Para qué sirve un papa
León XIV sabe que lo peligroso es un grupo de adinerados tratando de imponerse a los demás

En su discurso al colegio de cardenales, Robert Francis Prevost explicó que había escogido León como nombre de papa “porque el Papa León XIII, en su histórica encíclica Rerum Novarum, abordó la cuestión social en el contexto de la primera gran revolución industrial”. Considera este León que “la Iglesia ofrece a todos el tesoro de su doctrina social en respuesta a otra revolución industrial y a los desarrollos en el campo de la IA, que plantean nuevos desafíos para la defensa de la dignidad humana, la justicia y el trabajo”. Aire fresco en esta era de profetas apocalípticos, altruismo efectivo y misticismo interestelar.
La Iglesia tiene una relación dudosa con la ciencia. Condenó a Galileo en 1633 por decir que era la tierra la que bailaba alrededor del sol, y no admitió su error hasta 350 años y 45 papas más tarde, en 1992. No acaba de reconciliarse con Darwin, cuyo Origen de las especies se solapa con el mito fundacional. Pero, como atea recalcitrante y fan de Evil, la serie más infravalorada y más loca de Robert y Michelle King, encuentro que este momento es fascinante y merece nuestra atención.
Rerum Novarum significa “de las cosas nuevas”. Subtitulada Sobre la situación de los obreros, cuesta creer que fue publicada en mayo de 1891. “Disueltos en el pasado siglo los antiguos gremios de artesanos sin ningún apoyo que viniera a llenar su vacío, desentendiéndose las instituciones públicas y las leyes de la religión de nuestros antepasados, el tiempo fue insensiblemente entregando a los obreros, aislados e indefensos, a la inhumanidad de los empresarios y a la desenfrenada codicia de los competidores. (…) no sólo la contratación del trabajo, sino también las relaciones comerciales de toda índole, se hallan sometidas al poder de unos pocos, hasta el punto de que un número sumamente reducido de opulentos y adinerados ha impuesto poco menos que el yugo de la esclavitud a una muchedumbre infinita de proletarios”.
Contra las proyecciones apocalípticas de personajes como Sam Altman o Elon Musk, que comparan el potencial destructivo de sus propios productos con las pandemias y la guerra nuclear, León XIII hablaba sólo de capitalismo. Y no es precisamente revolucionario. De hecho, defendió la propiedad privada frente a los socialistas que “atizando el odio de los indigentes contra los ricos, tratan de acabar con la propiedad privada de los bienes, estimando mejor que, en su lugar, todos los bienes sean comunes y administrados por las personas que rigen el municipio o gobiernan la nación”. Imagínate. Impulsó la creación de asociaciones obreras cristianas como alternativa a los movimientos sindicales más revolucionarios. Pero defendió el derecho de formar sindicatos, y de recibir un salario justo. Un pequeño paso para el marxismo, pero un gran paso para la religión.
Antes de morir, el papa Francisco propuso que la acumulación, la naturaleza y la escala de los conflictos bélicos actuales constituyen legítimamente una Tercera Guerra Mundial, una red de conflictos tan distribuida como la publicidad hipersegmentada pero parte de un sólo y verdadero conflicto global. Y escribió sobre la capacidad de la IA para construir “nuevas castas basadas en el dominio de la información”, generando desigualdad y explotación, facilitando la discriminación, el odio y la violencia. Su sucesor sabe que lo más peligroso de la IA sigue siendo un número reducido de opulentos y adinerados que la usan para imponer el yugo de la esclavitud.
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