Videoanálisis | El chico dorado
El relanzamiento del PAN fue recibido sin entusiasmo porque el partido de anoche es el mismo de antenoche. Los azules insisten en su feroz indeterminación: ser lo que sea que no es Morena

Dicen —lo cual es improbable— que el relanzamiento del PAN busca recuperar la confianza perdida. Se arriman a la comodidad del verbo perder que intenta escabullirse de la fastidiosa autocritica. Sugieren extravío donde hubo dilapidación. La derecha mexicana creyó que la alternancia era cheque en blanco.
El relanzamiento fue recibido sin entusiasmo porque el partido de anoche es el mismo de antenoche. Los azules insisten en su feroz indeterminación: ser lo que sea que no es Morena. Oposición como identidad. El no por delante. Un partido exhausto que estira la mano para atrapar lo que se le cae al guinda. Una organización política poblada por los peores cuadros que han pasado por sus filas. En él conviven bribones, resentidos y niños pijos.
En el PAN, sin embargo, algo se mueve. Es el entusiasta meneo de la cola del chico dorado que confunde la nostalgia con prometedor presagio.
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