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Columna
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Marine Le Pen, Martin Luther King, y los drones

La arenga trumpista y victimista contra el sistema y “la dictadura de los jueces” de la líder ultra no ha convencido a los franceses y puede que ni siquiera haya seducido a parte de sus votantes.

La líder del Reagrupamiento Nacional, Marine Le Pen, en el mitin del pasado domingo, Place Vauban, en París (Francia).
Carla Mascia

“Vaya tela, menos mal que las imágenes filmadas por las televisiones dan la sensación que hay gente, porque si hacen un plano aéreo estamos muertos”. En estos términos se confesaba el pasado domingo un cargo del Reagrupamiento Nacional (RN) al diario Libération durante el mitin en París convocado días antes por la formación ultra para “salvar la democracia” y apoyar a su líder, Marine Le Pen, condenada a cuatro años de cárcel ―dos de ellos en firme con brazalete electrónico― y a cinco de inhabilitación política con efecto inmediato. La nueva mártir de la política francesa, culpable de haber organizado un sistema de desvío de fondos del Parlamento Europeo por valor de más de cuatro millones de euros durante 11 años, seguramente pensaba que sus seguidores acudirían desde todos los rincones de Francia a defenderla de semejante injusticia. Pero ni la intensa y delirante campaña mediática que puso en marcha el partido tras la sentencia ―denunciando hasta la náusea “una decisión política”, antidemocrática, tomada por unos “jueces rojos” para aniquilar la candidatura de la favorita de las encuestas de cara a las presidenciales de 2027―, ni la treintena de autocares fletados por el RN consiguieron el ansiado milagro. El pueblo, al que tanto apela la que se presentó este domingo nada menos que como la hija espiritual de Martin Luther King, simplemente pasó de ella.

Basta hacer una búsqueda en X con el hashtag #PlaceVauban para apreciar lo vacía que estaba la plaza donde se reunieron apenas unas 7.000 personas, según la policía. El propio vídeo publicado en X este miércoles por Le Pen, que acompaña una música grotesca de dramatismo y tensión, no ofrece dudas: aunque los equipos del RN han intentado disimular la escasa asistencia a través de un montaje afilado, casualmente el único plano filmado por un dron está cortado justo en el momento en el que el dispositivo empieza a elevarse. El partido ha justificado no haber conseguido el levantamiento popular que esperaba tanto por la dificultad de organizar un mitin con menos de una semana de tiempo, como por su baja popularidad entre los parisinos, herméticos hasta la fecha al discurso rancio y xenófobo de la formación. Creo, sin embargo, que la explicación es bastante más sencilla: su arenga trumpista y victimista contra el sistema y “la dictadura de los jueces” en nombre de la libre elección de los votantes no ha convencido a los franceses y puede que ni siquiera haya seducido a parte de sus votantes.

Como recalcaba hace unos días Patrick Cohen, editorialista de la radio pública France Inter, ¿quién en Francia puede sinceramente estimar que es urgente aliviar los controles y las sanciones contra los representantes electos sospechosos de faltar a la probidad ―a parte, claro, del primer ministro, François Bayrou, que sigue a la espera un juicio en apelación en un caso similar y evocó la necesidad de revisar la ley―? O que la democracia, y la confianza de los ciudadanos en las instituciones, saldrían reforzadas si se permitiera a políticos corruptos acceder a puestos de poder. ¿Quién puede creer en su sano juicio que, como dijo Jordan Bardella, la democracia está siendo asesinada y que los únicos jueces de los políticos son sus electores, obviando adrede la necesaria separación de poderes en un Estado de derecho? El propio Bardella declaró el pasado noviembre que un cargo público con antecedentes penales no era legítimo para presentarse a unas elecciones, causando un sentido malestar en las filas del RN y la ira de su mentora. Entonces, ¿en qué quedamos?

Consciente que la retórica trumpista que adoptó tras la sentencia aún no es rentable electoralmente en Francia, y tratándose de un partido cuya popularidad ha ido creciendo a medida que se desdiabolizaba ―solo en apariencia, porque el programa del RN sigue diciendo otra cosa―, Le Pen ha agradecido a todos sus aliados ultras por su apoyo excepto al magnate naranja. Incluso parece que sus esbirros ya han recibido la orden de bajar el tono hasta que empiece dentro de un año su juicio en apelación, y ante las las amenazas recibidas por los magistrados del caso. Aún así, nadie sabe qué consecuencias tendrá el ataque sin precedentes a las instituciones democráticas y, en particular, a la legitimidad del proceso electoral lanzado por Le Pen en caso de que la líder perdiera su recurso a pocos meses de las presidenciales. Aunque el otro escenario, que gane las elecciones pese a haber defraudado cuatro millones de euros, es quizá más escalofriante aún.

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Sobre la firma

Carla Mascia
Periodista franco-italiana, es editora en la sección de Opinión, donde se encarga de los contenidos digitales y escribe en 'Anatomía de Twitter'. Es licenciada en Estudios Europeos y en Ciencias Políticas por la Sorbona y cursó el Máster de Periodismo de EL PAÍS. Antes de llegar al diario trabajó como asesora en comunicación política en Francia.
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