Chimamanda Ngozi: “Si nuestros líderes leyeran buenas novelas, gobernarían mejor”
La escritora nigeriana atiende a EL PAÍS horas antes de ofrecer su conferencia magistral ‘La verdad de las historias’ en la Feria del Libro de Guadalajara


Quienes han sido pacientes, o han tenido la suerte de pasearse por la FIL de Guadalajara en vísperas de que esta termine, se han visto recompensados con creces. La escritora nigeriana Chimamanda Ngozi (Enugu, 48 años) ha desembarcado en la ciudad mexicana este sábado para ofrecer su conferencia magistral La verdad de las historias, uno de los platos fuertes de la convocatoria, prevista inicialmente para el fin de semana anterior pero cancelada por cuestiones de salud.
La autora de los superventas Americanah (2013) o Todos deberíamos ser feministas (2014) vive a caballo entre su Nigeria natal y Estados Unidos, donde reside desde hace más de dos décadas, y en ambos destaca como una de las voces literarias más reconocidas. Tras diez años sin publicar, ha vuelto con Unos cuantos sueños (Random House), donde vuelve a sumergirse en la ficción para retratar la vida de cuatro mujeres del país africano. Incisiva y audaz, Ngozi atiende al periódico horas antes de enfrentarse al gran público.
Pregunta. Cuando visita otros países, ¿cambia su forma de ver Estados Unidos?
Respuesta. Siempre me interesa saber cómo ve el mundo Estados Unidos. Mi sensibilidad como ser humano es nigeriana, pero Estados Unidos es mi segundo hogar, y soy muy consciente del poder estadounidense. No me refiero al poder político sino más bien al poder blando, a la forma en que todo el mundo sigue las noticias estadounidenses, cuando yo pienso: ¿por qué deberían hacerlo? Una de las cosas que me gusta hacer es ver anuncios, mirar las vallas publicitarias y encender la televisión. No hablo español, pero me gusta ver lo que la cultura considera aspiracional y cómo se compara con lo que Estados Unidos considera aspiracional. Ayer, de camino al hotel, me alegró ver que las vallas publicitarias parecían indicar que a México le gustan los mexicanos.
P. ¿No ha visto coincidencia entre las aspiraciones de ambos países?
R. Solo han sido veinte minutos, necesito un poco más de tiempo, pero también está esto otro. Aquí, en el hotel, simplemente escuchando a la gente y la forma en que se habla español, no me parece que haya una especie de complacencia al decir: “Oh, mira, hablo inglés”, lo cual ocurre en algunos países y, sinceramente, me molesta, porque creo que todos deberíamos estar orgullosos de nuestros orígenes. Aunque somos conscientes del poder de Estados Unidos, no deberíamos dejar que prevalezca sobre el nuestro. Vivimos en una época en la que el poder de Estados Unidos no es necesariamente algo a lo que se deba aspirar.
P. ¿Cómo ve las relaciones de Trump con la región?
R. Para mí hay dos cosas distintas: por un lado está Trump y, por otro, Estados Unidos. Los líderes pragmáticos reconocen que Estados Unidos tiene tanto poder que es casi imposible ignorarlo, por lo que hay que averiguar cómo negociar con un país que está liderado por alguien esencialmente inestable. Me resulta difícil hablar de ello, y tampoco es un tema que me interese, Trump, porque es un tema sin profundidad. Todos los días hay un titular sobre algo que ha dicho y al día siguiente cambia, así que no tiene profundidad. Es muy impulsivo, infantil. Vengo de un país al que, hace solo tres o cuatro semanas, se nos dijo que Trump nos iba a bombardear porque había visto algo en Fox News. Siento mucha pena por otros líderes mundiales que tienen que lidiar con esta extraña situación, por eso soy muy reacia a criticarlos.
P. Hay muchos jóvenes que se inclinan por el proyecto que él representa. ¿Cómo podemos atraer al feminismo a los chicos que se sienten atacados por él?
R. Creo que es una pregunta importante, no porque piense que tenemos que complacer constantemente a los hombres y hacer que sus sentimientos sean lo más importante, sino porque creo que el feminismo tiene que incluir a los hombres. El feminismo es una forma de soñar con un mundo justo, y no podemos crear un mundo justo si nos centramos solo en la mitad de la población, aunque esa mitad sea la que ha sido oprimida.
