Las alianzas del PAN en los Estados condicionan su divorcio del PRI
El relanzamiento del partido mexicano de derecha se anunció sin el consenso de todas las dirigencias locales que ahora amagan con oponerse a la ruptura con el priismo en un puñado de entidades


El Partido Acción Nacional (PAN) pateó un avispero al anunciar su ruptura con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), una coalición electoral que nació en las intermedias de 2021 y que está en vías de extinción como ingrediente esencial del relanzamiento electoral del partido mexicano de derecha. Pero esa estrategia que el líder nacional panista, Jorge Romero, ha dibujado en el discurso -y que falta aterrizar en los hechos- ya ha encontrado las primeras reticencias ante los términos en los que el PAN busca resurgir de las cenizas y tomar un segundo aire para conquistar el voto de los ciudadanos. No todos dentro del partido están de acuerdo o dispuestos a renunciar a la alianza. A algunos líderes panistas en los Estados no les salen las cuentas electorales de la ruptura con el PRI, un costo que no están dispuestos a asumir.
Romero presentó el nuevo rumbo de la agrupación política aupado por sus más cercanos y cuenta con el beneplácito del ala más conservadora del PAN que, pese a tener puntos de crítica a la nueva apuesta, marca como un acierto el divorcio del priismo. Un matrimonio que, consideran, nunca debió ser. En cambio, el líder nacional se olvidó de escuchar las voces de todos los líderes del partido en los diferentes Estados del país. El PRI gobierna, con el apoyo del PAN, en dos: Coahuila y Durango. En ellos, a los líderes panistas no les interesa romper la coalición. Y a las de otros cuatro entidades tampoco, donde, si bien no gobiernan, ven que aún hay músculo electoral en la alianza con miras a las elecciones intermedias de 2027.
Los militantes de a pie, los que marcan las boletas en los comicios, también han sido desplazados de la ecuación, refieren liderazgos panistas. Y la factura para Romero empieza a tomar forma. Una incipiente rebelión panista se ha comenzado a fraguar en al menos esos seis Estados -de los 32 del país-, en donde la luna de miel con el tricolor no tiene pinta de terminar. En respuesta, el dirigente nacional ha salido rápidamente a dar un manotazo sobre la mesa, que, según los mismos panistas, está lejos de surtir efecto.
El norte del país se ha pintado como un gran foco rojo en el mapa político del PAN y como un obstáculo ante la retórica anunciada de ir en solitario, sin alianzas. Nuevo León ha encendido la primera chispa. Policarpo Flores, dirigente local de Acción Nacional en el Estado norteño, ha confirmado lo que adelantó EL PAÍS y ha dicho que la coalición con el PRI se mantiene. ¿Por qué? Porque el alcalde priista de Monterrey Adrián de la Garza, que ganó en las últimas elecciones a Mariana Rodríguez, esposa del gobernador, Samuel García, tiene los números, según encuestas internas, para arrebatar a Movimiento Ciudadano el control del Estado.
Coahuila, uno de los dos Estados que sigue en poder del PRI en coalición con el PAN, tampoco tiene intenciones de acatar la decisión que se ha tomado desde la dirigencia nacional. En Durango, la separación del priismo se alista para quedar solo en el discurso. La fórmula electoral ganó un puñado de municipios y arrebató la capital a Morena en los comicios de junio pasado. Mario Salazar, dirigente local, ha dicho que se ha puesto en pausa el acuerdo y que está en análisis, pero subrayando el éxito de la dupla política. Cuentan, además, con repetir el triunfo del panista José Antonio Ochoa en la capital del Estado en 2028 en la pelea por la gubernatura. “Acaba de haber acuerdo político en Durango; si no se hubiera ido en coalición no se gana”, recalcó Marko Cortés, antecesor de Romero en la dirigencia (2018-2024) y artífico de la alianza priista. El michoacano ha sostenido que, aunque en lo nacional la alianza ya ha cumplido su ciclo, en lo local debe replantearse.
Sonora también apunta a integrar ese atisbo de disidencia. De acuerdo con panistas de la dirigencia de Gildardo Real, la coalición con el PRI sigue firme en los hechos. Chihuahua no se ha quedado atrás, donde el también panista Marco Antonio Bonilla, alcalde de la capital del Estado, cuenta con los números, sostienen, para mantener el Estado que hoy gobierna su colega de partido Maru Campos. Ya un mes antes de que el PAN hablara de su relanzamiento y su ruptura con el PRI, Bonilla adelantó en un encuentro entre liderazgos blanquiazules en el Senado que, en caso de ser candidato a la gubernatura, solo iría en alianza con el PRI, narraron asistentes a la reunión. “En el tema del PRI, hay que corregir la plana, porque no hay ruptura. La agenda legislativa es la misma”, dijo Bonilla a este diario.
El alcalde chihuahuense ha recurrido al ejemplo de Venezuela para respaldar la alianza. “La oposición [en Venezuela] no entendió a tiempo que lo que tenía que hacer era unir esfuerzos para enfrentar a un régimen populista como el que viven”, lanzó en referencia a Nicolás Maduro. Su postura ha sido contundente en un plano local: “En Chihuahua y en todo el país [...] por delante de los intereses partidistas del PAN, del PRI y de MC, están los intereses de México y de los mexicanos”, remató.
Por último, San Luis Potosí se vislumbra como el sexto Estado con motivos para sublevarse. El priista Enrique Galindo, alcalde de la capital de la entidad, tiene un pie en la candidatura para gobernador. Es la apuesta del PRI-PAN para buscar el Gobierno en 2027 de un Estado en la bolsa del oficialismo. La entidad es gobernada por el PVEM, uno de los dos partidos satélites de Morena. Las alianzas locales se han convertido en la bomba de tiempo inmediata a desactivar. Romero ha dado este jueves el primer golpe. “Las decisiones de alianzas estatutarias son decisiones de la directiva nacional del PAN, punto. Y que me escuche quién me tenga que escuchar”, dijo durante una entrevista de radio en Fórmula en una alusión velada a quienes han puesto resistencia a la ruptura. En paralelo, al dirigente nacional se le abren otros frentes no menos espinosos.
Ante la reforma contra el nepotismo, el PAN se encuentra con que debe cubrir un puñado de vacíos que deja la herencia de cargos. Ha abierto sus candidaturas a los ciudadanos, pero antes de que se concreten sobrevuelan las dudas. “¿Se van a combatir las prácticas antidemocráticas de dirigencias estatales? ¿Qué vamos a hacer para blindar al partido de personajes que tengan vínculos poco claros?”, pregunta Adriana Dávila, quien peleó en 2024 la dirigencia con Romero. No es la única con cuestionamientos. Las voces críticas empiezan a subir el volumen ante un cambio de rumbo que tiene, dicen, muchos faltantes. Quieren fechas, auditorías y métodos de encuestas combinadas con focus group, con un análisis antropológico, como garantía de que los candidatos propuestos puedan ganar. Otros plantean que, en caso de incumplir con el nuevo rumbo, haya consecuencias para la dirigencia por ese paso en falso. “Lo que se anunció el sábado está grabado: no a las alianzas con el PRI ni con ningún partido político. Se tiene que sostener. Si no, no solo Jorge Romero, todos los que encabezan la dirigencia nacional se tienen que ir”, ha lanzado el exgobernador de Querétaro, Francisco Domínguez.
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