Amelia contra los puteros
Si a mí me duelen los audios de la trama Koldo-Cerdán-Ábalos como mujer y como feminista, ¿cómo será para una mujer que ha sobrevivido a la explotación sexual escuchar esas frases vomitivas?


Desde que escuché los audios de la trama Koldo-Cerdán-Ábalos no puedo dejar de pensar en ella, en Amelia Tiganus. Me acuerdo de su fuerza y su inteligencia, de su enorme valentía y releo su magnífico libro La revuelta de las putas (Sine Qua Non). Si no conocen a esta activista y pensadora del abolicionismo, que se define como “testigo del sistema prostitucional” (que sobrevivió a la explotación sexual y se convirtió en una activista feminista de una solidez intelectual admirable), busquen sus charlas en internet y entenderán de qué hablamos cuando hablamos de comprar y vender mujeres. Pienso en ella porque el grupo parlamentario del PSOE la invitó a hablar en una sesión dedicada al asunto. Si a mí me duelen los audios como mujer y como feminista, ¿cómo será para ella escuchar esas frases vomitivas? Chicas nuevas para Ábalos, podría decir la también infatigable Mabel Lozano.
Ante el descubrimiento de esta putrefacción rancia resulta imposible no recordar todas las veces que el PSOE pospuso iniciativas para acabar con esta esclavitud normalizada de mujeres (muchas de ellas traídas de otros países para ocuparse de este “trabajo”, según lo llaman algunos). Es imposible no caer en la cuenta de que los frenos al avance del abolicionismo no estaban fuera sino dentro de la propia organización y que las mujeres que han estado trabajando en esta dirección desde dentro han tenido que hacerlo contra esos señores que se podían declarar igualitarios y luego frecuentar prostíbulos donde les tenían preparadas las que “están recién”. En este sentido, cuesta creer que las socialistas más cercanas a estos personajes no supieran nada de su deleznable comportamiento. Sea como sea, los audios suponen una humillación pública a todas las feministas socialistas. El consumo de mujeres es deleznable no solo por el uso de dinero público, como le afea la derecha al PSOE, sino por lo que supone de degradación de todas, también las compañeras de filas.
Ana Redondo ha manifestado su repugnancia ante los audios, pero no nos basta. Y más cuando la propia ministra de Igualdad vino a dar largas al abolicionismo argumentando que es un tema complicado. Más complicado es que vivamos en un país que importa seres humanos para consumirlos como si fueran mercancías, que la voz de Amelia no sea difundida de forma masiva, que se ignore el avance feroz de una “industria” que no fabrica nada, sino que destruye la condición humana de mujeres y niñas sin que en la opinión pública se considere un delito tan flagrante como las violaciones o los asesinatos.
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