Viktor Orbán y los ‘bichos’ europeos
La UE censura a los autócratas extranjeros pero permite que en su seno actúen socios con inclinaciones autoritarias

“Los bichos han pasado el invierno. Ahora empieza la limpieza de primavera. Acabaremos con la maquinaria financiera que compra con dólares corruptos a políticos, jueces, periodistas, falsas ONG y activistas políticos en nuestro país. Eliminaremos ese ejército de sombras”. (Viktor Orbán, primer ministro de Hungría. Discurso de la fiesta nacional, 15 de marzo de 2025).
A Viktor Orbán le queda solo un año para acabar con esos “bichos”, una manera poco elegante de definir a sus opositores y a la Unión Europea, acusada de ser “el Imperio Liberal”. Habrá elecciones generales en un año exacto, abril de 2026, y no está seguro de ganar por goleada como siempre. Va a por todas defendiendo su “democracia iliberal”. Y, por supuesto, continuará con sus provocaciones y asaltos a los valores democráticos de la Unión Europea. Bruselas es un enemigo; Rusia, un país amigo del que depende energéticamente, y Washington, el nuevo Padrino.
En su línea de desmantelar el estado de Derecho, sigue cumpliendo objetivos: acaba de cambiar la Constitución húngara. Solo existen dos sexos en Hungría: hombre y mujer. Para “la protección de la infancia”, los derechos de los niños están por encima de todos los demás “excepto el derecho a la vida”. Se prohíben, pues, las marchas del Orgullo. Hungría ha abandonado el Tribunal Penal Internacional coincidiendo con la visita a Budapest de Benjamin Netanyahu, perseguido por ese mismo tribunal por los crímenes de Gaza. Además, sigue bloqueando en las cumbres europeas cualquier condena a Rusia. Poco antes de Semana Santa, los ministros de Justicia e Interior húngaros se negaron a recibir a una delegación del Parlamento Europeo que se ha mostrado alarmada por las amenazas estatales a jueces, periodistas críticos y opositores.
El partido de Orbán, Fidesz, fue expulsado del Partido Popular Europeo en 2021. Su presidente, Manfred Weber, declaraba el pasado 6 de marzo: “estamos hartos de Orbán”, después de que este se negara a firmar una declaración en apoyo a Ucrania. Me pregunto por qué Bruselas no actúa con más firmeza contra este socio que ya ha cruzado demasiadas líneas rojas. La expulsión de un país miembro de la Unión es imposible, pero sí su exclusión de determinadas votaciones destinadas a proteger la seguridad de todo el club: es decir, las relativas a política exterior y defensa. Lo permite el artículo 7 del Tratado de la Unión, como ha recordado el jefe de la diplomacia estonia, Margus Tsahkna. Está claro que Eslovaquia apoyaría a Hungría, y que para tomar esa decisión sería necesaria la unanimidad, pero Bratislava podría verse también afectada por esa misma exclusión si hubiera voluntad política real.
Lo que está en juego es la credibilidad de una Unión Europea que ataca y censura a autócratas extranjeros, pero permite que en su seno actúen sin cortapisas socios atorrantes e igualmente autoritarios que se sienten seguros y envalentonados bajo el ala protectora de la Casa Blanca. ¿Se va a tolerar que haya una doble doctrina en materia de respeto de los derechos humanos entre los Veintisiete? ¿Que se reduzca la libertad de prensa, la protección de las minorías, la independencia de los jueces y los tribunales a un mínimo? ¿Que no se admita a ni un solo inmigrante dentro de las cuotas de reparto que establece Bruselas? Las sanciones económicas ya adoptadas por la UE por las sospechas de corrupción y por conductas antidemocráticas no parecen haber surtido el efecto político deseado, aunque están afectando a la economía, porque 20.000 millones de euros congelados es una cifra respetable, equivalente a casi el 11% del PIB húngaro.
Durante años los conservadores europeos, con Angela Merkel y Manfred Weber a la cabeza, ignoraron las “travesuras” de Viktor Orbán porque necesitaban sus escaños en el Parlamento Europeo para mantener su poder frente al bloque de la izquierda. Ya no es el caso. Las fuerzas de derecha dominan las instituciones comunitarias, también en la Eurocámara, que ha calificado a Hungría como “una autocracia electoral”. El PPE ha abierto las puertas a los siete europarlamentarios de Tisza (Respeto y Libertad), un partido novísimo que logró un 29,7% de votos en las pasadas elecciones europeas frente a un 44% de Orbán.
Péter Magyar, el líder de Tisza, 44 años, era casi un desconocido hasta hace muy poco. Ha sido miembro del partido de Orbán y gracias a ello trabajó en empresas públicas. Estuvo casado con la exministra de Justicia, cesada por Orbán por haber firmado el perdón a un pedófilo. Desde entonces se presenta como la alternativa a su antiguo líder, igual de conservador, pero europeísta y dispuesto a acabar con la corrupción y la deriva autoritaria. Carece de experiencia política, pero domina las redes sociales. Puede ser un salvador o un farsante, pero ha conseguido movilizar a miles de ciudadanos que quieren cambios y libertades democráticas. Puede ser una alternativa, pero también una decepción si su único objetivo es mandar a Orbán al paro. Europa no debería seguir aceptando los desplantes del Gobierno húngaro. Su credibilidad y su prestigio están en juego.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.