la pestaña de estados. Poco después, X (antiguo Twitter) anunció que permitiría operaciones de trading, funcionaría como monedero digital y hasta se planteaba sacar una tarjeta de crédito. No es extraño que aplicaciones que están tan presentes en nuestra vida cotidiana (y en nuestra intimidad) quieran todavía una mayor parte del pastel; las tecnológicas siempre han sido voraces y todo espacio de la vida que puedan ocupar, lo acabarán ocupando. Lo extraño es que puede ser una buena idea.

Es decir, a priori, que te salga un anuncio de un restaurante en WhatsApp y puedas pinchar para, por medio de una conversación emergente, reservar una mesa, no suena mal. Lo turbio del asunto, en realidad, es que (lo quieran o no) el gran ejemplo de aplicación de mensajería anabolizada es el WeChat chino. Creado por el todopoderoso holding Tencent y con más de 1.000 millones de usuarios mensuales, WeChat es lo que se llama aplicación multipropósito: tiene mensajería, sí, pero también redes sociales, llamadas gratuitas y pagos online. Y, como buena aplicación china, es usada por el Gobierno comunista para monitorizar las conversaciones de los usuarios, sean chinos o no. En puridad, WeChat es una plataforma privada, pero el PCC tiene la capacidad de influir y regular su uso a través de políticas gubernamentales y de leyes de censura en internet.

Muchos han levantado una ceja, suspicaces, con los anuncios de WhatsApp y X. Pero tampoco hay que ser maliciosos por defecto: no todas las novedades tecnológicas tienen una razón malévola detrás, y ahí está Bizum para demostrarlo. Fundado en 2016 y hoy principal proveedor de servicios de pago de España (tiene unos 27 millones de usuarios, el 95% de la cuota de mercado), Bizum es el ejemplo de que la usabilidad es el juez supremo de la tecnología. No ha triunfado ni porque ayude a sortear impuestos (que un poco sí) ni porque sea un plan de la élite mundial para eliminar el dinero en efectivo (que está por ver); sino porque, sencillamente, en términos generales es una herramienta útil, intuitiva, fácil de usar y que ha mejorado, aunque sea solo un poquito, la vida de la gente. De hecho, el martes se anunció un proyecto de Bizum europeo del que, en principio, podrán participar unos 385 millones de personas de 15 países distintos.

Con respecto a las apps de mensajería, no se puede descartar que, como en China, esta concentración de funcionalidades acabe favoreciendo la monitorización social, pero en el caso de las apps americanas hay que tener en cuenta una razón más prosaica: retener usuarios. Por ejemplo, hace unos meses hubo una desbandada de usuarios de Twitter hacia BlueSky; en su mayoría, gentes progresistas que mostraban así su rechazo a Elon Musk y a Donald Trump. En ese momento fue muy fácil: solo tuvieron que cerrar su cuenta o desinstalarse X. Pero claro, si tienes tus cuentas bancarias asociadas a esa red social, o si haces alguna labor mínima de creación de contenido por la que alguien te pueda pagar una propina… pues te lo vas a pensar dos veces antes de dejar X e irte a otra red social.

Andrés Ortega, que acaba de ganar el Premio Jovellanos de ensayo con Soledad sin solitud, otorga un papel preeminente a las redes sociales en la infatigable labor de fomentar la soledad no deseada. Si esto es así solo con las apps de un solo uso, es mejor no pensar en qué pasaría con aplicaciones omnipresentes. Aunque, contraintuitivamente, quizá todo esto sirva para matar dos pájaros de un tiro: si hay algún espía chino revisando tus conversaciones, que al menos la app te dé la oportunidad de reservar una mesa para cenar con él.

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Sobre la firma

Jorge Morla
Redactor de EL PAÍS que desde 2014 ha pasado por Babelia, Cultura o Internacional. Es experto en cultura digital y divulgador en radios, charlas y exposiciones. Licenciado en Periodismo por la Complutense y Máster de EL PAÍS. En 2023 publica ‘El siglo de los videojuegos’, y en 2024 recibe el premio Conetic por su labor como divulgador tecnológico.
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