Hay cosas que se han dicho en nombre del feminismo que son inhumanas, y también hay algunos hombres que solo lo utilizan como excusa para la misoginia. Pero sí creo que hay muchos hombres que se han sentido alienados por la idea de que existe una culpa colectiva por las cosas que los hombres han hecho a las mujeres —y han sido muchas cosas terribles—, pero que de alguna manera todos son responsables de ello. Yo no estoy de acuerdo con eso. Necesitamos que más hombres buenos den un paso al frente. Los niños necesitan mejores modelos masculinos.

P. ¿Por qué cree que no hay más hombres feministas alzando la voz?
R. Quizá parte del problema es que no se dan cuenta de lo importante que es que lo hagan. También creo que, a menudo, muchos hombres razonables, reflexivos e inteligentes que respetan a las mujeres siguen pensando que los derechos de las mujeres son una lucha exclusiva de ellas. Por eso hay hombres que son muy comprensivos, pero no acuden a las protestas. Quizás también sea porque, cuando formas parte de un grupo que tiene privilegios, estos pueden cegarte. Eso no te convierte en una mala persona, solo en una persona que forma parte de un grupo privilegiado.
Hay muchos hombres buenos que no ven que tienen un papel que desempeñar. Vivimos en un mundo en el que los hombres escuchan a los hombres, por eso creo que el papel que deben desempeñar es con otros hombres. Y no lo hacen porque quizá no saben que deben hacerlo. Por eso debemos tener estas conversaciones.
P. Persiste el prejuicio de que los asuntos de las mujeres no son universales y, al mismo tiempo, de que las mujeres no pueden hablar de temas que se consideran más generales. ¿Qué tiene que pasar para que eso cambie?
R. Los periodistas como tú tienen que hacer preguntas diferentes y cubrir los temas de otra manera. Los medios de comunicación tienen mucho poder. No importa que la gente diga que los medios tradicionales están muriendo, siguen teniendo mucho poder. Y me refiero a los medios de comunicación, pero también a los de entretenimiento. La forma en que se cubren las cosas realmente importa. Que hable de feminismo no significa que sea lo único de lo que quiero hablar. Hablo de muchas otras cosas, pero a menudo me preguntan sobre feminismo. Sería bueno que eso cambiara. De hecho, me preguntaste sobre Trump, pero estaría bien que la gente me preguntara sobre cosas interesantes.
P. ¿Sobre qué tema le gustaría pronunciarse?
R. Es también esta idea de que cuando se habla de feminismo, se trata de un tema de nicho, pero no lo es. Podríamos seguir utilizando la perspectiva del feminismo, pero hablar de política, historia y cultura, y de quién tiene el poder cultural. Me interesa mucho el poder. Miro a las personas que realmente tienen el poder en el mundo y sigo sin ver a casi ninguna mujer. Vivimos en un mundo en el que todo lo que nos rodea está en manos de personas que, de alguna manera, han ganado más dinero del que deberían tener los individuos, y son en su mayoría hombres.
Estamos hablando de la inteligencia artificial, donde nadie se ha sentado realmente a pensar a gran escala sobre las consecuencias que tiene. Hay una carrera por ver quién será el primero, se está invirtiendo mucho dinero en ello y la conversación es muy masculina, pero va a afectar a todo el mundo. Las mujeres deberían formar parte de ella, pero es difícil porque, para entrar en ella, hay que tener acceso a un tipo de dinero al que muchas mujeres no tienen acceso. Esos temas me interesan porque tienen consecuencias para nuestro futuro y el de nuestros hijos. La IA nos va a volver a todos increíblemente estúpidos.
