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Columna
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Te regalo un avión. Porque sí

Donald Trump quiere aceptar un Boeing 747 de la dictadura catarí. Pero no pasa nada porque Trump es incorruptible, o eso dice él

Donald Trump baja del Air Force One en Riad, Arabia Saudí, este martes.
Jaime Rubio Hancock

El filósofo de Al-Ándalus Averroes (1126-1198) bebía vino de vez en cuando. Según recoge Ian Gately en Drink (Bebe), una historia cultural del alcohol, el filósofo admitía que el islam lo prohíbe por peligroso: “Pero yo estoy protegido de esos excesos por mi sabiduría. Lo tomo solo para afilar mi ingenio”.

Trump no bebe, pero sigue una forma de pensar parecida cuando dice que quiere aceptar un pequeño regalo de Qatar, un Boeing 747 valorado en unos 375 millones de euros, y que no es más que un detalle que no afectará en nada a las relaciones entre los dos países. El avión servirá para sustituir a los dos avejentados Air Force One, y al final del mandato de Trump se donará a su biblioteca presidencial. Es decir, a Trump, aunque dice que no lo usará.

A él le parece normal, según ha explicado con su habitual tono comedido en redes, donde se ha quejado de que los “Corruptos Demócratas” quieren que el Gobierno estadounidense pague “un MONTÓN DE DÓLARES por el avión. ¡Cualquiera puede hacer eso! ¡Los demócratas son unos perdedores de clase mundial!”.

El razonamiento es espectacular y su descaro me da hasta envidia: ¿pagar 375 millones de dólares por un avión? Por favor, no seamos cutres, lo que realmente tiene mérito es que te lo regalen. Además, es posible que el avión venga con cámaras y micrófonos incorporados, algo que seguro que incrementa su valor.

Por supuesto, a muchos de sus votantes también les parece estupendo que una dictadura extranjera con la que el país mantiene relaciones comerciales y de defensa, y que no tiene ningún respeto por los derechos humanos, le regale un avión a su presidente. O eso dicen en X, aunque a estas alturas no sé si van en serio, si lo dicen para enfurecer a los votantes demócratas o, lo más probable, si se trata de ambas cosas a la vez. Algunos aseguran que el presidente se merece algo mejor que un avión de hace 35 años y le dan la razón a Trump cuando dice, en la Fox, que Estados Unidos debe tener “el avión más impresionante”. Y otros, como la periodista Ann Coulter, aseguran que no tiene nada de raro aceptar presentes de países extranjeros: por ejemplo, la estatua de la Libertad fue un regalo de Francia. Aunque no al presidente, Grover Cleveland, sino al país, pero eso son detalles.

También hay que recordar que Trump no se deja impresionar tan fácilmente como nosotros, que somos más bien pobretones. En su primer mandato ya explicó que es insobornable porque es millonario. Al fin y al cabo, todos sabemos que no ha habido ningún caso de millonarios corruptos y, dicho sea de paso, es absolutamente normal que un presidente en ejercicio haga negocios con criptomonedas, incluyendo un acuerdo con un fondo de Abu Dabi.

Es decir, Trump se cree inmune a la corrupción igual que Averroes al vino, con la gran diferencia de que el vino solo perjudicaba, como mucho, a la salvación de Averroes. Además, la creencia de que los sobornos y regalos no nos afectan es un error, y no hace falta irse a aviones privados, basta con aceptar que un lobby te invite a una comida, como escriben los psicólogos Carol Tarvis y Elliot Aronson en Mistakes Were Made (But Not By Me). Queramos o no, los regalos “despiertan el deseo implícito de reciprocar”, a lo que sigue la justificación: “Solo me han invitado a comer, eso no va a influir en nada”. Ponen el ejemplo de más de 160 estudios que analizaron los efectos de productos químicos: un 14% de los trabajos subvencionados por empresas del sector encontraron efectos negativos, frente al 60% de los independientes.

Por eso hay límites a los regalos que se pueden aceptar en muchos empleos, de periodistas a médicos y presidentes del Gobierno. Todos creemos formar parte de ese 14%, pero no hay ninguna necesidad de poner a prueba nuestra fuerza de voluntad o nuestro deseo inconsciente de quedar bien con los demás. El mejor avión regalado es el que no se acepta.

A ver si encima se va a poner de moda y Qatar se dedica a regalar Boeings. Justo lo que necesitábamos en España, un Falcon de lujo.

Air quid pro quo…

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— Christopher Webb (@cwebbonline.com) 13 de mayo de 2025, 14:22

Yes, Trump getting a plane is exactly the same as the Statue of Liberty

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— Molly Jong-Fast (@mollyjongfast.bsky.social) 12 de mayo de 2025, 19:15

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Sobre la firma

Jaime Rubio Hancock
Redactor en Ideas y columnista en Red de redes. Antes fue el editor de boletines, ayudó a lanzar EL PAÍS Exprés y pasó por Verne, donde escribió sobre redes sociales, filosofía y humor, entre otros temas. Es autor de los ensayos '¿Está bien pegar a un nazi?' y 'El gran libro del humor español', y de las novelas 'El informe Penkse' y 'Sitges'.
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