No cambies de canal
La indiferencia ante la barbarie también se da frente a la matanza de Gaza. La muerte es una costumbre


El filósofo Theodor Adorno dijo que después de Auschwitz era ya imposible escribir poesía. No solo poesía, pienso yo; también era imposible creer en el Dios de los cristianos, cuyo silencio le metió la duda bajo la mitra incluso al propio papa Ratzinger, quien, en su visita a ese campo de exterminio realizó la famosa pregunta: ”¿Dónde estabas, Señor, cuando sucedieron estas cosas?“. La pregunta es la misma que se formula hoy la mayoría de espectadores al contemplar en los telediarios en vivo y en directo la matanza sistemática, programada, inmisericorde de niños, mujeres y ancianos palestinos de Gaza a cargo del Ejército israelí guiado en su propósito por el más fiero Yahvé reencarnado en el diabólico Netanyahu. Como respuesta, unos espectadores cambian de canal, otros apagan la televisión, son muy pocos los que resisten esas terribles imágenes de la masacre, pero les bastará esperar un poco para ver a esas criaturas destrozadas, a esos cientos de hambrientos agolpados gritando su hambre con un cazo en la mano, envueltas con anuncios de restaurantes, de playas repletas de cuerpos felices dándose crema solar. En una de mis visitas al campo de concentración de Mauthausen coincidí con la excursión de unos colegiales adolescentes. Llegaron empujándose unos a otros y entraron en tropel bromeando en la cámara de gas. Ni siquiera allí dentro cesaron sus risas. Durante las explicaciones del guía, algunos incluso bostezaban. Fuera de la cámara de gas, ante una pared cubierta de fotografías de aquel exterminio, un anciano solitario lloraba de rodillas. Luego descubrí que en uno de los hornos crematorios lleno de telarañas alguien había arrojado una botella de Coca-Cola, tamaño familiar. Esa indiferencia también se da frente a la matanza de Gaza. La muerte es una costumbre. Pero los misiles israelíes que caen sobre las mujeres y niños caen también sobre nuestra conciencia, y si no lloras como lloraba aquel hombre solitario de Mauthausen ante las imágenes de esta masacre es que estás muerto.
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