P. ¿Prestamos demasiada atención a Trump en vez de a los Elon Musk del mundo?
R. Sí. Si dirigiera un medio, hay muchas cosas sobre el presidente que no cubriría. Todos sabemos que están vacías. Ocurre algo y sale en las noticias de última hora del New York Times y el Wall Street Journal, pero incluso la persona que da la noticia sabe que es una tontería. Uno de los problemas es que existe una especie de imperativo del entretenimiento. La gente quiere que las noticias la entretengan. No creo que deban hacerlo, deben educarnos e informarnos. Y así es como Trump llegó al poder: era entretenido. Tenemos que hablar de cosas reales. A las diatribas que se publican a la una de la madrugada quizá no deberíamos prestarles demasiada atención, porque mañana habrán cambiado.
P. Déjeme ponerle un ejemplo. La amenaza de Trump de atacar Venezuela, ¿es algo real o es algo vacío?
R. Él es presidente de Estados Unidos, y sigue siendo el país más poderoso del mundo, así que debería aparecer en las noticias que eso es lo que ha dicho, pero el resto de las noticias quizá deberían proporcionarnos contexto. Hay mucha gente en Estados Unidos que realmente no sabe nada sobre Venezuela. Estaba leyendo y diré que pensaba que era el país del que procedía la mayor cantidad de drogas que llegan a Estados Unidos, pero no es así. Ese es el tipo de cobertura que creo que sería útil. Tal vez podamos volver atrás y educar a la gente. Alguien debería hacer algo muy valiente para rastrear el recorrido de las drogas y entonces uno se daría cuenta de que, en realidad, la cantidad de drogas no justifica el ruido que está haciendo Trump.
P. Más tarde va a hablar de la verdad de las historias. ¿Qué tipo de verdad ha encontrado en las suyas?
R. Una verdad emocional. Escribir ficción consiste en decir la verdad. Como escritora, cuando escribo no ficción, no soy del todo sincera. Me autocensuro con respecto a las personas que amo. Y, a veces, también respecto a mí misma. Cuando escribo ficción, me inspiro en mi vida y en la de otras personas, pero es un plano diferente y eso me permite una especie de honestidad radical. Por eso confío en la literatura más que en cualquier otra cosa.

Cuando escribes desde un punto de vista ficticio, se requiere cierta honestidad. No todo el mundo lo hace, por supuesto, pero hay una verdad emocional, y creo que todos deberíamos leer la historia como yo lo hago. Cuando leo historia y leo una novela histórica que está bien hecha, me siento mucho más conmovida por la novela, en la medida en que la literatura puede contarnos cómo se sienten las cosas. Si nuestros líderes leyeran buenas novelas, gobernarían mejor.
P. ¿Qué emociones impulsan su escritura?
R. Todas. El amor, la ira, la decepción, la esperanza.
P. ¿Tiene esperanza en el futuro?
R. Soy una persona que rechaza la desesperación. Lo más esencial para los seres humanos es la esperanza. Sin ella, ¿qué sentido tiene todo? Hoy en día hay jóvenes mucho más conscientes políticamente que antes, y eso me da esperanza. Las personas que demuestran coraje me dan esperanza. Las que defienden lo que es correcto y lo que es bueno. Hay muchas razones para no tener esperanza, pero también hay pequeñas razones para tenerla, y yo me aferro a ellas.
P. ¿Puede darnos la literatura las herramientas para recuperar la esperanza?
R. Sí. No lo digo porque sea escritora, sino como lectora. Leer una buena novela puede cambiarte la forma de ver el mundo, tu forma de interactuar con él. No bromeaba, los grandes líderes han sido grandes lectores. Lincoln era un gran lector. La gente puede discutir si Churchill fue un buen líder, yo creo que en algunos aspectos lo fue y era un gran lector. Obama era lector. Una de las cosas mágicas de la literatura es cómo cobramos vida en cuerpos que no son los nuestros. En otras formas de arte estás fuera. La música es maravillosa, pero la escuchas desde fuera. El arte es maravilloso, pero lo miras desde fuera. En la literatura te adentras, y creo que, cuando te conviertes en líder, miras un problema a través de múltiples ojos porque has imaginado a través de la literatura lo que puede ser. La literatura puede salvarnos, realmente lo creo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
¿Tienes una suscripción de empresa? Accede aquí para contratar más cuentas.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Sobre la firma











































