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Estar sin estar
Columna
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El pedo de Trump

El incómodo sustantivo alerta sobre el intelecto del presidente de Estados Unidos, que debería causar repudio universal

Jorge F. Hernández

La primera vez que usé el sustantivo para titular esta columna fue en enero de 2016 al referirme a la confesada flatulencia que soltó Sean Penn delante del Chapo Guzmán (y Kate del Castillo) que el actor consideró motivo para caballerosidad del narco al fingir que no se oyó ni olió en aquel encuentro clandestino. Vuelvo ahora al incómodo sustantivo para celebrar que en inglés Pedophile se abrevia como Pedo y se pronuncia con la e en español; es decir, los gringos no dicen Pido para expandir la conciencia y alertar el intelecto de que Donald J. Trump es nada más y nada menos que un pedófilo, contundente esdrújula en lengua castellana que debería causar repudio y repugnancia universal aunque escandalosamente parece bogar hacia una cómoda flotación como peccata minuta entre republicanos y fascistas renacidos que no sólo ignoran las evidencias, sino que avalan distracciones diversas con las que el otrora mejor amigo de Jeffrey Epstein intenta evadir una vez más la Verdad y sus culpas.

El pedo como problema de Trump se agudiza con el cierre del gobierno con el que ha pretendido no sólo cancelar la posibilidad de la votación legislativa para liberar las mentadas listas de Epstein, sino la suspensión temporal de los salarios de la Gestapo de una Diva en Bótox, la nazificación escupida a diario por Stephen Miller, la ayuda médica a millones de beneficiarios que quedan al filo de la gravedad (con la mentira de que los demócratas abogan por seguridad social para indocumentados en general) y en pocas semanas vendrá el cierre de museos (que ya han sido mancillados con un maquillaje ideológico negacionista de las verdades históricas) y cierre de parques nacionales… y un inmenso enclaustramiento que supuestamente brindará solaz y paso libre a la continuidad de la demencia, los mensajes delirantes en redes sociales, los discursos irracionales y la abierta mentira del pañal enjaulado.

El pedo como sinónimo de borrachera o alcoholismo no es problema de Trump aunque parece ser enfermedad desatada en la saliva de Pete Hegseth, ahora llamado secretario de Guerra sin dejar de ser un pobre comentarista de la televisión sabatina, tatuado con innegables mensajes de racista supremacista y ojeras de al menos dos acusaciones de violación. Es pedo de Trump rodearse de hipócritas xenófobos e ignorantes rampantes cuya ínfimo nivel de raciocinio y nula capacidad consciente para discernir nada los eleva al más grande altar de la estupidez jamás imaginada.

El imperio de la imbecilidad ha presumido su descarada clonación de discursos de Goebbels para honrar como mártir a un promotor de la violencia, adjudicar al fantasma de transexuales asesinos siendo líderes de una marea ignota de machos y machitos adictos precisamente a la pornografía trans y es un pedote (no de superborracho, sino de problemón) el escéptico silencio de todos los almirantes y generales de las fuerzas armadas norteamericanas que no aplaudieron el vodevil imperdonable de su Comandante en Jefe y su sicofante etílico como si fuera escena de la película Patton.

Es pedo de Trump inventar de la nada que Antifa es una organización terrorista, cuando en realidad se trata esencialmente de un ánimo y postura que nació como respuesta ante el Nacional Socialismo en la Alemania que parecen querer resucitar los descendientes de la svástica. El pedo de declarar que cualquier simpatizante de Antifa es su enemigo define al declarante como no más que fascista. De aquí los sicarios enmascarados, las redadas ilegales, las razzias extremistas de neo-fascistas uniformados y armados con armamento militar… de aquí el odio epidérmico en cuanto se escuchan palabras en otro idioma que no sea el peor inglés que hablan los ignorantes republicanos.

Pero el verdadero pedo de Trump es realmente flatulento. Reside y se filtra en sus pañales (y es casi visible en los sucesivos videos donde muchos adláteres o advenedizos, asesores e incluso líderes mundiales) no ocultan su nariz encogida, su incredulidad ocular o su inquietud humana ante el hedor de los pedos de Trump, los que le manchan el pantalón blanco de golfo o golfista, los que le abultan las tepalcuanas (también llamadas nalgas). Esos pedos que le apagan la voz cuando cree que logrará balbucear alguna palabra inteligente (y argumentar que la acaba de inventar)… y en lo personal y más reciente, creo firmemente que Trump ya se metió en otro pedo al juguetear con la Inteligencia Artificial y divertirse con añadirle sombreros mexicanos y clonarse él mismo en mariachi para denostar a sus adversarios. De seguir en su pedo racial anti-mexica podría realmente lograr evaporar a todos los migrantes latinos, quedarse sin mano de obra ni meseras ni cantineros, ni jardineros ni aguacates… y entonces sí, en el momento más inesperado y el escenario menos previsto, toparse de frente con algún mexicano (o acaso, una mexicana) que se la haga realmente de pedo.

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Sobre la firma

Jorge F. Hernández
Autor de libros de cuentos y de las novelas 'La Emperatriz de Lavapiés', 'Réquiem para un Ángel', 'Un bosque flotante', 'Cochabamba' y 'Alicia nunca miente'. Ha publicado artículos sobre la historia de México y ha sido colaborador de las revistas 'Vuelta' de Octavio Paz y 'Cambio' de Gabriel García Márquez. Es columnista de EL PAÍS desde 2013.
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