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editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El Orgullo frente a Orbán

La hostilidad del Gobierno de Hungría contra el colectivo LGTBIQ+ recuerda que los derechos están siempre amenazados

Varios manifestantes pprotestan contra la ley de censura de Viktor Orbán, el pasado día 1 en Budapest.
El País

La ley de matrimonio igualitario, aprobada el 30 de junio de 2005, situó a España hace 20 años a la vanguardia mundial en el reconocimiento de los derechos LGTBIQ+. Aquel avance trascendental dividió al Parlamento y fue recurrido al Tribunal Constitucional, pero hoy afortunadamente está interiorizado con naturalidad por una inmensa mayoría de la sociedad española. Desde entonces se han casado más de 75.000 parejas. La celebración, que coincide con el Orgullo, debe servir también para recordar que la historia no siempre se mueve hacia adelante. En la otra punta de la UE, en Hungría, la manifestación del Orgullo de este sábado en Budapest ha sido prohibida por el Gobierno ultraderechista de Viktor Orbán, bajo amenaza penal para quienes participen en ella.

Anular la visibilidad del colectivo LGTBIQ+ es uno de los pilares de la agenda reaccionaria de Orbán y su partido, Fidesz, que controla el Gobierno húngaro desde hace 15 años y se ha convertido en un caballo de Troya del extremismo global en la Unión que está contaminando el discurso en otros países. En el último lustro, los ataques a este colectivo en Hungría se han recrudecido con una batería de medidas que han ido recortando derechos, bajo la premisa de proteger el orden moral de la sociedad, hasta culminar en el veto directo a la marcha del Orgullo.

La hostilidad extrema de Orbán contra las minorías sexuales y la decisión inaudita de prohibir la manifestación han convertido la celebración del Orgullo en Budapest en un acto de reivindicación europeo. Activistas de todo el continente se darán cita hoy en la capital húngara. En el plano institucional, al menos 70 europarlamentarios han anunciado que acudirán a la marcha prohibida. Tienen previsto manifestarse también la vicepresidenta segunda española, Yolanda Díaz, y el ministro de Cultura, Ernest Urtasun, además de representantes de Más Madrid y una delegación del Parlament de Cataluña. Aunque la Comisión Europea ha condenado el veto al Orgullo, la presidenta Ursula von der Leyen ha pedido a los comisarios que no acudan a la marcha para evitar el choque institucional, una posición criticada por tibia. La comisaria de Igualdad, la belga Hadja Lahbib, ignoró la recomendación y acudirá a la cita.

El choque puede ser más que institucional. El Gobierno húngaro no solo ha vetado la manifestación del Orgullo y ha negado la alternativa que proponía el Ayuntamiento de Budapest (de signo político opuesto), sino que ha autorizado una marcha callejera de un grupo de extrema derecha el mismo día, a la misma hora, y por el mismo recorrido. Se trata de un grupo ultranacionalista y con precedentes violentos. Orbán ha advertido de “consecuencias legales” para quienes participen en el Orgullo, pero en realidad está poniendo sobre la mesa una intimidación física y la posibilidad de violencia. Si llegara a suceder, la respuesta europea debe ser de máxima contundencia.

La tradicional manifestación del Orgullo hace años que trascendió su significado original, pero no solo por haberse convertido en un evento turístico y una marca de ciudad que reivindican incluso partidos que trataron de impedir el matrimonio homosexual. La reivindicación del colectivo LGTBIQ+ es hoy la manifestación anual por la igualdad de derechos de cualquier tipo y la libertad de vivir sin el juicio moral del Estado, conceptos esenciales de una sociedad democrática. El contraste entre la celebración en España y la represión en Hungría nos obliga a recordar estos días ese significado original y a exigir que la pertenencia a la UE sea incompatible con la regresión en derechos humanos.

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