Los sueños rotos
El político corrupto se ve forzado a predicar contra la corrupción de forma obsesiva para disimular que está de mierda hasta el cuello


Pienso que ser un político corrupto es mucho más incómodo, laborioso y complicado que ser un político honrado. En el fondo, la honradez es mucho más agradable y más sencilla de llevar. Se trata de cumplir con tu deber y de vivir cada día de forma que te permita dormir a pierna suelta con la conciencia tranquila; en cambio, el político corrupto, antes que nada, es atacado por el virus de la codicia que le mantiene nervioso e insomne dando vueltas en la cama hasta que llega el día en que se siente impune dentro de la burbuja del poder y pensando que es muy fácil y que nadie le va a pillar, porque se cree muy listo, alarga el brazo más que la manga hacia ese dinero sucio que pasa por delante. En seguida empiezan los problemas. Una vez trincado, descubre que el dinero le quema en las manos. Tiene que imaginar dónde lo esconde, si emparedado entre dos tabiques, o bajo un ladrillo en el sótano, o enterrado en el jardín. Sabe que existen perros especialistas en detectar con el olfato los billetes de banco; que el móvil que lleva en el bolsillo lo sabe todo de su vida y ha seguido sus pasos como el sabueso y que a través de un satélite hoy la Policía es capaz de contar los pelos dentro de su nariz. No puede gastar ese dinero alegremente porque su nuevo tren de vida levantaría sospechas y lo delataría. La paranoia de haberse enriquecido ilícitamente empieza por erosionarlo por dentro. El político corrupto se ve forzado a predicar contra la corrupción de forma obsesiva para disimular que está de mierda hasta el cuello, de modo que cada palabra daña su pensamiento y con ella traiciona a su jefe, destruye a su partido, humilla a sus militantes y el hecho de llevar una doble vida hace que no pueda resistir su propia mirada a la hora de afeitarse ante el espejo. Si la corrupción la cometen unos políticos del partido socialista, como acaba de suceder, y si encima la realizan de forma burda, chusca, cutre, como una película española de bingueros, rompe y acaba con todos los sueños.
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